La Bula de Cruzada y los naturales de Indias
EL QUIJOTE Y LA ESPIRITUALIDAD DE SU TIEMPO
EL QUIJOTE Y LA ESPIRITUALIDAD DE SU TIEMPO [1]
José Antonio Benito Rodríguez
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. (Cervantes, Don Quijote, II, LVIII)
Como señala Juan Luis Alborg en su propuesta, las palabras del Quijote van más allá de este sentido del humor, o más en el fondo, lo que eleva al Quijote es su «gran esperanza»: Cervantes, el soldado de Lepanto, admirador de don Juan de Austria y orgulloso de haber participado en la más alta ocasión que vieron los siglos, hombre del espíritu de la época del Emperador, escribe el Quijote en ese momento de amargura en que España se siente ya arrastrada por su propio fracaso; y si su libro no es un grito desesperado es porque lo redime y salva el prodigio del humor cervantino que comprende y endulza toda pesadumbre y hermana el mundo heroico y el bajo en el abrazo de sus dos inmortales figuras. (Alborg 1983: 180) Es precisamente la esperanza de vivir y de realizar el bien y la justicia sobre la tierra, la que fundamenta su vida. Don Quijote nunca llega a la desesperación: anticipación antinatural del fracaso, cuando se desvanece porque no llega a morir en el cerebro de Alonso Quijano, asciende, con toda su permanencia ideal, a los senos eternos del arte. Augusto Tamayo Vargas dirá que para «los hombres que vivimos este girar trágico de los acontecimientos de hoy, don Quijote es —a cada momento— nuestra esperanza y el remozar de nuestras aspiraciones» (Tamayo 1948: 30). Sobre las ruindades de la vida, nuestro caballero andante siempre está idealizando. Una fe inquebrantable en el bien, en el triunfo de la justicia, en el valor de la voluntad y en la nobleza del sacrificio le guían en todo momento. Como auténtico varón, Don Quijote proclama sus deberes: [...] matar en los gigantes a la soberbia; a la avaricia y envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por tildas las partes del mundo buscando las ocasiones que nos pueden hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros. (Cervantes II, VIII) A pesar de que fracase en innumeras ocasiones, Don Quijote no altera su regla: su fuerza al servicio del bien. De esta manera, convierte cada fracaso en triunfo de la conciencia. Fernando Rielo lo expresa correctamente en Teoría del Quijote. Su mística hispánica: «Cervantes hizo señora a la esperanza, e hizo más, darle nombre: Dulcinea. El Quijote es, en este sentido, una teología novelada de la virtud de la esperanza cristiana frente a las alucinaciones y tragedias de este mundo» (Rielo 1989: 67). Para profundizar en el personaje y en el objetivo del presente trabajo, recordemos algunos gestos del espíritu caballeresco e ideal de cruzada. El mundo de los conquistadores traslada el mundo de los caballeros andantes a América. Baste con pensar en sus bautizos geográficos: la región de California, por la reina Calefas; el río Amazonas por el mito de las bellas y heroicas mujeres guerreras. Hubo un conquistador, de nombre Pedro de Ledesma, con el cargo de piloto en la expedición de Juan Díaz de Solís, descubridor del Río de la Plata. Agonizante y con los sesos al aire, hizo huir a los indios gritándoles: «¡Pues si me levanto! Y con solo aquello botaban a huir, como era un hombre fiero, de cuerpo grande y la voz gruesa», rezan las crónicas. Cómo recuerda al gesto heroico del Quijote mantenido con unos mercaderes: «Y entre tanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo: non huyáis, gente cobarde, gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido» (Cervantes I, IV). Recordemos la teatralidad de los marineros al desembarcar, de los conquistadores al tomar posesión de un territorio, de los adelantados y exploradores al nombrar accidentes geográficos nuevos para ellos. La obra que nos congrega y que estamos comentando está plagada de gestos de este tipo: la ceremonia de armarse caballero, el confundir los molinos con gigantes, la venta que es castillo, la fea aldeana Aldonza convertida en la sin par Dulcinea. Lo minúsculo, lo ordinario es transfigurado y magnificado a extremos insospechados. Otro aspecto es cómo la lectura se presenta como semilla que fructifica en un cambio decisivo en las personas, en las que provoca una conversión. Dos ejemplos bien significativos los encontramos en Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. En ambos, como en Don Quijote, la lectura opera de forma radical. Tanto que el Santo Fundador de la Compañía de Jesús, llega a exclamar, al concluir su lectura de libros de santos: «Si ellos lo hicieron, yo también puedo hacerlo». Y así fue. El caballero Íñigo, ante la Virgen de Monserrat, se arma caballero andante a lo divino. En el Quijote y en todas las obras cervantinas alienta la más sincera y profunda inspiración cristiana y católica: La misma cruzada vencedora fue la que realizó Ignacio, al menos mientras iba de su país a otro como caballero andante de su idea y en tanto no vio firmemente avanzada su obra. Idéntico heroísmo en el padecer por un alto ideal es el que Teresa manifiesta cuando desde la celda toledana donde estaba detenida escribe a Juan de Jesús Roca: «Las cárceles, los trabajos, las persecuciones, los tormentos, las ignominias y afrentas por mi Cristo y por mi religión son regalos y mercedes para mí». Los tres luchan en valiente y firme combate con la sociedad, con los hábitos inveterados y con la rutina. Los que no sean de ellos o les compadecen o les hacen servir de tema de mofa, les injurian o los vapulean. Como Cristo, solo parecen encontrar cariño entre los pobres, los oprimidos y los pecadores públicos». (Pfand 1933: 325) Tomás García de la Santa, en cambio, que termina su artículo sobre La Mancha y Don Quijote con estas palabras: «Leyéndolo, no solo conoceremos mejor y amaremos más a la Mancha, sino que al contacto del humanísimo espíritu de Cervantes (a quien, pese a sus desgracias, nunca la envidia le amarilleó la color, ni la pena pudo ensombrecer su limpio, claro y cariñoso mirar) nos sentiremos elevados y ennoblecidos y sentiremos más puro y alentador el soplo del ideal al que nunca renuncia el corazón humano. Nuestro Cervantes puede y debe ser amigo y compañero, inspirador y confidente entrañable» (García 2005: 6). Son evidentemente innumerables las lecturas críticas sobre el Quijote.
Apuntes biográficos acerca de Cervantes Su niñez transcurrió quizás en Valladolid y parece que estudió en Salamanca y Sevilla por las reminiscencias de ambas ciudades encontradas en sus obras. Se le ha llamado ingenuo lego, sin títulos, pero sin que ello signifique que no tuviera cultura humana, pues la suya fue auténtica cultura adquirida con la vida, con los viajes, con el trato y conversación de gentes y de mundos. Entre todas las tierras extrañas que visitó amó sobremanera la vida libre de Italia, donde estuvo en el séquito del Cardenal Aquaviva. Entonces Italia era la cuna y el centro del Renacimiento, la patria soñada de los humanistas, artistas y literatos. Allí amó a Roma «por sus despedazados mármoles, enteros y medias estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes». Se alistó en el ejército en 1569 y el 7 de octubre de 1571 peleó en la batalla de Lepanto «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros». En aquel glorioso combate, al decir de un testigo presencial, «el dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura, y... su capitán y... otros muchos amigos le dijeron que pues estaba enfermo... que se estuviese quedo, abajo en la cámara de la galera, y el dicho Miguel de C. respondió que qué dirían dél... e que más quería morir peleando por su Dios y por su Rey, que no meterse so cubierta».Y allí quedó herido, perdiendo el movimiento de la mano izquierda, fea herida, pero que a él le enorgullecía. Tomó luego parte en otros combates hasta que en 1574 saliendo de Nápoles para regresar a España. En la galera Sol fue apresado por corsarios turcos y llevado a Argel donde en cinco años, como él dice, «aprendió a tener paciencia en las adversidades». Las posteriores y grises etapas de su vida rezuman a cada instante esta sabiduría. Allá en Argel intentó cien veces la fuga, sostuvo el ánimo de sus compañeros de cautiverio, hizo frente a la barbarie turca sin temor a los crueles castigos acabando por hacerse respetar. Hasta que el trinitario fray Juan Gil le rescató y pudo salir para Valencia el 24 de octubre de 1580. En este instante comienza un nuevo período de la vida de Cervantes. Al arrojo heroico, a las aventuras, a las hazañas de la guerra y a las inclemencias del cautiverio, suceden la estrechez y las privaciones, la mísera y monótona solicitud de cargos y favores, los sinsabores familiares y las dificultades con la justicia. Cervantes, como su máximo héroe, combate incansablemente por ideales que no verá realizados. Vive en Madrid sin lograr la gloria literaria, ni el amor y la dicha familiares. Cruza una y otra vez la Mancha, conoce en Sevilla el ambiente picaresco de Monipodias y rufianes y sufre prisión. En la prisión bosqueja el plan del Quijote; en Valladolid y en Madrid pasa apuros, sufre desgracias, vive a trompicones. Son los últimos años de su vida, los más fecundos literariamente, coronadas por su serena suerte: «En 23 de abril de 1616 murió Miguel de Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, calle del León. Recibió los santos sacramentos de mano del licenciado Fco. López. Mandóse enterrar en las monjas Trinitarias. Mandó las misas del alma ─y lo demás a voluntad de su mujer, que es testamentaria, y al Lcdo. Francisco Martínez, que vive allí». Tal reza la partida de defunción en la parroquia de S. Sebastián. Poco se sabe con certeza de su formación religiosa en la niñez y juventud. Fue discípulo de gramática del sacerdote Juan López de Hoyos, en el Estudio costeado por el Consejo de la Villa de Madrid. El trato de Cervantes con el docto sacerdote hubo de ser muy corto, puesto que éste entró como preceptor en el Estudio el 15 de enero de 1568, y ese mismo año Cervantes debió marchar a Italia, donde ciertamente residía en 1569. Se da por seguro que, ya sea en Valladolid o, ya sea en Sevilla, Cervantes cursó en un colegio de jesuitas, donde sin duda, aprendió el latín que luego muestra conocer, y donde oyó los sabios y prudentes consejos de los que hace encendido elogio en El coloquio de los perros. Entre las fuentes literarias de su formación ascética, él mismo menciona en El Quijote a fray Cristóbal de Fonseca, agustino, en su libro Tratado del amor de Dios, y al dominico fray Felipe de Meneses en su obra Luz del alma. Cervantes pensaba que «la pluma es la lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos», como dice don Quijote al Caballero del Verde Gabán (II, 16). En todo caso, lo que sabemos de la vida de Cervantes nos lo muestra fiel creyente y fervoroso practicante de la religión católica. Antonio de Sosa, testigo presencial de la batalla de Lepanto cuando Cervantes tenía 24 años, dice: «El dicho Miguel de Cervantes estaba malo y con calentura; y su capitán y otros muchos amigos le dijeron que, pues estaba enfermo, que se estuviese quedo abajo, en la cámara de la galera, y Miguel de Cervantes respondió que «qué dirían dél e que más quería morir peleando por su Dios y por su Rey que no meterse so cubierta». El mismo Antonio de Sosa, compañero de cautiverio en Argel, testifica que Cervantes, entre 1575 y 1580, «se ocupaba muchas veces en componer versos en alabanza de Nuestro Señor, y de su bendita Madre, y del Santísimo Sacramento, y otras cosas santas y devotas, algunas de las cuales comunicó particularmente conmigo, y me las envió que las viese». Desde 1609, Cervantes perteneció a la Congregación de Indignos Esclavos del Santísimo Sacramento, fundada el 30 de noviembre de 1608 por fray Alonso de la Purificación, trinitario descalzo, y don Antonio Robles Guzmán, gentilhombre de Felipe III y su aposentador. La partida y asiento de su ingreso, firmada por el propio Cervantes, figura en el libro I, folio 12, en el Oratorio del Olivar de Madrid: «Recibióse en esta Santa Hermandad por esclavo del Santísimo Sacramento a Miguel de Cervantes, y dijo que guardaría sus santas Constituciones, y lo firmó en Madrid, a 17 de abril de 1609. Esclavo del Santísimo Sacramento, Miguel de Cervantes». En el lecho de muerte, tres semanas antes de su fallecimiento, profesó Cervantes en la Venerable Orden Tercera de San Francisco. El 8 de junio de 1609 reciben el hábito su hermana Andrea y su mujer Catalina de los Palacios, profesando luego, respectivamente, el 10 de enero de 1610 y el 27 de junio de ese mismo año. No se sabe cuándo Cervantes solicitó el ingreso y obtuvo el hábito; pero el 2 de abril de 1616 profesó «en su casa por estar enfermo». Al morir (el 23 de abril de 1616) recibió los santos sacramentos. En el libro de defunciones de la parroquia de San Sebastián, de Madrid, correspondiente a esa fecha, se lee: «En 23 de abril de 1616, murió Miguel Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, calle del León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las monjas trinitaria. Mandó las misas del alma y lo demás a voluntad de su mujer, que es testamentaria, y al licenciado Francisco (Martínez), que vive allí». Don Quijote ofrenda su sangre y su vida a la conquista de un ideal. Tiene conciencia de su misión: «Has de saber, Sancho amigo, que yo nací por querer del cielo en esta nuestra edad de hierro para resucitar en ella la dorada o de oro. Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas grandes, los valerosos hechos» (Cervantes I: XX). Cree en la Providencia: «Mas con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras mí, que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tanto en su servicio como andarnos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos».
El mundo religioso del Quijote Conocidas son las abundantes profesiones de fe y religiosidad que Cervantes coloca en labios de los personajes de El Quijote, como hace en el resto de sus obras con frecuencia (Muñoz 1989). Sancho dice creer «firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia católica romana» (Cervantes II: VIII). Y en el mismo capítulo, don Quijote le dice a Sancho: «Nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana que profesamos» (Cervantes II, VIII). Tras la aventura del cuerpo muerto, en la que don Quijote hirió a un clérigo, protesta el hidalgo: «Yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy» (Cervantes I, IX). En su discurso a los del pueblo del rebuzno, don Quijote afirma que, de las «cuatro cosas» por las que se «han de tomar las armas y desenvainar las espadas y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas, la primera (es) por defender la fe católica» (Cervantes II, XXVII).1 No se concibe esta obra sin acudir a la Biblia. Salvador Muñoz Iglesias ha estudiado las referencias bíblicas del Quijote, en donde encuentra más de 80, 49 del Antiguo Testamento (libros históricos y sapienciales) y 36 del Nuevo Testamento (32 de los evangelios, y el resto de Hechos y epístolas). «La presencia de pasajes o expresiones relativas a los libros deuterocanónicos (Eclesiástico, Sabiduría, Epístola de Santiago) que no admiten los protestantes, así como la interpretación tradicional de sus citas o alusiones, excluye cualquier sospecha de influencias luteranas en Cervantes» (Muñoz 1989: 67). No especifica Cervantes en El Quijote el contenido de la fórmula genérica que coloca en boca de Sancho: «Creo... firme y verdaderamente, en Dios y en todo aquello que tiene y enseña la santa Iglesia católica romana» (Cervantes II, VIII). Pero cuando se editaba esta segunda parte de El Quijote, «estaba ya acabando» —según escribe en el prólogo— la que había de ser su obra póstuma, Los trabajos de Persiles y Segismunda, publicada en 1617, donde escribe dos profesiones de fe que con razón han sido consideradas resúmenes de la fe católica tridentina. Dos cosas destacan en estos pasajes: el conocimiento más allá de lo normal que Cervantes muestra tener de las principales verdades de nuestra fe y el cálido fervor que manifiesta al profesarlas o exponerlas. Para Castro, ese estilo de Cervantes, ambiguamente hipócrita, era típico de la Contrarreforma, como había afirmado, antes que él, Ortega y Gasset. Conviene destacar la vivencia de la comunión en Don Quijote y Sancho quienes rompen las ataduras del individualismo. Juana Sánchez-Gey afirma que don Quijote vive la conciencia extática para ser creador de mundos nuevos, «que le permite ser creador de mundos nuevos conocerse, intimarse para hallar la originaria presencia que nos constituye» (Sánchez-Gey 1997: 403). Las inquietudes renacentistas de su tiempo son articuladas por Cervantes en el catolicismo, entendido y sentido con evidente autenticidad. Cervantes veía en la religión católica el nervio y origen de nuestra civilización. La verdadera valentía tenía su manantial en la religión. Viendo Don Quijote la imagen de San Jorge puesto a caballo, dijo: —Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina, llamóse San Jorge, y fue, además, defensor de doncellas. Veamos esta otra. Descubrióla el hombre, y pareció ser la de San Martín, puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo: —Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad y, sin duda, debía ser entonces invierno, que si no él se la diera toda, según era de caritativo. —No debió de ser eso —dijo Sancho—, sino que se debió de atener al refrán que dice: Que para dar y tener, seso es menester. Riose Don Quijote y pidió que quitasen otro lienzo debajo del cual se descubrió la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas; y, en viéndola, dijo Don Quijote: —Este sí que es caballero, y de las escuadras de Cristo: este se llama don Santiago Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene ahora el cielo. Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan tal vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía: —Este —dijo Don Quijote— fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás; caballero andante por la vida, y santo a pie quedó por la muerte, trabajador incansable en la vida del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo. No había más imágenes y así mandó don Quijote que las volviesen a cubrir, y dijo a los que las llevaban:
—Por buen agüero he tenido, hermanos, haber visto lo que he visto porque estos santos y caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejercicio de las armas; sino que la diferencia que hay entre mí y ellos es que ellos fueron santos y pelearon a lo divino y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos; pero si mi Dulcinea del Tovoso saliese de los que padece, mejorándose mi ventura y adobándoseme el juicio, podría ser que encaminase mis pasaos por mejor camino del que llevo. (Cervantes II, LVIII) A la hora de penetrar en la espiritualidad de Don Quijote quiero recordar el estupendo diálogo con su escudero acerca de la gloria, de la ambición del amor a la patria, como móviles de las grandes acciones. De improviso le interrumpe Sancho: —Y dígame ahora: ¿cuál es más, resucitar a un muerto, o matar a un gigante? —La respuesta está en la mano —respondió Don Quijote—: más es resucitar a un muerto. —Cogido le tengo —dijo Sancho—. Luego la fama del que resucita muertos, da vista a los ciegos, endereza los cojos y da salud a los enfermos, y delante de sus sepulturas arden lámparas y están llenas sus capillas de gentes devotas que de rodillas adorando sus reliquias, mejor fama será, para este y para el otro siglo, que las que dejaron y dejaren cuantos emperadores gentiles y caballeros andantes han habido en el mundo.
—También confieso esa verdad -respondió Don Quijote... —Quiero decir —dijo Sancho— que nos demos a ser santos, y alcanzaremos más brevemente la buena fama que pretendemos; y advierta, señor, que ayer o antes de ayer —que, según ha poco, se puede decir de esta manera—canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene en gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la espada de Roldán en la armería del Rey nuestro señor, que Dios guarde. Así que, señor mío, más vale ser humilde frailecito, de cualquier Orden que sea, que valiente y andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas de disciplinas que dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos o a endriagos. —Todo eso es así —respondió Don Quijote—; pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cielo: religión es la caballería; caballeros santos hay en la gloria. —Sí —respondió Sancho—, pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes». Lo primero que afirma el propio autor sobre la religiosidad de su personaje es que, tratándose de una novela, no había por qué abordar ex professo el tema religioso: cosa, por lo demás, bastante obvia. Dice en el prólogo el amigo que le dio la idea para componerlo: «Este vuestro libro, todo él, es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada san Basilio,... ni tiene para qué predicar a ninguno mezclando lo humano con lo divino…;no hay para qué andar mendigando… consejos de la Divina Escritura». Hay un juicio global sobre la religiosidad de la primera parte, que Cervantes coloca en labios del bachiller Sansón Carrasco: «[…] la tal historia es del más gustoso y menos perjudicial entendimiento que hasta agora se haya visto, porque en toda ella no se descubre, ni por semejas, una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico». Y apostilla don Quijote: «A escribir de otra suerte, no fuera escribir verdades sino mentiras» (Cervantes II, III). Y poco antes había dicho Sancho: «[…] que si hubiera dicho de mí cosas que no fueran muy de cristiano viejo, como soy, que nos habían de oír los sordos» (Cervantes II, III). Ese era el juicio de Cervantes sobre su novela, incluida la valoración religiosa de la misma que en él se encierra. El propio Sancho sostiene que, «cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente, en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia católica romana» (Cervantes II, VIII). Del innegable carácter religioso es la primera tanda de consejos (Documentos que han de adornar tu alma), que don Quijote ofrece a Sancho en vísperas de ser gobernador: «Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio, no podrás errar en nada... Muéstrate piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia» (Cervantes II, ILII). Esta vez es el propio Cervantes quien comenta, al principio del capítulo siguiente: «¿Quién oyera el pasado razonamiento de don Quijote que no le tuviera por persona muy cuerda y mejor intencionada?» (Cervantes II, ILIII). Tras la segunda tanda de consejos, Sancho, abrumado por su incapacidad reconocida para ser gobernador, confiesa: «Si a vuesa merced le parece que no soy de pro para este gobierno, desde aquí le suelto; que más quiero un solo negro de la uña de mi alma que a todo mi cuerpo…; y si se imagina que por ser gobernador me ha de llevar el diablo, más me quiero ir Sancho al cielo que gobernador al infierno». Y ahora es don Quijote quien elogia la actitud edificante de su escudero: «Por Dios, Sancho —dijo don Quijote—, que por solas estas últimas razones que has dicho, juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas» (Cervantes II, XLIII). Con diversos autores pienso que Cervantes es un laico comprometido, desde su profesión de escritor profano, en el quehacer evangelizador de la Iglesia católica postridentina. Por esta razón, asume la responsabilidad evangelizadora sentida vivamente por los escritores laicos de la España, que, especialmente en tiempos de Felipe II, había vivido el siglo XVI comunitariamente empeñada en la tarea de cristianizar América. Interesante resulta la escena en que don Quijote ruega que le dejen solo porque quería dormir un poco. Después de más de seis horas, como gran contemplativo, despierta exclamando: —¡Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres. Sorprendida la sobrina, le insiste que le aclare su pensamiento en alta voz, a lo que le responde Don Quijote: —Las misericordias, sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, […] que quiero confesarme y hacer mi testamento. M. M. Andrés subraya el objetivo de la mística hispana de ver la celestial belleza en el hombre unido a Dios, transformado en él, trasunto de su hermosura, ideal supremo de la misma. Don Quijote concibe a Dulcinea como ideal de belleza y Cervantes a don Quijote como ideal de la caballería. Establece un paralelismo: «si Cervantes condensa al hombre en Don Quijote y Sancho, los místicos, en la persona integrada y en sus acciones más llamativas y aparentemente más características» (Andrés 1994: 447).
Espiritualidad española e hispanoamericana Para Claudio Sánchez Albornoz, la Reconquista ha sido clave en la historia de España. Tres fueron las tareas o misiones desempeñadas a lo largo de ocho centurias: conquistar, poblar y evangelizar. Esta triple misión termina por dotar a la nación española de una mística, de un espíritu colectivo militante del que participan autoridades y súbditos. Los Reyes Católicos culminaron esta obra de largo aliento que marcó la idiosincrasia de España y de su proyección en América. Los Reyes completan la obra mediante la pacificación interior, al lograr el orden frente al bandolerismo, al asentar su principio de autoridad, y al terminar la reconquista con la toma del reino de Granada en 1492. Paralelamente, llevaron a cabo un programa de renovación de la iglesia por medio del nombramiento de obispos, eligiendo a los de mayor condición intelectual y moral, con el establecimiento de la Inquisición en 1478, la expulsión de los judíos en 1498, y la reforma de la vida de los clérigos y religiosos. Su celo por la reforma les valió el título de católicos por parte del Papa Alejandro VI en 1496. Conviene resaltar el sentido misional vivido como identidad de un reino que se proyecta. Isabel la Católica, ayudada por Fernando, prudente y sobresaliente líder, supo galvanizar los ánimos de los castellanos en una empresa colectiva entusiasta de la que todos se sentían gozosamente responsables Así nos lo manifiesta Andrés: Un hecho significativo comienza a producirse en España en los últimos años del siglo XV: el despertar de la conciencia de grupo, que se manifiesta en la valoración de sus acciones frente a las de los antiguos y los extraños, en una confianza cada vez mayor en sus descubrimientos y experiencias. El español toma conciencia cada vez más clara de haber pasado de un estado colectivo de desesperanza, resignación y recepción, al de una decidida voluntad de emprender, de realizar, de descubrir, de expandirse. (Andrés 1977: 5) La toma de Granada, fin de la Reconquista o Cruzada Occidental, fue considerada como una compensación a la pérdida de Constantinopla en 1453 por los turcos. De igual modo, América será vista como un premio para la iglesia en recompensa de tamaña pérdida. La historia de América no se entiende desconectada de la teología. El mismo proyecto colombino fue analizado por la Junta de los Reyes Católicos, formada preferentemente por teólogos. Descubridores, conquistadores, pobladores y evangelizadores, por el mero hecho de ser cristianos, poseían una teología implícita y fueron chequeados en su teología práctica por teólogos moralistas. Reyes y papas, virreyes y arzobispos, gobernadores y prelados, alcaldes y párrocos, regidores y doctrineros fueron contemplados en el espejo del Evangelio y el discernimiento de la moral. La plenitud teológica vivida en la Península Ibérica se proyectó en intrépidos misioneros que desplegaron una gran creatividad a la hora de aplicar su alto nivel teológico y celo por la misión en una realidad nueva. De igual modo, la gente del común, los fieles cristianos llevarán su trasfondo religioso a sus lugares habituales de trabajo, concretándose en cofradías, hermandades, devociones populares. La espiritualidad creó una conciencia clara de fe militante que traspasó la vida española y superó los moldes italianos y clásicos, la herencia judía y musulmana (Andrés 1994: 74). El mismo Cervantes se convierte en el portador de estos sentimientos: «Se verá España entera y maciza en la religión cristiana, que ella sola es rincón del mundo donde está recogida y venerada la verdadera verdad de Cristo» (Cervantes 1965: 1661). Por ello, Fernando Rielo consideraba que Cervantes da el paso de la novela a la mística, más allá de una ética religiosa (Rielo 1982: 152). Es una época de grandes santos. Tomás de Villanueva, Ignacio, Juan de Dios, José de Clasanz, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Juan de Ávila, Pedro Calver, Francisco Solano, Luis Beltrán, Toribio Mogrovejo, Francisco Javier, Mártires del Japón, Pascual Bailón, Alonso Rodríguez, Alonso de Orozco, Simón Rojas, Miguel Mañara […] Tal floración cristiana impregna todos los sectores sociales como el mismo arte: arquitectura isabelina, plateresco, manierismo, barroco. Como dice el historiador F. Martín, «El barroco es como una explosión de alegría y del triunfo de la fe, que si del Renacimiento retiene la alegre seguridad de la vida terrestre, del manierismo anterior recoge la profundidad cristiana y la tendencia a lo trascendente» (Martín 1982:125). Como toda novedad y todo encuentro, este también supuso —en términos generales— una inyección de ilusión colectiva que se concretó en una desbordante creatividad tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Fray Luis de León, consciente de la densidad histórica del momento, en su célebre obra Los nombres de Cristo, anotó: «Y lo que pasó entonces, en toda la redondez del orbe romano, pasó en la edad de nuestros padres y pasa ahora en la nuestra, y por vista de ojos lo vemos en el mundo nuevamente hallado; en el cual, desplegando por él su victoriosa bandera la palabra del Evangelio, destierra por doquiera que pasa la adoración de los ídolos». Santa Teresa de Jesús se hace portavoz de la benéfica influencia de misioneros que, como el Alonso Maldonado de Buendía, vienen a América y regresan a España renovados en su espíritu misionero: Comenzóme a contar de los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina e hízonos un sermón y plática animando a la penitencia, y fuese. Yo quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas que no cabía en mí: fuime a una ermita con hartas lágrimas, clamaba a nuestro Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún alma para su servicio [...]. Había gran envidia a los que podían por amor de nuestro Señor emplearse en esto aunque pasasen mil muertes. Y así me acaece que, cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen, pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer. ( Santa Teresa de Jesús 1977: I, 7) El humanismo y antropocentrismo de la cultura renacentista permiten ubicar las constantes de la teología (doctrinal y pastoral) en América : la preocupación por defender la humanidad de los indios y la igualdad de derechos con los blancos (reconociendo al mismo tiempo la general incapacidad para percibir esto mismo en el negro y, en consecuencia, denunciar su esclavitud); el carácter utópico de propuestas que tendía a configurar la naciente iglesia de las Indias como si fuese el renacimiento de la iglesia primitiva («nueva cristiandad de las Indias» repetía Santo Toribio); la preocupación por incluir las cuestiones y problemas de la vida cotidiana en la temática habitual de la reflexión teológica académica. Por todo ello, se hizo evidente lo que continuamente repetía José de Acosta: «Por tanto, si no hay algunos teólogos insignes y acabados que guíen a los demás y los alumbren con el resplandor de su doctrina, sin duda toda la causa de la religión sufrirá gran detrimento en las Indias» (Acosta 1987: XXIV, XI, 95). Tal es el parecer de Cervantes: «Estos tales libros como la Luz del alma de Felipe Meneses, aunque hay muchos, son los que se deben imprimir, porque son muchos los pecadores que los usan y son menester infinitas luces para tantos desalumbrados» (Cervantes II, LXII)
Conclusión: «Don Quijote sin Mancha»
Ricardo Palma nos recuerda nuestro simpático e irreverente tradicionalista que uno de los ejemplares de El Quijote de 1606 era para Santo Toribio. Pero el santo arzobispo ya había descansado en paz, pues había fallecido meses antes, en el norte de Perú: él fue el Quijote de carne y hueso de Perú, y su Sancho es Sancho Dávila, el escudero del prelado Mogrovejo por 52 años, desde el tiempo en que le sirvió cuando fue nombrado inquisidor en Granada. La aparición del célebre caballero fue retratada así por un cronista anónimo, citado por Leonard:
[...] asomó por la plaza el Cavallero de la Triste Figura don Quixotte de la Mancha, tan al natural y propio de cómo le pintan en su libro, que dio grandissimo gusto berle. Benía cavallero en un cavallo flaco muy parecido a su Rozinante, con unas calcitas del año de uno, y una cota muy mohoza, morrión con mucha plumería de gallos, cuello del dozavo, y la máscara muy a propósito de lo que representaba. Pero no solamente desfilaron por Pausa el caballero y su escudero; lo hicieron también algunos personajes de la obra, como el cura y el barbero y la princesa Micomicona. Como se ve, la recepción que tuvo el Quijote en estas tierras fue muy favorable. Tanto el hidalgo como su fiel escudero se convirtieron en personajes muy populares, que nunca dejarían de hacerse presentes en las mascaradas y desfiles coloniales. (Palma 1952: 51-55)
La aventura de don Alfonso Toribio Mogrovejo nos lleva a pensar en la inmortal obra cervantina; el hidalgo quijotesco de la Tierra de Campos, con su escudero Sancho Dávila y su rocín de nombre volteadora, hizo posible el sueño de Cervantes, hizo real la utopía indiana que Vitoria y la Escuela Salmantina diseñaran en las cátedras universitarias. Si el documento postsinodal Ecclessia in América señala rotundamente que «la expresión y los mejores frutos de la identidad cristiana de América son sus santos» (n. 14). Toribio y Sancho Dávila encarnaron, con sus acciones, dos figuras literarias, auténticos ejemplos de imitar en la vida real, y confirmaron la siempre actual espiritualidad quijotesca.
Bibliografía ACOSTA, José de 1987 De procuranda indorum salute. Madrid: Consejo superior de investigaciones científicas. ALBORG, Juan Luis 1983 Historia de la literatura española. Vol. II. Madrid: Gredos. ANDRÉS, M. 1977 Historia de la Teología Española en el siglo XVI. Tomo II. Madrid: BAC. 1994 Historia de la mística de la edad de oro en España y América. Madrid: BAC. 1996 Los místicos de la Edad de oro en España y América. Antología. Madrid: BAC. CERVANTES, Miguel de 1965 Persiles y Segismunda. Madrid: Aguilar. GARCÍA DE LA SANTA, T. 2005 La Mancha y Don Quijote (Manuscrito) MORÓN, C. 2005 Para entender el Quijote. Madrid: Rialp. MUÑOZ, S. 1989 Lo religioso en el Quijote. Toledo: Estudio Teológico de San Ildefonso. PALMA, R 1952 «Sobre el Quijote en América» Tradiciones peruanas completas. Madrid: Aguilar. PFANDL, L 1933 Historia de la literatura nacional española en la Edad de Oro. Barcelona: Gili. RIELO, F. 1982 Teoría del Quijote. Su mística hispánica. Madrid: Porrúa. RIQUER, M. de 1970 Aproximación al Quijote. Madrid: Salvat. SÁNCHEZ-GEY, J. 1997 «El Quijote de Fernando Rielo: Una nueva visión literaria». Religión y Cultura. n.º XLIII, pp. 395-403. SANTA TERES DE JESÚS 1977 Libro de las fundaciones 1515-1582. Madrid: Rialp.
LA CRUZ en el Museo de la Cultura Peruana
En mi reciente visita al Museo de la Cultura Peruana me detuve a contemplar nuevamente la fuerza plástica de los artesanos peruanos de la cruz del camino. El pasado mes de mayo, con motivo de la fiesta de la cruz, se organizó una muestra con trabajos de artistas tradicionales de Ayacucho, Cusco, Piura y Lima con el título de Homenaje a las cruces tradicionales del Perú.
La cruz como símbolo religioso para el cristianismo data desde su reconocimiento como religión oficial del imperio romano de oriente por el emperador Constantino. Símbolo predilecto para representar a Cristo y el misterio de la salvación humana, en el mundo andino adquiere una diversidad de formas y usos, conforme a las fechas del calendario litúrgico como la Semana Santa o el Día de la Cruz, pero también en fiestas como los carnavales o las zafas casas. Las cruces se adornan según la ocasión, mayormente provistas de los motivos simbólicos de la pasión de Cristo.
La exposición fue curada por el imaginero ayacuchano César Urbano Chipana y exhibió obras suyas y de los artistas Teófilo Araujo Choque, Marcial Berrocal Evanán, Néstor Castro Ríos, Luis Gerardo Paredes, José Ipanaqué Ramírez, Arístides Quispe Lope y Tater Camilo Vera Vizcarra. Varias siguen expuestas y les invito a contemplarlas.
Les confieso que siempre que las contemplo me vienen a la mente y al corazón los versos del Stabat Mater:
"Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more,
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda,
en el día del juicio…
GRAN VIGILIA DE LA INMACULADA EN LIMA, LUNES 7, 8 p.m.
GRAN VIGILIA DE LA INMACULADA
¡María, Madre de Misericordia!
Lunes 7 de diciembre
8 p.m. – 10 p.m.
Iglesia de la Encarnación (MM. Agustinas),
Av. Brasil 1778 (Cruce con Bolívar) Pueblo Libre
Comprende el rezo del Rosario (comentado en sus cinco misterios por cinco laicos), lecturas y canciones marianas, sacramento de la confesión y Santa Misa
Busca movilizar a los laicos a través de la Inmaculada. Se quiere colocar su imagen en oficinas, tiendas, colegios, en la calle para contribuir a crear un ambiente limpio, espiritual. Otro objetivo es llevar a los jóvenes a Cristo (confesión, comunión) a través de la Virgen. Un paso más es suscitar nuevos cristianos y nuevos militantes.
El presente año recoge las grandes celebraciones eclesiales sobre la vida consagrada, el Sínodo sobre la familia y el inicio del jubileo de la Misericordia.
Presidirá la celebración el P. Carlos Rosell, Rector de la Facultad de Teología. La motivación laical la dará José Antonio Benito, director del movimiento organizador. Secundando una iniciativa del Siervo de Dios P. Tomás Morales, S.J., en Madrid, se quiere tributar un homenaje a la Inmaculada en la víspera del gran día de su fiesta. Están invitados cordialmente todos los fieles. Organiza: Milicia de Santa María, en unión de Laicos en Marcha y Catequesis de Adultos del Arzobispado de Lima.
TRES GRANDES BENEFICIOS DE LA CRUZ: Nuestra salvación, nuestra santificación, nuestro Amor
DESARROLLO
MUSEO ANDRÉS DEL CASTILLO: “Y AL SÉPTIMO CELEBRÓ”
MUSEO ANDRÉS DEL CASTILLO: "Y AL SÉPTIMO CELEBRÓ"
Porque parece imposible aplicarle al ingeniero Guido del Castillo "al séptimo descansó" bíblico. Han pasado siete años desde la fundación de la Asociación y el Museo "Andrés del Castillo" en honor a su llorado hijo. Y ha logrado convocar a personalidades del mundo de la cultura, de la ingeniería, del periodismo para agradecer, para celebrar y para seguir trabajando.
Comenzó el evento de este jueves 5 de noviembre a las 6 de la tarde con las gozosas palabras del Ingeniero Guido en el que nos compartía esperanzadoras realidades: La restauración de Paraíso, Cerro Culebras, Huaca Rosada, el apoyo a la biblioteca de geología y mineralogía de la UNI, la presentación del libro "Maravillas del mundo", exposiciones como "Forma y color"…A continuación dio espacio a su habitual gesto solidario con la presentación de la ONG "Anka wasi" y su obra "Casa del Águila" que ha logrado atender a más de 600 niños y jóvenes en tierras del Cusco y Abancay. Seguidamente se presentó e inauguró la obra pictórica de Aquiles Ralli, discípulo de Sabogal. Vino después un momento musical de una joven talento de la canción. Por último se nos informó de la compra de una nueva colección de minerales y se nos invitó a contemplarla al ritmo de la agrupación de sikuris de la UNI y brindando con un buen vino en su honor.
La masiva afluencia de invitados y amigos era el testimonio de la gratitud y admiración por esta gran obra benéfica con un decidido empeño por reunir y mostrar una de las mejores colecciones de minerales del mundo, así como un compromiso con el patrimonio cultural del Perú creando puentes y lazos de solidaridad con los más necesitados.
Podríamos recrear el relato de la creación: el primer año, el segundo…y el séptimo descansó una tarde para compartir y celebrar con los amigos. Y al día siguiente: a investigar, publicar, mostrar, educar.
Gracias, Ing. Guido del Castillo, gracias Lic. Ana Mújica, gracias a todo este equipo que apuesta decidido por un desarrollo cultural y solidario del Perú.
CEPAC-UCSS
«RENOVACIÓN EN CONTINUIDAD. A LOS 50 AÑOS DEL VATICANO II» del Dr. Gustavo Sánchez
«RENOVACIÓN EN CONTINUIDAD. A LOS 50 AÑOS DEL VATICANO II»
DR. GUSTAVO SÁNCHEZ ROJAS
Lima, 2015, 248 pp
PRESENTADO POR: P. Carlos Rosell De Almeida.
P. Fernando Janssen Frasson.
FECHA: 19 de noviembre del 2015, de 11.45 a 12.30
LUGAR: Aula Magna Cardenal Juan Landázuri Ricketts
El día de la presentación el libro se venderá (por única vez) a: S/.20.00 soles.
En el prólogo el P. Carlos Rosell nos indica que "es una gran aportación al conocimiento del Vaticano II" y cómo el autor expone con "claridad, objetividad y rigor teológico" temas fundamentales y centrales vinculados con las cuatro constituciones conciliares, revalorizando la misión de los laicos en la Iglesia y su enfoque de fe. Cabe resaltar de modo concreto y local el capítulo dedicado a sintetizar y valorar cómo la renovación teológica conciliar se concretó y plasmó en las aulas de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, institución que ha nutrido al autor y a la que se ha dedicado de modo casi exclusivo.
Son artículos nacidos al calor de la investigación y fruto de su magisterio en cursos de formación para el clero y para los laicos. Aunque surgidos en momentos y lugares distintos, tienen como clave la "renovación en continuidad" que se ofrece como título de la obra.
Ahora que estamos celebrando los 50 años de la clausura del evento decisivo de nuestra iglesia contemporánea, la mirada aguda, reposada, segura del que es miembro de la Comisión Teológica Internacional, nos ayudará a contextualizar teológicamente el Concilio y a profundizar en la audacia, hondura y profetismo de sus textos. Lo recomiendo especialmente para los profesores de filosofía y religión.
ENTREGA DEL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO “CARDENAL JUAN LANDÁZURI RICKETTS” 2015
Crónica breve personal
El célebre periodista Phillips Butters fungió de maestro de ceremonias, quien como excelente comunicador nos compartió su fe con una anécdota calentita; resulta que no ubicaba la sede de la CEP y apurado se dirigió a un carro porque vio que lo manejaba un sacerdote, le solicita ayuda para llegar y el Padre –Carlos Rosell- le dice: "¡Súbete compadre, yo te llevo!", En el trayecto de 5 minutos le obsequió con su librito de "Un ratito con Dios" y Phillips vio "a Diosito" con gesto tan entrañable. Nos habló con gracia y maestría de la grandeza de nuestra fe y se encargó de presentar al premio y al premiado.
Seguidamente Monseñor Ricardo García –quien estaba acompañado por Monseñor Raúl Chau y Monseñor Carlos García- motivó la importancia del premio, agradeció y felicitó a los premiados, compartiéndonos una crónica de los momentos más relevantes de nuestra Iglesia a lo largo del 2015. Nos animó a todos a valorar lo positivo de la noticia, el saber dar razones de nuestra fe y el seguir uniendo fuerzas para potenciar el servicio desde la CEP.
A continuación, pudimos contemplar el espectacular video-semblanza del Cardenal Landázuri, titular de los premios, elaborado por la "Comisión Iglesia en diálogo con la sociedad".
En el evento se hicieron presentes tanto los ganadores como las instituciones que los respaldaban, cabe destacar la presencia de Nicolás Lucar, conductor del Programa Punto Final que ganó en la persona de la periodista Marisol Choquehuanca el premio de Televisión ,Categoría Catequético –Religioso.
Vino a continuación la premiación tal como se indica en la nota, concediendo unos minutos a cada premiado para agradecer. Yo aproveché para recordar a las instituciones en que laboro, UCSS, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima representada por su Rector, la Facultad de de Teología Redemptoris Mater. Agradezco la presencia de PAX, Jn 19, Oficina de Promoción e Imagen institucional de la UCSS para cubrir el evento. De igual manera, la gran acogida de la Comisión Organizadora, quien al concluir todo nos invitó a un sustancioso ágape acompañado de deliciosa música ambiental en el jardín de la CEP. La verdad que se creó un ambiente muy familiar, propicio a convocar a los presentes a HACER ALGO MÁS en el día a día. Dios lo quiera.
HOY SE REALIZÓ LA ENTREGA DEL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO "CARDENAL JUAN LANDÁZURI RICKETTS"
En un ambiente de celebración, esta mañana se realizó la entrega del Premio de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2015, organizado por la Comisión Episcopal Iglesia en diálogo con la sociedad para reconocer a los periodistas y estudiantes que a través de sus producciones y trabajos resalten la labor de la Iglesia y los valores y dignidad de la persona. Los ganadores del Premio Cardenal Juan Landázuri 2015 son: En Prensa escrita, en la categoría libre el reportaje "Un Pastor venido de África" publicado en el Suplemento Domingo, del diario La República, cuyo autor es el periodista Renzo Iván Gómez Vega. En la categoría catequético-religioso ocupó el primer puesto el reportaje "Canto y Sotana: a 40 años de la muerte de Fray José Mojica" publicado en la revista Variedades del diario Oficial "El Peruano" y cuyo autor es el periodista Marcelino Aparicio Jiménez.
El reportaje "Francisco y su gira por las Américas" del periodista Gastón Gaviola publicado en el diario "Correo" de Lima obtuvo una "Mención Honrosa".
En Radio, en la categoría libre ganó "Entrevista a Santa Rosa de Lima" de Ricardo Morris Riofrío, de Radio Santa Rosa. En la categoría catequético-religiosa obtuvo el premio "Dominicos que escribieron la Historia del Perú" de Sociedad Dominica de Medios de Comunicación, de Abel Flores. En tanto, en la categoría universitaria el ganador fue "Construir un mundo mejor", de Santiago Hernán Guidazio, de Radio de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
En Televisión, en la categoría catequético-religiosa, fue galardonada la periodista Marisol Choquehuanca, por el reportaje sobre "El rostro de los santos peruanos" difundidos en el programa "Punto Final". Mientras que en la categoría libre se hizo acreedor al premio el reportaje "La buena educación" difundido en el programa "Cuarto Poder" de la periodista Valeria Vázquez de Velasco. En la categoría universitaria, hubo un empate entre las producciones "Un solo corazón" de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo y el reportaje "Los Pinto" de alumnos de la Universidad San Martín de Porres.
Mientras que la periodista Gina Hernández del canal Latina obtuvo una "Mención Honrosa" con el reportaje "El verdadero rostro de San Martín de Porres" difundido en el programa "Reporte Semanal". En Internet, en la categoría catequético-religiosa ganó el premio el portal de noticias "Perú Católico".
Asimismo, durante la ceremonia se entregó la Placa de Honor Cardenal Juan Landázuri Ricketts al reconocido comunicador y profesor universitario, Dr. José Antonio Benito, en reconocimiento a su destacada trayectoria como comunicador, profesor universitario e investigador, divulgando la Historia de la Iglesia en el Perú durante veinte años a través de publicaciones, programas radiales y televisivos.
http://www.iglesiacatolica.org.pe/cep_prensa/archivo_2015/desarrolloinformacion_131115.htm#ce1
Seda y oro para la gloria de Dios en la Catedral de Lima
Emma Patricia Victorio Cánovas Seda y oro para la gloria de Dios. Los ornamentos litúrgicos de la Basílica Catedral de Lima'. Comisión Episcopal de Liturgia del Perú y Museo de Arte Religioso de la Catedral de Lima, Lima, 301 pp
Monumental obra que llena un vacío en su género, pues presenta por vez primera la historia, la descripción de la reducida pero valiosa colección de ornamentos litúrgicos de la catedral de Lima.
El libro se abre con la presentación del Sr. Cardenal Juan Luis Cipriani y el prólogo de Mons. Raúl Chau, presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia del Perú.; en el mismo se nos indica que el libro es "fruto de una feliz coincidencia: el permanente esfuerzo de la Iglesia, en especial de la Basílica Catedral de Lima, por conservar sus tesoros y el interés de la autora en el conocimiento y conservación del patrimonio artístico peruano, en particular del patrimonio textil virreinal" (p.13). Añade con gran razón cómo la obra contribuye a ampliar el concepto del patrimonio al reconocer los ornamentos litúrgicos –tejido, bordado, vestido- como obras de arte de primer orden. Estas prendas, que sirvieron a diario en los oficios sacros hasta la década de 1960, se "guardan celosamente en la cajonería de sacristía". Hay que agradecer, por tanto, que salgan a la luz con la belleza y ornato añadidos por la calidad de la foto del maestro Daniel Giannoni, la edición de Elid Rafael Brindis y la impresión de Arteta.
Martha Barriga Tello –directora de tesis de la autora- en su "estudio introductorio" nos adentra en la rica tradición textil del arte peruano, en el vestuario litúrgico virreinal y en la pericia de la autora para contextualizar y describir.
El primer capítulo se dedica al estudio de los ornamentos litúrgicos, vestidos (amito, alba, cíngulo, sobrepelliz, roquete; casulla, dalmática, tunicela, capa pluvial; guantes, sandalias), insignias (estola, manípulo, palio, humeral, mitra, báculo, anillo, cruz pectoral. El segundo a su tecnología: materia prima (seda, lino, algodón, hilos de oro y plata, telas (tafetán, brocatel, damasco, faya, lamé, lampazo, muaré, raso, tapiz, terciopelo, sarga), herramientas de bordado (agujas, tijeras, dedal, bastidor, perforador). El gremio de los bordadores. Tipos de bordado. Confección del ornamento litúrgico. El capítulo tres se dedica a los colores litúrgicos y la iconografía, con una exhaustiva lista: ángel, árbol, concha, corazón, cordero, crismón, cruz, espiga, flor, granada, hoja de acanto, jarrón con flores, laurel, crismón, olivo, palmera, paloma, pavo real, pelícano, vid. El cuarto se centra en el meollo de la obra, el programa iconográfico de la indumentaria litúrgica n la Basílica Catedral de Lima; se describe con precisión la casulla de los apóstoles, la de las palmeras, todo el conjunto ornamental (casulla, estola y capelo, faltaron las cáligas) de Santo Toribio, el terno (capa pluvial, casulla, manípulo, bolsa de corporal)de raso de seda roja, terno blanco de raso, conjunto de terciopelo rojo, casulla de luto, casulla del triunfo de Cristo, casulla del Cordero Divino con ángeles, casulla del "Agnus Dei". Al final se incluye como anexo las Ordenanzas del gremio d bordadores de esta capital (1797)
La autora es magíster en Arte Peruano y Latinoamericano y candidata a doctora en Historia del Arte por la Unidad de Postgrado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (FLCH) y directora del Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Auténtica maestra y experta en su materia como puede verse en numerosos artículos como el http://sociales.unmsm.edu.pe/web/nuevacoronica/images/stories/n.2.2013/N.%202.%202013.%20Victorio%20Canovas.pdf, ha sido capaz de visibilizar de modo científico y didáctico este tesoro tan bien guardado de la vestimenta litúrgica de nuestra iglesia mayor, la catedral de Lima.
El libro se vende en la Conferencia Episcopal Peruana y en la Catedral.
COLOQUIO INTERNACIONAL EL PERÚ EN LA ENCRUCIJADA DE DOS ÉPOCAS. LIMA, JUEVES 26 NOVIEMBRE
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COLOQUIO INTERNACIONAL
EL PERÚ EN LA ENCRUCIJADA DE DOS ÉPOCAS
(1680-1750)
El Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), la Casa de Velásquez (Madrid), la especialidad de Historia de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas y el Instituto Riva-Agüero (IRA) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) invitan a participar del Coloquio Internacional "El Perú en la encrucijada de dos épocas(1680-1750)". El evento se realizará los días 26 y 27 de noviembre. La primera fecha en el local del Instituto Riva-Agüero (Jirón Camaná 459, Lima 1) y la segunda en la Sala de Grados de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, CampusPUCP. (Avenida Universitaria 1801, San Miguel), de 10:00 a.m. a 7:00 p.m.
Las últimas décadas de los Habsburgo con el reinado de Carlos II, y las primeras de la nueva dinastía borbónica en la centuria siguiente constituyen una época particularmente interesante en la que, primero, se acentúa en muchos aspectos el desmoronamiento del Estado español y, después, la nueva Corona, esencialmente ocupada por prioridades de reorganización peninsulares y urgencias de política europea, dejó para más tarde las grandes reformas que requería el relanzamiento de la enorme maquinaria del imperio americano y la necesaria renovación del tipo de relaciones que la Península tenía con ella.
Este encuentro tendrá como fin ofrecer nuevas investigaciones sobre la situación peruana en una época en la que se cierra un ciclo decisivo. Los textos presentados en este simposio tendrán como objeto analizar diversos aspectos de esa coyuntura en los campos culturales, económicos y políticos, tratando de ofrecer cada uno de ellos reflexiones que vayan más allá de los casos estudiados y que, en conjunto, permitan deslindar un retrato dinámico del país de cara a lo que le esperaba en la segunda mitad del XVIII.
Los coordinadores del Coloquio son el doctor Bernard Lavallé (Universidad de La Sorbona, París III) y la doctora Claudia Rosas Lauro (PUCP). El Comité científico-académico está integrado por Michel Bertrand (Casa de Velásquez, Madrid), Gérard Borras (IFEA), José de la Puente Brunke (IRA-PUCP), Pedro Guibovich (PUCP), Margarita Suárez (PUCP) y Carlos Gálvez (PUCP).
Entre los expositores invitados se encuentran Adrian Pearce (El Colegio de México), Juan Marchena Fernández (Universidad Pablo de Olavide, España), Ângela Domingues (Universidad de Lisboa, Portugal), Nayibe Gutiérrez (Universidad Pablo de Olavide, España), Fabio Locatelli (FLACSO, Ecuador), Elizabeth Montañez (UCLA Center for 17th and 18th Century Studies, EEUU), entre otros.
INGRESO LIBRE PREVIA INSCRIPCIÓN
Link de inscripción:
Mayores informes al teléfono 626-6600 anexo 6601-6602-6610 o a los correos electrónicos ira@pucp.edu.pe y dira@pucp.edu.pe. Visite e infórmese en nuestra página web: www.ira.pucp.edu.pe.
MÁRTIRES DE OCOPA, por el P. Jorge Cajo, OFM, guardián de Ocopa
Martirio en la vida de san Francisco y sus seguidores; recuerdo de los mártires franciscanos del Perú, especialmente de Ocopa
J. Jorge Cajo Rodríguez, OFM, guardián de Ocopa
- Introducción
El presente tema preparado con ocasión del XX aniversario del Martirio de Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowsk, nos permite dar a conocer una historia del martirio de los frailes franciscanos en el Perú, que hasta hoy, poco o nada se ha estudiado. El "martirio" es uno de los elementos esenciales de la perfección de la vida cristiana, en el que el fiel se inmola dando testimonio de su fe, y en el caso de los franciscanos como expresión de su consagración religiosa.
Todos conocemos que el término Mártir deriva del griego "martys", pero en su acepción profana, significa "testigo". Ya en los siglos II y III en la teología, este mismo término, designa a una persona que ha dado testimonio a favor de Cristo y su doctrina con el sacrificio de la vida.
El presente tema tiene dos partes, la primera tratamos de enlazarnos con el pensamiento y espiritualidad martirial en San Francisco y su empeño en alcanzar el martirio, y cómo la orden de los menores ha seguido con convicción, a través de la proclamación del evangelio. El martirio es ante todo, expresión del espíritu misionero, evangelizador, y que tiene como transfondo la propia experiencia personal de San Francisco y de la Orden (fraterna); en un segundo momento, tocaremos el martirio de los franciscanos en el Perú, de un listado de más de setenta mártires, de los cuales hemos considerado a algunos, para nosotros los más significativos, mencionamos a los primeros mártires de la evangelización en la selva peruana, en la que sobresale la figura del Fr. Jerónimo Jiménez, 1637, y en último lugar, el martirio del Fr. Crisóstomo Cimini, misionero que después de la clausura del convento de Ocopa, en 1824, entró ayudar en las misiones al único franciscano que permaneció en ella, Fr. Manuel Plaza, en 1840, su martirio sucederá en 1852.
Además consideramos el martirio del Padre Manuel Biedma, el misionero por excelencia en la selva, en el siglo XVII, e igualmente cuando después de un trabajo arduo por parte del fundador del convento de Ocopa, las misiones sufren un fuerte revés con la sublevación de Juan Santos Atahualpa (1742) consignamos el martirio de los padres Domingo García y compañeros (1742) yManuel Albarrán y compañeros (1747) en su afán de predicar el evangelio.
I. Martirio en la vida de San Francisco y de sus seguidores
San Francisco de Asís es una de las figuras más relevantes de la historia de la humanidad y de sobre todo de la historia de la Iglesia. Cuando uno estudia la vida de san Francisco y la relación que tiene con el martirio, nos encontramos con una realidad totalmente asombrosa, ya que ella tiene relación con la acción evangelizadora, con la misión.
Así podemos descubrir en la primera fuente biográfica, de Celano, y sólo él, nos cuenta que Francisco había tratado de llegar a Tierra Santa bastante antes de 1219. Su primer intento, lo había hecho por el mar. "En el año sexto de su conversión", se habría embarcado en una nave para atravesar el Adriático, alcanzando las costas de Dalmacia, donde supo que difícilmente, habría salidas para Siria. Entonces volvió a Italia. (Cf. 1C 55). El segundo intento, en su deseo de alcanzar el martirio, recorrió los caminos de Italia y Francia, a lo largo de las costas del Mediterráneo, y alcanzado así España, con la intención de llegar a Marruecos y convertir al califa Mohamed-ben-Nasser, que había sido derrotado en las Navas de Tolosa. Una vez más, Francisco no culminó su viaje, porque la enfermedad le obligó a regresar a Italia. (cf. 1C 56)[1]
Sobre el martirio de san Francisco afirma R. Manselli: "que es interesante advertir que la finalidad de estos viajes no es la peregrinación sino el martirio. Y aquí es oportuno recordar cómo desde el siglo XI en adelante y como consecuencia de la cruzada -son muchos los elementos que apuntan en esta dirección- vuelve a aflorar vivamente la idea del martirio y a ser grandemente valorado"[2].
El monacato, en todas sus facetas, tendía a presentarse como el martirio cotidiano, el martirio continuo de la penitencia y de la mortificación, que de este modo sustituía al de la sangre. De ese modo se elaboró una teoría de la vida monástica como martirio, con una gradualidad que iba de la ascesis a la muerte por Cristo predicando su fe. Con las cruzadas se retoma profundamente y revive la mística del martirio.
Otro punto importante en la vida de san Francisco y de la Orden, es justamente el año de 1219. La fraternidad reunida en capítulo, programó en serio la evangelización de los infieles, y se formó cuatro grupos: que deberían llevar el mensaje de paz a los tres frentes de contienda entre cristianos y musulmanes:
Marruecos: a donde se dirigieron los primeros mártires;
Siria: dirigida por Elías;
Egipto (Damieta) dirigida personalmente por Francisco
Túnez: dirigido por el hermano Gil.
Fruto de esta expedición del 1219, está la famosa entrevista de Francisco con el Sultán. Jacobo de Vitry añade que, al despedirse con todos los honores, le dijo el Sultán: "ruega a Dios que se digne manifestarme aquella ley y aquella fe que más le agrada a Él".
Otro testimonio claro y evidente es el Capítulo 16 de la RnB, (1221). Este capítulo puede considerarse como el resultado de las cuatro experiencias misioneras enumeradas. Cada una aportó lecciones útiles para el futuro. Los de Túnez fueron obligados a regresar. Los de Marruecos en su afán de conseguir el martirio, primero fueron maltratados y encarcelados, en Sevilla y cuando lograron llegar a Marruecos fueron decapitados un 16 de enero de 1220. Al tener noticias de sus martirios Francisco exclamó: "ahora tengo cinco verdaderos hermanos menores". La misión de Siria echó raíces sin dificultad en las tierras controladas por los cruzados.
Sobre este capítulo, podemos valorar[3]:
- Que La vocación misionera, la de ir entre infieles, al igual que la vocación evangélica es también inspiración divina. Es un llamamiento especial que da al hermano un verdadero derecho a realizarlo. Por eso enseñaba que "la obediencia más perfecta de todas, en que no tiene parte la carne ni la sangre, es aquella por la que se va, por divina inspiración, entre los infieles, bien sea para salvar al prójimo, bien por el deseo del martirio. Pedirla lo consideraba cosa muy grata a Dios". (2C 152)
- Que la vocación misionera es vista exclusivamente como vocación al martirio, así lo expresan las antiguas fuentes franciscanas, lo viajes de Francisco tienen esa finalidad. Tanto el texto bíblico introductorio como, sobre todo, los que se añaden al final del capítulos tienen un sentido martirial.
Pero Francisco considera semejante disposición como una actitud que debe ser común a todos los hermanos, no sólo a los misioneros: "Y todos los hermanos, donde quiera que se hallaren, recuerden que se entregaron a sí mismos y abandonaron sus cuerpos al Señor Jesucristo; por amor suyo han de exponerse a los enemigos visibles como invisibles…" (RnB 16,10s). Más tarde escribirá san Buenaventura: "Los que piden ser recibidos en nuestra Orden, han de venir dispuestos para el martirio"[4].
Todo esto nos enseña que en San Francisco no influyó la fascinación del martirio en sí mismo y por sí mismo, sino como consecuencia posible, que había que afrontar valerosamente, en una acción misionera para convertir a los infieles. Ésta es la impresión general que produce tanto el comportamiento del santo, como su actitud personal que excluyó hasta el más mínimo gesto provocativo o desafiante, esto quedó de manifiesto en el Capítulo 16, la misión debe darse en dos tiempos: el de vivir espiritualmente o de vivir entre los hombres y en el momento oportuno anunciar la palabra. (RnB 16, 6-7)
Los seguidores de Francisco lógicamente están empapados de toda esta enseñanza.
En la historia ha habido tiempos, o, oleadas de mártires, el tiempo de las cruzadas, en la lucha entre cristianos y musulmanes: mencionamos a los Mártires de Marruecos, pero también murió Ramón Lulio, en Túnez, (1315). Él enseñó a comprender el Islam, además de ser un gran conocedor de lengua. También hubo mártires en tiempo de la reforma (s. XVI), en Inglaterra: el beato John Forest, en los Países Bajos y otros lugares.
Igualmente, cuando se evangelizó el oriente, la difusión de la fe le valió la muerte a san Pedro Bautista y a sus numerosos compañeros en 1597 en Nagasaki (Japón). El imperio nipón multiplicaría los santos mártires franciscanos, religiosos y laicos terciarios entre los años 1617 y 1632. La revolución francesa (1789) será el nuevo lugar de enfrentamiento no sólo de las antiguas y nuevas ideas en cuestión política, sino además ocasión para dar testimonio de la pureza de la fe. La última generación de mártires franciscanos pertenece al Siglo XIX. Desde Juan de Triora, estrangulado en Tchang Cha, en Kiansi (China), en 1816, hasta las víctimas de los boxers, que asesinaron a dos mil cristianos, entre ellos dos obispos franciscanos. Entra en el listado Maximiliano Kolbe, muerto en campo de concentración de Auschwitz[5].
II. Mártires franciscanos en el Perú
Conviene indicar que la orden franciscana en el Perú tiene una presencia desde los primeros momentos de la conquista del Perú. Los primeros frailes desembarcaron, por el hoy puerto de Paita, y según refieren las crónicas, fueron doce los primeros frailes que llegaron a nuestras tierras; este hecho fue tan significativo que cuando se fundó la primera provincia franciscana en el Perú, fue nominada como "DOCE APÓSTOLES".
Sabemos igualmente que el trabajo evangelizador de todas las órdenes religiosas, durante el primer siglo de nuestra historia colonial, fue muy ardua y ésta se concentró en lo que denominamos la costa y la sierra. La selva poco o nada se hizo por su evangelización. Muchos de los autores refieren que ni los mismos Incas, fueron capaces de conquistar este inmenso territorio. Éste permaneció impenetrable.
La historia nos detalla que el primer grupo de frailes que entró a la selva fue liderado por el Padre Bolívar, que partió desde Huánuco en 1619. Al poco tiempo se destaca la presencia del P. Fr. Felipe Luyando, iqueño, quien se propuso como meta evangelizar a los panatahuas[6] (1631), partiendo desde nuestro convento San Bernardino de Huanuco.
La historia del martirio de los frailes franciscanos en nuestras tierras peruanas, y sobre todo en nuestra amazonía, se debe en gran parte a la decidida acción evangelizadora de muchos de ellos, que penetraron en lugares donde nunca otros habían ingresado, haciendo explicito el mensaje de Jesucristo: "vayan y hagan discípulos a todos las gentes y bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a guardar todo lo que yo los he mandado" (Mt. 28,19-20a.).
Nuestra historia martirial, está unida a la evangelización, por eso la mayoría de estos frailes, hombres de Dios, que en su afán de llevar a los lugares lejanos la palabra de Dios, se convirtieron en verdaderos exploradores, fueron los primeros descubrir lugares, y luego darlos a conocer, describiendo esta geografía con sus ríos y valles, y sobre todo, con sus habitantes que encontraron. Igualmente se convirtieron en verdaderos lingüistas, porque al querer tener un contacto más cercano, sintieron la necesidad de comunicar la doctrina cristina, en sus propias lenguas, esto les llevó a aprender las diversas lenguas, de las cuales compusieron vocabularios y gramáticas, algunos incluso elaboraron la doctrina, los catecismos en las lenguas de los naturales.
Esta acción evangelizadora fue desde sus comienzos cruenta, los franciscanos fuimos quienes más vidas perdimos en esta ardua labor. Con su sangre tiñeron las selvas vírgenes y los caudalosos ríos. Muchas veces fueron vidas jóvenes que violentamente quedaban truncadas extraordinariamente, muchos murieron a manos de los infieles, entre los que se destacan los shipibos, y piros que son considerados como las etnias más sanguinarias.
En total se cuenta a 72, los religiosos franciscanos que inmolaron sus vidas en manos de las tribus selváticas de nuestra amazonía peruana, sin embargo tanto P. Fr. Julián Heras[7], como P. Fr. Antonio Goicoechea advierten que la lista puede aumentar, ya que ellos mismo anotan a otros, que no necesariamente murieron a manos de los indígenas, sino de aquellos que perecieron ahogados en los ríos. Es así, que P. Julián Heras destaca a los siguientes: el P. Antonio Gallisans, que pereció ahogado en el Río Tulumayo (+1842); el P. Ramón Busquets (+ 1846), haciendo una expedición se ahogó en Urubamba; El P. Ignacio María Tapia (+1878), que murió ahogado en el río Tamaya; el P. Mauro Rodríguez, (+9-2-1967), se ahogo al atravesar el Río Yochegua, afluente del Apurimac; El P. A. Goicoechea además de los mencionados agrega a esta nomina al P. Carlos Cantella, (+1984) ahogado en el río Tambo[8].
Y aún hay más, porque A. Goicoechea a esta lista de los ahogados, agrega a la lista de los mártires a aquellos que sufrieron durante largos años la terrible enfermedad de la lepra, quienes murieron santamente como los Padres: Luis Estaper (1887-1939) P. Nicolás Giner (1876-1949) P. Bernardo García (1913-1967) y P. Santiago Santamaría (1920-1983)[9]. Apoyándose en san Pablo que dice, que los mártires completan en su carne, con alegría, la pasión de Cristo en su Cuerpo que es la Iglesia (Cfr Col 1,24)[10].
2.1 Nomina de los mártires franciscanos[11]
1. Fr. Jerónimo Jiménez (+1637)
2 P. Cristóbal Larios (+ 1637)
1. P. Matías Illescas (+1641)
2. Fr. Francisco Piña (+1641)
3. Fr. Pedro de la Cruz (+1641)
4. N N (+1642)
5. N. N. (+1642)
6. – 12 N.N.(+1657)
13-17. P. Francisco Mejía (+1670[12]) + cuatro hermanos legos más.
18. P. Alonso de Madrid (+1670[13])l
19. Fr. Antonio Acevedo (+1670)
20. P. Francisco Izquierdo (+1674)
21. Hno. Andrés Pinto (+1674)
22. P. Francisco Carrión (+1674)
23. Fr. Antonio Cepeda (+1674)
24. P. Manuel Biedma (+1687)
25. P. Juan Vargas Machuca (+1687)
26. P. José Soto (+1687)
27. Fr. Pedro Álvarez (+1687)
28. Hno. Pedro Laureano (+1687) Callao
29. P. Blas Valera (+1694)
30. P. Juan Zavala (+1694)
31. P. Francisco Huerta (+1694)
32. P. Jerónimo de los Ríos (+1704)
33. Hno. Juan Delgado (+1718)
34. Tomás de San Diego (+1721)
35. -36. P. Fernando de San José (+1724) Hno. Donado (N.N,)
37. Fr. Lucas de Jesús (+1724)
38. Fr. Tomás de San José (+1724)
39. P. Manuel Bajo (+1737)
40. P. Cristóbal Pacheco (+1737)
41. P. Alonso Del Espíritu Santo (+1737)
42. Hno. Juan De San Antonio (+1737)
43. Hno. Simón de Jesús (+1737)
44. P. Domingo García (+1742)
45. P. José Cabanes (+1742)
46. Hno. José de Jesús (Tenorio) (+1742)
47. P. Manuel Albarran (+1747)
48. Fr. Fernando de Jesús (+1747)
49. Hno. Jacobo (+1747)
50. P. Antonio Caballero (+1757)
51. P. Francisco Francés (+1763)
52. P. Roque Aznar (+1766)
53. Hno Manuel Ranero (+ 1766)
54. P. Juan de Dios Fresneda (+1766)
55. Fr. Francisco Jiménez (+1766)
56. P. Mariano Herranz (+1766)
57. Fr. Antonio Goroztiza (1766)
58. Fr. Alejandro de las Casas (+1766)
59. Fr. José Caballero (1766)
60. Hno. Manuel de Animas (+1766)
61. P. Juan de Santa Rosa (1766)
62. P. José Miguel Salcedo (+1766)
63. P. José Jaime (+1766)
64. P. José Menendez (+1766)
65. Fr. Manuel de San Pablo (+1766)
66. Hno. Andrés Bernal (+1766)
67. Hno. Mauricio de san Francisco (1766)
68. Hno. Hipólito de Jesús (+1766)
69. P. Juan Crisóstomo Cimini (+1852)
70. P. Feliciano Morentin (+1852)
71. Fr. Andrés Bertona (+1852)
72. P. José Romaguera (+1896)
III. Martirios significativos:
1. Los Proto- mártires Fr. Jerónimo Jiménez y P. Fr. Cristóbal Larios (1637)
Fr. Jerónimo de Jiménez era limeño de nacimiento. A los 23 años renuncia los bienes paternos y decide ingresar a la orden franciscana en el Convento de los Descalzos. Además tenía el titulo de Bachiller en artes y había cursado la teología. A pesar de su formación, por más que por obediencia le exigieron que se ordenase sacerdote, prefirió el estado laical.
Su labor misionera comienza, cuando por consejo de Fr. Bernardino Salas, le orienta hacia los puestos de misiones en los panatahuas. Nuestro fraile se encontraba en aquellos tiempos en Cusco, había llegado el 30 de septiembre de 1628.
Jerónimo Jiménez tuvo el privilegio de ser el compañero del P. Felipe Luyando, en la evangelización de los panatahuas. Hay que destacar que su presencia en la región fue extraordinaria, en Tarma, entre los Tinganeses, y en Tonua, como un verdadero misionero, en 1631, fundó una escuela en la que enseñaba a 50 niños a leer y ayudar a misa con éxito que, a pesar de tener que escribir el abecedario en tablillas de madera por falta de textos, según cuenta el mismo algunos aprendieron en una semana el alfabeto y con el tiempo llegaron hasta leer latín. Además él aprendió el idioma de la región. Aquí permaneció tres años. En unas de sus entradas, a los diversos lugares circunvecinos terminó perdiéndose dieciocho días.
En 1635 pasó al Cerro de la Sal en el cual por espacio de dos años conmovió las regiones de Paucartambo, del Chanchamayo y del Perené y predispuso los corazones de los indios para ser regeneradores en las aguas bautismales. Fue en esta región que un 8 de diciembre de 1737 fue martirizado.
Tanto Amich como el cronista Córdova mencionan que Fr. Jerónimo Jiménez, ingresó por el pueblo de Huancabamba en el año de 1635, hacia el Cerro de la Sal y en Quimiri (hoy la Merced) fundó el primer pueblo con capilla[14]. Que se detuvo en los valles de Huancabamba y Oxapampa, como base para entrar con seguridad a las regiones inmediatas pobladas por indígenas Amueshas y Campas. Además descubrió una ruta posible: Huánuco, Huancabamba, Cerro de la Sal[15]. Ocasión propicia para no pasar por Tarma que era monopolio dominico y además permitía estar exentos del peligro físico causada por el paso de la serranía de Jauja[16].
Fr. Jerónimo en la planicie de Cerro de la Sal hizo levantar una Iglesia con la advocación de San Francisco, allí catequizó por seis meses a los indígenas amueshas[17], y entabló una cristiandad llena de fervor infundiendo a los neófitos un nuevo espíritu y reformando sus costumbres, labor que se entendió a los campas[18] que estaban en el pueblo de Quimirí, cuyo cacique Andrés Zampati había recibido el bautismo con anterioridad por los dominicos. El cacique a los ocho meses de conocerse con Fr. Jiménez le invitó a establecer una misión en Quimirí, que fue llamada por Fr. Jerónimo san Buenaventura.
Fr. Jerónimo durante el año de 1636 no se descuidó de la enseñanza cristiana y se dedicó al estudio de la lengua campa, que aprendió con expedición y gran gusto de los indios. Toda iba viento en popa, hasta que la conducta poligámica del Cacique Andrés Zampati[19] de hacerse con tres mujeres, mereció la amonestación paternalmente de Fr. Jerónimo. A pesar de quedarse con una de ellas, Zampatí buscaría el momento oportuno para tomar venganza de lo que creía era un agravio a su persona. Su amor que tuvo al misionero se convirtió en odio mortal[20].
Fr. Jerónimo a pesar de la situación difícil, continuó su obra catequética, y una vez preparados, y no siendo sacerdote, invitó al Padre Fr. Cristóbal Larios, que estaba en Huánuco para que hiciera la celebración de los sacramentos. El cual llegó prontamente.
Zampati después de haber fracasado en un primer intento de dar muerte a los misioneros, no desaprovechó la ocasión que se le presentó cuando llegaron a Quimirí el P. Fr. Tomás Chávez, dominico, que buscaba la conversión de los infieles de aquellas comarcas, y que estaba acompañado de un grupo de soldados. El mismo informó que era fácil entrar al Perené, y visitar aquellas tierras, y que el P. Chávez hallaría buena acogida y cosecharía muy abundantes frutos; y que sobre todos los misioneros le podrían acompañar.
A pesar que conocía la verdadera intención, Fr. Jerónimo aceptó acompañar la expedición, y lo hizo para que el Padre Dominico no interpretase, como falta de caridad y envidia, además porque anhelaban la palma del martirio. El padre Tomás Chávez a los días de navegación se enfermó de gravedad, quedándose en el camino y cuando pudo regreso a Quimirí.
La caravana en la que iba Fray Jerónimo fue atacada río abajo por el Perené, en un punto, próximo a las cascadas. Los primeros en caer fueron los cinco soldados españoles. El cacique y su mujer y los balseros, saltaron al agua y a nado ganaron la orilla. Llovían las flechas hasta que murieron casi todos, menos un joven de catorce años, que mal herido pudo escapar y salvarse, sin embargo, los indios perdonaron la vida a Fr. Jerónimo, pero cuando el cacique llegó a tierra, mandó que le flechasen. Su mujer se esforzó por impedirlo, advirtiéndole que aquel Padre le había enseñado las oraciones, y su compañero le había bautizado; que ningún mal le había hecho.
Nuevamente intimó a que flechasen al fraile. Sin embargo no se animaban, en una tercera advertencia dos de los indios obedecieron: las dos saetas le dieron en el pecho, pero ninguna en el corazón.
El siervo de Dios viéndose herido, se puso de rodilla sobre los palos de la balsa; tomó en la manos el Santo Cristo, le miró con toda ternura que le inspiraba su ardiente amor, lo estrechó a su pecho con dulces lágrimas de júbilo por la dicha del martirio; luego con el crucifijo entre las manos, levantó con los ojos al cielo, su patria, a donde iba a volar sus alma; y quedo en aquella postura en coloquios dulces y ardientes con Dios y con María Santísima, su tierna madre.
Al negarse los indios a tirarle más flechas, Zampati se arrojó en persona al río, llegó a la balsa, tomó uno de los remos, y le dio dos golpes en la cabeza y lo dejo tendido y muerto. Esto sucedía un 8 de diciembre de 1637.
Después Zampati dio órdenes para buscar al P. Larios y sus compañeros y darlos muerte. Estos procedieron con cautela y los esperaron en lugar en que no les valiesen sus armas. Así el 11 de diciembre, fueron emboscados en una cuesta en donde no se podía subir sino valiéndose de ambas manos. Flecharon a la primera avanzada. el P. Larios, cayó rodando cuesta abajo, muriendo al instante.
Dos soldados pudieron salvarse de ambas masacres y estos fueron quienes dieron testimonio del final glorioso de estos dos religiosos[21].
2. Martirio de P. Matías Illescas, Fr. Francisco Piña y Fr. Pedro de la Cruz (1641)
El martirio de estos tres ilustres misioneros, es digno de consignarlo para nuestro conocimiento. Fr. Matías nació en Toledo (1617), habiendo tenido un buen porvenir como banquero en Lima, ingresó entre los franciscanos a los 21 años de edad, y apenas ordenado sacerdote pensó en los infieles y logró que le nombrasen en 1640 cura de la parroquia de Huancabamba, próxima al Cerro de la Sal. Sus compañero, ambos ecuatorianos, tanto Fr. Pedro de la Cruz como Fr. Francisco Piña ingresaron la orden franciscana en el convento de San Diego de Quito. Ambos vivieron muy unidos en las voluntades, y ambos resolvieron dedicarse a las misiones de infieles y solicitaron entrar a la provincia de los Quijos, en las riberas de los afluentes del Napo[22]. Igualmente ambos formando parte de una expedición misionera realizada en 1635 a la región amazónica, líderada por el P. Comisario Fr. Calderón, el cual significó una proeza, lamentablemente la corona decidió dejar como responsables de estos lugares de misión a los padres Jesuitas.
Situación que obligó a estos hermanos a venir a a Lima. Justamente no perdieron oportunidad por trabajar en el oriente ecuatoriano entrando por el Ucayali. Estos llegaron a Huancabamba, quienes contaron al P. Matías Illescas sobre la grandeza del Amazonas, de sus poderosos afluentes, y de la mucha gente que vivía en sus márgenes, que deseaban recibir el santo bautismo y abrazar la religión cristiana.
Fr. Pedro y Fr. Francisco tenían la convicción que llegarían a su destino final, según sus conocimientos geográficos ellos podrían bajar por el río Tarma y llegar hasta los quijos ecuatorianos del Napo subiendo por los ríos peruanos (Ucayali, Amazonas y afluentes) sin tener que pasar por las misiones de los jesuitas de aquel país. Así se embarcarían en Quimirí e irían río abajo, como Dios lo dispusiese, y un 3 de agosto de 1641 se embarcarían en la aguas del Perené. Nadie supo de ellos, hasta que 45 años después se conoció que habían sido alevosamente muertos por los Shipibos en el río Aguaytía[23].
Según un relato hecho, en 1686, por el P. Fr. Francisco Huerta, después de haber realizado en el Ucayali la conversión de los Cunibos, le dieron cuenta que hace 45 años habían visto dos religiosos como él, en una balsa, con dos españoles y dos indios campas, llevando algunas herramientas. Que éstos trataron por todos los medios de que no siguieran su trayecto, porque los Shipibos no les perdonarían la vida. Los Cunibos no supieron más de ellos; pero años más tarde observaron que los Shipibos tenían herramientas. E interrogados, dijeron que eran de unos Padres y Viracochas que vieron pasar por la desembocadura del Aguaitía, a quienes convidaron amigablemente, y luego mientras dormían les quitaron sus vidas y se hicieron con las herramientas que llevaban. Años después los Shipibos de Laguna afirmaron lo mismo al P. Vital[24].
3. Martirio del P. Manuel Biedma (+1687)
Manuel Biedma es uno de los grandes misioneros del siglo XVII. Ingresó a la orden franciscana el 17 de julio de 1658. Al poco tiempo lo vemos trabajando como misionero con la Callisecas o Shipibos en el 1663 y desarrolló una actividad misionera realmente extraordinaria por lo extenso de su ministerio (montañas del Pangoa, Mantaro, Apurimac, Tambo, Perené y Ucayali) y llena de descubrimientos y frutos misioneros. Escribió gramáticas, vocabularios y catecismos en campa, y relatos de sus viajes, el principal de los cuales es el Memorial al señor Virrey sobre las misiones de los indios Andes, escrito por orden del virrey Marqués de la Palata y preparado en 1683 y contiene un resumen de las actividades de las misiones franciscanas entre los años de 1640 y 1683, tiene un valor incalculable para conocer la geografía de entonces y de de las etnias que la habitan[25].
En tiempos en que sucedió su martirio, los franciscanos habían llegado hasta el río Ucayali, no lejos de la desembocadura del Pachitea, con dirección al sur y se instalaron con los Cunibos. Se fundo san Miguel de los Cunibos. Pero una dificultad surgió al encontrarse con los padres jesuitas, y siguiendo el dictamen de la prudencia, resolvieron retirarse para no dar margen a un conflicto que pudiera resultar poco edificante a los indígenas a quienes se quería evangelizar.
Respetando los dictámenes a favor de los Jesuitas, el P. Comisario General dispuso fundar y establecer una misión con el nombre de San Francisco Solano, en un punto entre el Tambo y el Ucayali, designado para esta empresa al P. Biedma. Tanto la autoridad política como los superiores de la Orden no detectaron el peligro a que se exponían a los misioneros al entrar en aquella coyuntura del río Tambo, cuyos márgenes estaban dominados por los piros, quienes eran los más agresivos de la región.
Teniendo todo disponible, P. Fr. Manuel Biedma partió acompañado de Fr. Juan de Varga Machuca y Fr. José Soto, del religioso lego Fr. Pedro Álvarez, y del hermano donado Pedro Laureano y varios indios cristianos. Entre la expedición no figuraban ni indios de guerra ni militares españoles y esto fue sin duda una omisión lamentable.
A principios de Julio del 1687 ya estaban los mencionados misioneros en el puerto de San Luis. Sería en la segunda o tercera jornada, cuando cayeron en una emboscada, donde la lluvia de flechas no dejó con vida a ninguno de los viajeros.
Sobre el Martirio de Biedma y compañeros no ha quedado una relación escrita, porque al parecer no hubo ningún sobreviviente de la masacre. Tradicionalmente se cuenta que P. Manuel Biedma murió cuanto trataba de proteger al niño cunibo de los golpes de la macana[26].
4. Mártires en tiempo de la sublevación de Juan Santos Atahualpa
En el año de 1742 después de la gran labor evangelizadora iniciada en el 1709, por el fundador del Convento de Santa Rosa de Ocopa, Fr. Francisco de San José (+1736), las misiones se encontraban en pleno auge, pero desgraciadamente sucumbieron por la aparición de Juan Santos Atahualpa, destrozando todo cuanto encontraba a su paso y reduciendo a la nada en poco tiempo la paciente labor de muchos años.
Según los datos que se refieren a Juan Santos, venía fugitivo del Cusco, a causa de haber dado muerte a su amo, un religioso de la Compañía de Jesús, y que para su seguridad en la montaña, se presentó como el descendiente legítimo de los antiguos incas[27]. Así en mayo de 1742, lo hizo ante Mateo Santebangori, Cacique de Quisopango en el Gran Pajonal, como el verdadero inca, descendiente de Atahualpa, además de presentarse cómo un gran mesías, salvador de toda dominación extranjera e injusta, según él proponía acabar cualquier tipo de esclavitud como obrajes, panaderías, etc. Discurso que sirvió para que pronto todos los grupos étnicos lo apoyasen y se alzarán en armas.
En poco tiempo Juan Santos Atahualpa se ganó la estima y las voluntades de las distintas etnias, infieles como cristianos, valiéndose sobre todo de magníficas promesas. Estaban con él los Piro, los Mochobos, los Simirinches, hasta los moderados Cunibos. Los indígenas del Pajonal, del Perené y Cerro de la Sal se sentían orgullosos de ser el centro de donde partía el nuevo movimiento.
Sin embargo, el cacique de Sonomoro se negó a darle su obediencia, y construyó un refugio para todos aquellos que negaran su obediencia. Hasta Sonomoro llegaron los fieles indígenas de Jesús María, Catalipango y Parica, incluso los conversores del Gran Pajonal Fr. Pedro Domínguez y Fr. Francisco Gazo creyeron prudente al verse abandonados de sus neófitos varones, refugiarse con los niños y mujeres en Sonomoro.
El movimiento también tuvo éxitos, gracias a la ineptitud de las autoridades de Lima, Jauja y Tarma. La rebelión duró más de diez años y que terminó con todas las misiones franciscanas.
a. Martirio del Padre Fr. Domingo García y compañeros (1742)[28]
Cómo hemos mencionado, no se dieron hechos concretos para sofocar la rebelión de Juan Santos Atahualpa. La ocasión se presentó cuando fueron capturados tres indígenas partidarios de Juan Santos, en el pueblo de Nijandaris, poco distante de Quimirí. Estos propusieron entregar a Juan Santos si el padre Domingo García les acompañaba. El padre aceptó tal propuesta de ir a Cerro de la Sal a pesar que el Padre Arévalo buscó por todos lo medios de hacerlo desistir, porque conocía las verdaderas intenciones.
P. Fr. Domingo García partió acompañado del P. Fr. José Cavanes y el hermano Tenorio, y los tres indígenas, dos se estos luego se adelantaron con el pretexto de alistar las balsas, para pasar al río Paucartambo, pero en realidad iban a advertir a los suyos para que preparasen la matanza. Llegados los misioneros a las riberas de este río, en el punto más cercano a la cumbre del Cerro de la Sal, aparecieron en la banda opuesta, junto con los dos indios, que se adelantaron, otros no pocos, dolosamente alegres, risueños y fingiendo amistad.
Consecuentes con su actitud, pasaron con presteza en balsa a los misioneros, y a nado las mulas. Luego embarcaron en una balsa a los tres misioneros; y cuando se hallaban en el punto más peligroso, les voltearon la balsa, mientras ellos luchaban con la corriente impetuosa y con los peligros de la muerte, ansiosos de ganar la orilla, fueron atacados por un grupo que salieron del espeso bosque y dispararon sus flechas sobre los náufragos. A pesar de los disparos, los misioneros se iban acercando a la ribera, ya mortalmente heridos.
El padre Cavanes, reparando que ya se desangraba del todo por innumerables heridas y que le iban dejando los últimos alientos, acordándose de la agonía de nuestro S. Jesucristo y con gran deseo de salvación de sus mortales perseguidores, dijo en alta voz; "Amorosísimo Padre y Señor Mío, perdónales por tu infinita misericordia, pues no sabe lo que hacen". Y acabando de hablar así su cuerpo se inclinó y se desplomó al río, para ser arrastrado por las ondas. El P. Domingo llegó a la orilla, donde fue masacrado a golpes. Luego le cortaron la cabeza, que fue recogida y enterrada en la Iglesia del Cerro de la Sal por uno de los indígenas menos malévolo, su cuerpo fue arrojado al río y arrastrado, al igual que la de sus compañeros. Esto sucedió un 21 de setiembre de 1742.
Posteriormente el P. Arévalo recogió la cabeza del Padre Domingo García, que se hallaba incorrupta, todo un milagro, ya que es fácil que toda carne se descompone en menos de veinticuatro horas. Tanto su cabeza como sus huesos rescatados del río fueron trasladados y enterrados en Ocopa.
Juan Santos Atahulapa se hizo fuerte, más aún cuando capturó el fuerte de Quimirí construido por los españoles. Esto sucedió a fines de diciembre de 1742. Toda la fuerza militar que había quedado disminuida terminó sucumbiendo frente a una gran multitud de indígenas.
b. Martirio del P. Manuel Albarrán y Compañeros (1747)[29]
En 1746, el 20 de agosto, se determinó construir dos fuertes: uno en Chanchamayo y otro en Oxabamba para contener el avance y audacia de los infieles, y a los habitantes de la sierra impedir su entrada a la montaña.
Para estos años El P. Manuel Albarrán concentró todos sus cuidados a la conservación de la cristiandad de Sonomoro. Debido a que se dio por perdidas las esperanzas de lograr recuperar Huancabamba, Oxapampa, Cerro de la Sal, el Gran Pajonal, Chanchamayo, Metraro.
El P. Albarrán, por estos tiempos, recibió la información, que en la montaña de Acon que confina con la provincia de Huanta, los indios infieles que suelen salir a los cocales de dicha provincia, decían que querían tener paz con todos y ser cristianos; y que si los padres entraran por allí, les recibirían con amor, y les entregarían al rebelde.
El Padre Albarrán pensó que no podía perder aquella coyuntura para lograr una entrada franca a la región de Pangoa por la provincia de Huanta; y en el mes de febrero de 1747, salió de Ocopa acompañado de Fr. Fernando de Jesús y del hermano donado Jacobo.
En Huanta amplio sus informaciones sobre el animo de los mencionado infieles, por el cual se decidió seguir su expedición. Acompañaron la expedición diez soldados españoles y veinte indios cargueros, y salieron de Huanta a mediados de marzo, el 28 de aquel mes estaban en las márgenes del río. Era martes santo, y pasaron la noche en aquellas riberas, con las balsas ya listas para pasar el río al día siguiente.
El padre Albarrán no ignoraba que aquel sitio era de los más peligrosos; y así exhortó a todos de la comitiva a que se confesasen, y él con sus compañeros religiosos pasaron toda la noche en oración. Algunos indígenas serranos los abandonaron antes del amanecer.
Celebró la misa el miércoles santo con gran devoción y recogimiento. Estaban agradeciendo por la comunión, cuando sorpresivamente se vieron cercados de una muchedumbre de indios, que luego arrojaron sobre ellos una lluvia de flechas. Vanos fueron los esfuerzos para demostrarles su amistad y benevolencia. Los militares fueron apabullados por el gran número de los nativos.
Se conoce este relato, porque uno de los cargueros de Huanta, que permaneció escondido en el monstruo paraje pudo ver la ejecución de los misioneros. Este testigo salió para Huanta, el 14 de abril de aquel año de 1747 y contó lo acaecido al padre Fr. José de San Antonio y a Fr. Juan Raimondez, que estaban en Huanta de paso a España por la vía de Buenos Aires.
Las causas de este martirio no sólo se debió a la influencia subversiva de Santos Atahualpa, ni la malevolencia de los Campas, o Simirinches o Piros. Según declaración de Juan de Cáceres, comerciante de coca, y la que agrega el P. Fr. José de San Antonio, se debió especialmente, a unos refugiados en esta zona, perseguidos por la justicia por haber cometido homicidios, quienes instigaron a los indígenas para matar, según ellos a los intrusos, lógicamente con la finalidad de no ser descubiertos, estos hombres también habrían influenciado en los indígenas para dedicarse al pillaje en las fronteras y otras cosas inauditas.
La revolución de Juan Santos Atahualpa siguió su curso, en el año 1751, se encaminó a castigar a los Simiriches y Antis que se encontraban en Sonomoro, quienes se habían negado a someterse a su autoridad. Luego de devastar Sonomoro, en 1752 salió a la sierra, Andamarca, para solicitar el rendimiento de los cristianos indígenas a su autoridad. Encerró en la cárcel a los padres Fr. Juan de Dios Frezneda, y a Fr. Mauricio Gallardo. Sin embargo, no consiguió que se sometieran a su autoridad, después de saquear al pueblo, lo incendió, intentando que los misioneros murieran en dicho incendio, felizmente fueron rescatados antes de que las llamas hagan estragos en ellos.
Este hecho sería el inició de su final, se retrajo a las vencidades de Metraro, Eneno y Pichana. Santos Atahualpa no sería ya el señor del Perú y de las Américas; porque se oponía a este intento, la insuperable barrera de la indolencia e insensibilidad de los serranos. Se cree que murió entre los años de 1755 -1756.
5. Martirio de P. Cimini y compañeros (1852)[30]
Fr. Crisóstomo Cimini fue el primer misionero que entró a las misiones ayudar al P. Fr. Manuel Plaza quien se encontraba sólo desde la clausura del convento en 1824, esto sucedía en 1840. Cimini que era italiano de nacimiento vino a Perú para incorporarse al Convento de santa Rosa de Ocopa siendo aún corista (estudiante) y se ordenó sacerdote en Lima, el 4 de abril de 1840.
Fr. Crisóstomo Cimini igualmente trabajó incansablemente en las márgenes del Ucayali y sus afluentes. Fue un misionero muy solícito en organizar el trabajo apostólico en los diversos centros establecidos allí, y sobretodo en facilitar a los misioneros el ingreso y la salida de aquella lejana región.
Cuando volvió a Ocopa, realizó un impresionante trayecto, debido a que pasó del Ucayali al Huallaga, de éste a Balsapuerto, de aquí a Moyobamba, luego a Trujillo, de Trujillo a Lima, y de Lima a Ocopa. Su finalidad fue siempre encontrar la mejor vía para llegar con prontitud y con menos dificultad a estos lugares.
Fr. C. Cimini tuvo el firme propósito de restaurar las conversiones de Huanta, abiertas con tanto éxito en tiempo del P. Manuel Sobreviela, y abandonadas al consumarse la independencia del Perú. Se conoce que desde el 1781 se fueron estableciendo importantes conversiones, tanto a orillas del río Mantaro como en las riberas del Apurimac.
Ya en mayo de 1852 realizó una expedición fallida, él y sus compañeros estuvieron navegando el río Apurimac, incluso se salvaron de morir ahogados. En esta expedición iba acompañado del P. Fr. Juan Bautista Narváez. Sin embargo el percance no desanimo al Padre Cimini, conocedor sobre todo de la rica tradición de tantos hermanos franciscanos, quienes habían estudiado esta región, cuyos ríos cuencas y valles, como Sanabamba, Vizcatán, Simariba, Acón, Chognacota, no les eran desconocidos, y que además fundaron las misiones de Mantaro, Simariba, Intate, Maniroato y Quiemperic.
En ese mismo año después de haber estado presente en el Capítulo Guardianal de Ocopa, emprendió de nuevo su viaje por las márgenes del Mantaro y Apurimac, acompañado del P. Feliciano Morentín y de Fr. Amadeo Bertona. Cimini había escrito, antes de salir, al P. Calvo, previniéndole que si no le era posible restaurar nuevamente las conversiones de Huanta, bajaría a Sarayacu.
El relato del martirio del Padre Cimini y compañeros está envuelto de misterio, y cubierto de oscuridad. Hay distintas versiones. En Huanta se asegura que la muerte violenta de los padres fue entre Chaymacota y Catongo. Sin embargo tanto la Historia de las misionesde Ocopa, y un folleto titulado Los campas. Descripción de los pasos y costumbres de la tribu que habita las regiones del Apurimac, por J.G. impreso en 1868. Describe los hechos con bastante acierto.
Al parecer los misioneros fueron bien acogidos, sin embargo pronto cambiaron sus sentimientos, seducidos por el intérprete, que estos misioneros no eran tales en realidad, sino que venían con otros fines, el de robarles sus mujeres e hijos, para hacerles trabajar como esclavos en sus haciendas, arremetieron contra los padres asesinándoles cruelmente con sus flechas y macanas.
El folleto en mención, describe: que los infieles trataron a los padres con respeto, porque la misión les traería grandes beneficios a ellos. Pero que en esa época se hallaban dos individuos escondidos por diversos crímenes. Perseguidos por la justicia, advirtieron que la presencia de los misioneros, no les era nada favorable, y conspiraron el modo de expulsar a los misioneros.
Para tal efecto, aseverando que esos hombres no eran realmente bondadosos, como suponían, sino unos soldados disfrazados para abusar de la sencillez de ellos, y que más tarde serían perseguidos, privados de sus comodidades, hijos y mujeres, y que andarían errantes sin tener como reunirse entre ellos. Con tales ideas, expuestas a los indígenas, estos reunieron y dialogaron la forma de deshacerse de los misioneros.
Resolvieron asesinarlos, creyendo que era el último remedio, y porque también atizaban tal decisión los malvados intérpretes, proponiendo que sea lo más pronto; y en efecto así actuaron, cuanto menos lo pensaron los misioneros y con la mayor serenidad, consumaron la muerte de todos ellos volteándoles la canoa en que iban navegando por el río Apurimac.
El sabio Raimondi calificó "sea como fuere, lo cierto es que tanto la religión como la ciencia geográfica perdieron con el P. Cimini un valeroso y abnegado campeón". La necrología del Convento fecha su muerte el 30 de noviembre de 1852.
A modo de conclusión
La presente relación nos ha permitido
- Sacar del olvido a un número considerable de religiosos franciscanos que vivieron con autenticidad su vocación religiosa, sacerdotal y misionera, que fueron capaces de entregar la vida al igual que el Maestro.
- Conocer la inmensa actividad evangelizadora desarrollada por nuestros mártires franciscanos, y quizás reconocer que ellos con su muerte no sólo testificaron a Cristo, sino que fueron semilla de lo que actualmente es nuestra Iglesia del Perú, sobre todo en aquellos lugares en que murieron y hoy son iglesias locales. Tarma, Huanuco, Huancavelica.
- Conocer que la muerte de los frailes franciscanos en muchas ocasiones se debió a la inconstancia y artimaña de los indígenas. Recordar que varios misioneros murieron al amonestar ciertas conductas que el evangelio jamás permite, por ejemplo, la poligamia, sobre todo, de los caciques que después de haberse bautizado volvieron a sus antiguas costumbres. La corrección por parte del misionero llevó consigo el odio y posteriormente la muerte.
- Igualmente conocer que el misionero tuvo un enemigo en aquellos refugiados en estas zonas, que perseguidos por la justicia movieron cielo y tierra, con tal de no tener cerca de ellos a un ser que podría delatarles y por tanto perder su libertad, hasta inventaron falsos supuestos que a las finales costó la vida al misionero.
BIBLIOGRAFIA
Libro de incorporaciones y desincorporaciones Colegio de Propaganda Fide de Ocopa, Introducción y notas Fr. J. HERAS, Lima. Imprenta Editorial San Antonio, 1970, 151.
GOICOECHEA, A., El convento de Ocopa. Su influjo histórico-misionero y cultural en la provincia misionera de san Francisco Solano del Perú. Lima, Ediciones Centenario, 2007.130.
IRIARTE, L., Vocación Franciscana. La opción de Francisco y Clara de Asís. Síntesis de los ideales de san Francisco y santa Clara. Valencia, Editorial Asis, 1989, 378.
IZAGUIRRE, B., Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la geografía en el oriente del Perú. Nueva edición preparada por F. SAIZ: Vol. I (1619-1767). Lima, 2001. Vol. II (1772-1794) Lima, 2002; Vol. III (1781-1815) Lima, 2003; Vol. IV (1795-1897) Lima, 2003. Vol. V (1852-1921) Lima 2004.
MANSELLI, R. Vida de san Francisco de Así, Oñati (Guipúzcoa), Editorial Franciscana Aránzazu, 1997. 356.
ROTZETTER, A.; VAN DIJK, V.; MATURA, T., Un camino de evangelio. El espíritu franciscano ayer y hoy, Madrid, Ediciones Paulinas, 1984, 343.
Convento de Santa Rosa de Ocopa, agosto 2011
Fr. Jorge J. CAJO RODRÍGUEZ. OFM
[1] L. IRIARTE, La vocación franciscana, p.361.
[2] R. MANSELLI, Vida de San Francisco de Asís, 1997. p. 216.
[3] Cf. L. IRIARTE, Op.Cit. p.364-365
[4] L. Ibid. p.366.
[5] Cf. W. VAN DIJK, El Espíritu franciscano a través de los siglos. En Un Camino de Evangelio. p. 175-176
[6] Según la Obra de B. Izaguirre, los panatahuas era una raza aguerrida y vigorosa, que vivían en la margen izquierda del río Huallaga. Vol. I. p. 101. El P. F. Luyando "empleo diez años de su labor a evangelizar a los Panatahuas, extirpó la superstición, bautizó, y logró unirlos con el sagrado vinculo del matrimonio. Formó familias de ejemplar piedad, etc" Vol. I. p. 137. Además ver AIA 30 (1928) 55 y 2(1942) 436.
[7] J. HERAS publicó la nomina de 72 religiosos como Apéndice del Libro de incorporaciones y desincorporaciones del Colegio de Santa Rosa de Ocopa, 1970.
[8] A. GOICOECHEA, Convento de Ocopa, p.105.
[9] Ibid. 105
[10] Ibid. p.105.
[11] Ver nota 7.
[12] B. IZAGUIRRE, sobre el martirio de P. Francisco Mejía lo sitúa en 1667. Ver p. 162.
[13] Ibid., Caso parecido en el mismo año de 1667. Además anota que fueron martirizados tanto Fr. Francisco Mejía y P. Alonso De Madrid el hermano Antonio Acevedo.
[14] Cf. B. IZAGUIRRE., Vol. I, p. 186.
[15]Cerro la Sal es un ramal de la cordillera oriental andina. Se hizo famosa por tener un potente veta de sal gema, hasta ahí llegaban los nativos de lugares circundante. El Cerro de la Sal llegó a ser un lugar de mucha importancia y decisiva para la labor de la misión franciscana. Sus depósitos de sal satisfacían la necesidad de este elemento esencial para la alimentación de las tribus no sólo de la zona, sino también de otras muchas interior de la selva.
[16] B. IZAGUIRRE, Vol I, p. 186.
[17]Los Amueshas moraban los pequeños ríos el Paucartambo, el Palcazu, Pozuzo, el Mairo y, parte del Pichis y algunos afluentes del Pachitea.
[18]Los campas era una nación numerosa, notable por su nativo orgullo, muy extendida por las márgenes de grandes ríos, como Perené, Tambo, y la parte más elevada del Ucayali y el Apurimac.
[19] Andrés Zampati ejercía su poder no solo en Quimirí y Nijandáris, sino también en el Perené, y hasta la región de los Andes,
[20] B. IZAGUIRRE, Vol I, p. 194
[21] Según el P. Tena el lugar de la muerte de Fr. Jerónimo Jiménez, se llamaba Avitico (f.107) y el lugar de la segunda masacre cerca de Epilo, lugar que posteriormente formó parte de Eneno, según se deduce de la carta de Juan Fernández Durana a don Juan de Espinosa, corregidor de Tarma (BNM ms 2950 ff.110-111) Además Cf. B. IZAGUIRRE Vol. I, Nota 161. p.199.
[22] Ibid., Vol I. notas 169 y 170 p. 210
[23] Cf. Ibid., Vol. I. p. 214-215
[24] Ibid., Vol. I. nota 178 p.215.
[25] Cf. Ibid., Vol. I. nota 193 p. 227-228.
[26] Cf. Ibid., Vol. I. nota 276. p.337
[27] Cf. Ibid., Vol. I p. 470-471.
[28] Cf. IZAGUIRRE. Op. Cit. p. Vol. I. 486-489.
[29] Cf. Ibid., Vol. I. p. 502 -504
[30] Cf. IZAGUIRRE. Op. Cit. Vol. IV p. 220
MADRE AGUSTINA RIVAS, RBP, MÁRTIR, HACE 25 AÑOS
Hace 25 años fue asesinada por SL.- El 27 de septiembre conmemoramos el 25 aniversario del martirio de nuestra hermana María Agustina Rivas López, asesinada por el grupo terrorista Sendero Luminoso, en La Florida, Selva Central de Perú. ¿Quién fue "Aguchita", como se la llama cariñosamente?
Nació el 13 de junio de 1920 en Coracora, provincia de Parinacochas, Ayacucho. Sus padres fueron Dámaso Rivas y Modesta López, quienes tuvieron en total 11 hijos, todos nacidos en Ayacucho. Es en este hogar ayacuchano donde interioriza el valor de la justicia solidaria y aprende las virtudes cristianas, junto a sus diez hermanos.
Vino a Lima en 1938 y en 1942, el 8 de febrero, hace su primera profesión en la Congregación del Buen Pastor. Desde entonces, vivió con fidelidad inquebrantable su compromiso con la Persona y la misión de Jesús Buen Pastor. Vivenció plenamente el carisma de misericordia en su vida comunitaria y apostólica. Transcurre gran parte de su vida en la casa de Barrios Altos. Allí trabajó especialmente en la lavandería y alternaba con el personal y las jóvenes internas.
De 1970 a 1975 acompañó a las Hermanas Contemplativas. Agustina fue para ellas una excelente y abnegada enfermera, un apoyo, un recurso frecuente y fraterno. Luego, en su contacto con jóvenes y niñas en el apostolado, se dio con su habitual abnegación; ellas como todas las personas que compartieron con ella, la encontraron sencilla, alegre y llena de bondad.
En 1986 forma parte de la comunidad del Noviciado. Su testimonio de vida fue un factor importante en la formación de las jóvenes.
En 1987 se ofreció para vivir en la comunidad misionera de La Florida (Vicariato de San Ramón). La Congregación había asumido allí desde hacía 11 años un Proyecto de Promoción de la Mujer dirigido a la joven y mujer campesinas y de las zonas nativas, las más pobres del valle, en talleres textiles, respostería y cocina.
Llegamos a la última etapa de su vida, la que puso en evidencia toda su riqueza personal y su opción por los pobres.
La situación fue tornándose muy difícil debido a la presencia de grupos subversivos en el valle de Yurinaqui. Permanecer allí era para la Congregación un fuerte desafío, con dos alternativas: o abandonar el rebaño, o ponerse en riesgo constante de "dar la vida" por Él. Las hermanas optaron por lo segundo. Aguchita, pese a su salud quebrantada, siguió fiel a su opción, en absoluta coherencia.
Hasta que el 27 de setiembre de 1990 el Buen Pastor le hizo su último llamado, le dio el privilegio de ofrendar su vida, junto al rebaño. Fue asesinada por Sendero Luminoso, junto a 6 personas del lugar.
La Hermana Aguchita (diminutivo cariñoso con el que se la conocía) desarrolló el programa de Catequesis Familiar en todo tiempo y lugar. Era muy querida pues tenía el don de convocar a niños y grandes. A su lado, los pequeños aprendían a rezar, tejer, hacer el pan y cuidar las plantas y los animalitos. Precisamente cuando la columna senderista la llamó para ser ejecutada se encontraba enseñando a las niñas a preparar caramelos toffees. Fue un 27 de septiembre de 1990 . Contaba con 70 años. Los cargos que le inculparon los terroristas fueron "por hablar de la paz y no hacer nada, por estar trabajando con los ashaninkas, por estar organizando, por distribuir alimentos...". Monseñor Julio Ojeda, Vicario Apostólico de San Ramón, dirá en la homilía de su funeral: "Ella en su larga y callada vida fue asimilando profundamente la espiritualidad del Buen Pastor. Supo amar a todos y en su sencillez lo fue demostrando en los pequeños detalles del vivir cotidiano, hasta que el Señor considerándola ya madura, le pidió el obsequio de su misma vida, ofreciéndola cruentamente, como signo de que era capaz de amar hasta el extremo".
Tenemos en ella una santa mártir. Aguchita nos mostró el Evangelio durante su vida, a partir de su muerte nos sigue evangelizando con la fuerza radical de las bienaventuranzas.
Hoy, le pedimos nos ayude a entender lo que significa ser artesanos de paz con justicia en nuestro Perú y el mundo y a tomar conciencia del alcance de nuestra entrega "hasta la muerte".
(Con apuntes de la Hna. Delia Rodríguez O. RBP)
Reliquias de Santo Toribio Mogrovejo en su Seminario de Lima
Gracias a la gentileza de Daniel Jacobo Morales, de Prensa del Arzobispado, les comparto estas entrañables reliquias que se custodian en el Seminario fundado por el Santo en Lima y que se expusieron con motivo de la Asamblea Sinodal del XX Sínodo Limense.
Causa gran emoción pensar que con esa mitra y ese dedo, Santo Toribio Mogrovejo confirmó a más de un millón de peruanos, entre ellos a San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima.
Parece que fue un regalo de José Carmen Sevilla, el Zuavo Pontificio. La documentación que acredita la veracidad la indico al pie de la nota.
Reliquias del Seminario de Santo Toribio
"El Obispo que suscribe certifica haber conocido y venerado como reliquias del Ilmo.Sr. Santo Toribio, segundo Arzobispo de Lima, la falange de uno de sus dedos y una tapa de la mitra que usaba, todo lo cual se contiene en un marco colocado en la Capilla del Seminario, extendiéndose su recuerdo en esta materia al año 1839, desde cuya época supo que por una no interrumpida tradición constaba de la autenticidad de dichas reliquias.
En fe de lo cual a falta de la auténtica de ley, da el presente certificado que signa con susello el día 1 de febrero de 1892. Juan Ambrosio Huerta, Obispo de Arequipa.
(Archivo del Seminario Caja 36, 1;legajo 39, 1 "Privilegios concedidos al Oratorio del Seminario y auténticas de las reliquias de Santo Toribio")
Buscando el sabor del pan en los caminos del Perú, por Renato Gago Cancela
Conferencia:
BUSCANDO EL SABOR DEL PAN
EN LOS CAMINOS DEL PERÚ
Por:
Renato Gago Cancela
Esta segunda conferencia del ciclo titulado: Indagaciones sobre la gastronomía popular y tradicional peruana, tiene por propósito descubrir la calidad del pan en sus materiales, técnicas, formas y sabores para contribuir en el conocimiento y difusión de la gastronomía nacional.
El conferencista RENATO GAGO CANCELA es Ingeniero en Industrias Alimentarias. Es autor del segmento "La Ruta del Pan Peruano" de la Revista Panera. Conductor del programa "Granos al Viento" de Radio Inkarri. Se desempeña como profesor principal en la Universidad Peruana Unión en los cursos de Industrias de Cereales y Panificación Industrial. Es autor del libro "El Perú y sus panes herencia y tradición ancestral" próximo a publicarse.
Fecha: sábado 28 de noviembre de 2015.
Hora: 10:30 am.
Lugar: Museo Nacional de la Cultura Peruana.
Av. Alfonso Ugarte 650, Lima.
Teléfono: 321-5626
INGRESO LIBRE
SIEMPRE MAR ADENTRO con Antonio Rojas
De mi formación cristiana he obtenido mis ideales
y de Gandhi la técnica de la acción.
-Martin Luther King-
Joan Maragall i Gorina fue un poeta español, considerado uno de los padres de la poesía catalana modernista, en su Antología poética, nos indica que la fuerza de un gran ideal es ese "norte" que nunca debemos perder de vista.
Excélsior. Alerta, espíritu, alerta,
no pierdas nunca tu norte,
nunca dejes que te lleven
al agua mansa de un puerto.
Mira, mira siempre al cielo,
no mires la playa ruin,
enfréntate al amplio aire,
siempre, siempre mar adentro.
Siempre las velas tendidas
del cielo al mar transparente,
siempre entre aguas extensas
inquietas eternamente.
Huye de la tierra inmóvil
y de horizontes mezquinos
siempre al mar, al gran mar noble;
siempre, siempre mar adentro.
Fuera tierras, fuera playa,
olvida qué es regresar:
no termina tu viaje,
no terminará jamás…
El impulso vital, la decisión entusiasta, el coraje, la fuerza de voluntad se acrecienta al entrar el hombre en contacto con un gran ideal, es decir, algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras energías.
Caminar hacia él incesantemente, aunque sea con algunos retrocesos. Aspirar siempre a más, pero no a demasiado más. Dar cada día un paso. Creer en la también lenta eficacia del amor. Saber esperar. Y en el amor, preocuparse más por amar que por ser amados.
Tener el alma siempre joven y, por tanto, siempre abierta a nuevas experiencias. Estar siempre dispuestos a revisar nuestras propias ideas, pero no cambiar fácilmente de ellas. Revisar constantemente nuestras escalas de valores. Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es el Dios de la vida o es un ídolo sin alma que entristece.
Un ideal se vive con una sonrisa en los labios y una decisión irrenunciable: procurar sonreír con ganas o sin ellas. Y con la sonrisa, si es necesario, deberíamos atrevernos a ser diferente para mantenernos fieles a nuestro ideal.
Afirma Thomas Carleylke que el ideal está en ti; el obstáculo para su cumplimiento también. Por eso, la clave está en que quien no se cansa su ideal alcanza, y para ello, siempre, siempre mar adentro y… sonriendo.
ÉTICA Y CUIDADO ECOLÓGICO en Laudato si por Dick Tonsmann
ÉTICA Y CUIDADO ECOLÓGICO
Comentario y reflexión en torno a la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco (Conferencia pronunciada noviembre 2015)
Dick Tonsmann
INTRODUCCIÓN
Buenas noches con todos. El simposio sobre la Encíclica LaudatoSi que hoy nos convoca se realiza en un momento crucial de la historia del mundo y de nuestra Iglesia que hay que aprender a leer como parte de los signos de los tiempos. Por un lado, el creciente terrorismo internacional que intenta justificarse apelando a una religión o incluso al santo nombre de Dios. Algo que el Sumo Pontífice llamó,en algún momento, la tercera guerra mundial en pedazos. Por otro lado , la cercanía al inicio del Año de la Misericordia que comenzará el próximo ocho de Diciembre. Y, finalmente, el hecho de que el mismo Papa Francisco se encuentre actualmente de viaje por el África como mensajero de la paz en algunos de los países más afectados por conflictos internos, por la pobreza y por el abandono de las grandes potencias.
Todos estos hechos están relacionados y quisiera pedirles que consideren eso a lo largo de esta ponencia, pues la Encíclica Laudato Si, de mayo del presente año, no sólo es un texto sobre ecología; sino que es un documento que nos presenta las raíces fundamentales del problema humano de nuestro tiempo. Porque el descuido de la casa común es el descuido de la persona humana atrapada en la pobreza, en las guerras sin sentido y en una caída libre hacia la desesperanza y la falta, precisamente, de misericordia.
Ahora bien, a lo largo de los últimos años, en algunos de mis artículos y conferencias, e incluso en mi último libro publicado, Hombre y Dios, he desarrollado la idea, inspirada por el desconocido autor sirio del siglo V al que llamamos el Pseudo – Dionisio Areopagita, que existen tres instancias que hay que considerar en todo proceso de reflexión filosófica en rumbo hacia lo trascendente. Estos tres momentos son: 1) la catarsis o purgación; 2) la iluminación; y 3) la perfección. Conceptos relacionados con una filosofía siempre subversiva y revolucionaria del actual estado de cosas en el mundo; con una contemplación de la belleza que hace visible lo invisible; y con la realización de la práctica del amor en el Espíritu y en verdad.
Por ello quisiera proponer en esta conferencia dividir mis comentarios a la encíclica en las tres siguientes partes. Primero, una reflexión sobre el actual estado de las cosas considerando tanto cómo hemos llegado hasta aquí así como cuál debe ser nuestra actitud ante el urgente problema de ecología humana que se plantea. En segundo lugar, un alcance sobre la esencia estética de la creación que ilumine nuestra consideración del mundo como una realidad a ser contemplada y escuchada. Y, en tercer lugar, un acercamiento al misterio de esa verdad que se nos ha donado para realizarla junto con San Francisco y con San Martín de Porras, amando a los hermanos menores, siendo la voz de los que no tienen voz y cumpliendo con el sentido último de todo lo existente.
I.- Una necesaria catarsis para nuestro tiempo.
Una de las frases que considero es de las más fuertes de la Encíclica Laudato Si es aquella en la que el Papa Francisco afirma que "La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería". Podría decirse que esta expresión describe desnudamente la situación en la que vivimos en general. No sólo se trata de la acumulación de basura sobre la tierra o incluso basura espacial que no rodea, sino que también puede considerarse respecto a la miseria humana que acompaña la destrucción ecológica de nuestro planeta.
Pero, todo esto que ahora vivimos no sólo está originado en la libertad individual de los seres humanos, sino que también podemos encontrar su inicio histórico haciendo una genealogía de la razón moderna; es decir, identificar su raíz en un cambio paradigmático durante la Edad Moderna que consideró, de forma inadecuada, la razón moral como dependiente del progreso tecnológico y trastocó con el tiempo una visión más sana del mundo que los hombres del mundo antiguo, con todas sus imperfecciones y defectos, habrían sabido manejar.
Efectivamente, a principios de la Edad Moderna, entre los siglos XV y XVI, el mundo académico y científico empezó a ver a la naturaleza como un objeto de experimentación. E incluso justificaron su accionar al interpretar literalmente el texto del Génesis que dice "henchid la tierra y sometedla" (Gen 1, 28). Pero fue recién a fines del siglo XVIII, en el período que conocemos como la Ilustración, cuando se identificó el desarrollo tecnológico con el progreso moral de las sociedades. Así, los ilustrados franceses como Voltaire y Diderot produjeron la famosa Enciclopedia convencidosen que, a mayor conocimiento de las artes y las ciencias, la libertad humana necesariamente construirá la utopía moral de un mundo perfecto. Y los ilustrados alemanes, con Kant a la cabeza, incluso llegaron a afirmar que la cultura de la destreza tecnológica junto con la cultura de la disciplina llevaría a la paz perpetua entre todos los pueblos.
Por supuesto, la historia de los últimos doscientos años y más nos ha demostrado todo lo contrario de estas previsiones. Por un lado, el progreso tecnológico ha sido, entre otras cosas, también el progreso que va de la flecha a la bomba atómica. Y, por otro lado, fue en las sociedades europeas y occidentales, aparentemente las más cultas y las más desarrolladas donde se ejecutaron las mayores barbaries de la historia humana durante la segunda guerra mundial. Pero no nos equivoquemos; las causas que han llevado a la humanidad a Auschwitz e Hiroshima siguen presentes como un cáncer que poco a poco hace metástasis en la era de la globalización. Un cáncer que debemos purgar con urgencia, subvirtiendo el oren artificial de las cosas que se nos pretende imponer. ¿Qué significa esto último?
Para comenzar, no se puede negar que este desarrollo de la tecnología que ha destruido el medio ambiente y que conlleva el deprecio por la vida humana ha sido alimentado por una concepción de la economía, tanto en términos del capitalismo como en el comunismo, como la única raíz de la naturaleza humana. Así, todo comienza por reducir al hombre a su aspecto puramente material en donde la persona humana ya no es considerada una persona, sino una cosa. Si quieren "una cosa que piensa", como en la definición del filósofo Descartes. Pero 'pensar' aquí significa sólo la capacidad de calcular; es decir, organizar los medios en función de fines que no se cuestionan en la sociedad. Es lo que los filósofos de la Escuela de Frankfurt en el siglo XX llamaron "la razón instrumental". Una razón que ve a la naturaleza y al hombre mismo como meros medios de satisfacción de necesidades egoístas e individualistas.
Para este tipo de razón, constituido en la modernidad, el mundo y la vida humana deben verse sólo como un conglomerado de materia que pueda cuantificarse, medirse y, por supuesto controlarse. En ese sentido, para la economía del sistema capitalista todos somos meramente números, variables en un cuadro estadístico. Se nos clasifica en grandes informes (que sabe Dios si alguien los lee), en los que queda claro que el hombre y la naturaleza son sólo piezas de recambio de la mentalidad consumista del usar y votar. Y para esta concepción dominante de nuestro tiempo, importa poco si hablamos de un juego de platos, de seres humanos o del Amazonas.
Un hecho que quedó ya expresado en la exhortación apostólica Evangeli gaudium del Papa Francisco, del 24 de noviembre del 2013, cuando se afirmaba que "cualquier cosa que sea frágil como el medio ambiente (y podríamos añadir también al nonato, al pobre, al niño, al anciano y a la mujer en algunas culturas), quedan indefensos ante los intereses del mercado divinizado convertidos en regla absoluta".
Y, por supuesto, para los sistemas totalitarios comunistas hemos significado exactamente lo mismo, sólo que bajo la representación simbólica de un dictador pasajero, llámese Stalin, Mao TseTung o Kim IlSung. Mientras que, en nuestras sociedades, aparentemente democráticas, el totalitarismo del reductivismo economicista es subliminal. Entra por las pantallas del televisor LED, por los Smartphone con sistemas de Internet integrados, en los avisos publicitarios y en las retóricas de los políticos resabiados. Incluso en los planes escolares impuestos por la UNESCO y las Naciones Unidas. La norma siempre ha sido "tanto tienes, tanto vales". O en la versión contemporánea: "si no tienes Facebook no existes".
Esto significa que el abandono del hombre a la industria tecnológica y consumista comienza por el desprecio de la naturaleza, pasa por la exaltación del dinero como el único bien plausible y termina con el hombre alienado que se inventa mundos virtuales para no ver la basura moral y real en la que se ha convertido nuestro planeta. Y teniendo como única esperanza que la selección peruana de futbol vaya al mundial de Rusia 2018.
En este marco, el Papa Francisco ha reconocido así que, incluso entre los creyentes, aparecen estas actitudes que "van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas". Si la Iglesia (los creyentes), que se supone que deben ser la sal del mundo, no hace algo, ¿quién se supone que lo va a hacer?
A decir verdad, ya a lo largo del siglo XX, algunos autores cristianos y no cristianos, como Heidegger y la Escuela de Frankfurt, habían mostrado a lo largo de sus obras, la raigambre alienante y destructora del mundo natural debido a la sociedad tecnocrática. En particular, en la década de los 60's, se desarrolló con Herbert Marcuse el concepto de 'contracultura' que el mismo Papa Francisco ha recordado en su Encíclica. Se trataba y se trata de ir en contra de un estilo de vida que sea dependiente de la técnica, de sus costos y de su poder globalizador y masificador. En ese sentido, los católicos estaríamos también llamados, junto con el Papa Francisco, a ser y hacer contracultura.
Como explicaba Marcuse, se trata de ir en contra de una cultura thanatica (es decir, una cultura de muerte),que sacrifica todo por la mera productividad alienada, derivando en el beneficio privado, el autoritarismo y la guerra, asociando progreso con destructividad y militarizando y brutalizando la vida cotidiana. Todo ello en el espíritu de la psicología competitiva y agresiva en la que nos hunde la sociedad de mercado que pretende engañarnos diciendo: "así es como debe ser", "todo es racional", "conténtate con tener tu foto como el vendedor de la semana"y "ten una conciencia feliz", la lalálalá.
Pero, lo más decepcionante es que, precisamente desde la década de los 60's en que Marcuse escribiera estas ideas, hemos vivido crisis financiera tras crisis financiera prácticamente cada siete años. La anterior fue la gran crisis del 2008 y ahora vivimos la del 2015 y, como dice el papa Francisco. "no se aprendieron las lecciones de la crisis". Es decir que no entendieron que la raíz de las crisis económicas es moral y no meramente técnica. De allí que cada crisis financiera es un efecto de lo que nos hacemos nosotros mismos y de lo que hacemos a nuestro planeta. Y, en consecuencia, deviene la guerra como la que estamos viviendo hoy en día.
Así dice el Papa Francisco claramente que "es posible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones". Y añade "la guerra siempre produce daños al medio ambiente". Así que, de la destrucción de la naturaleza deviene la guerra, y de la guerra, más destrucción. No lo duden, al derramar sangre inocente sobre la tierra y al tirar bombas tras bombas una y otra vez sobre nuestra casa, se provocará la "rebelión de la naturaleza", como había escrito Juan Pablo II en su Encíclica Centesimus annus de 1991.
Ahora bien, una vez que debe haber quedado claro el diagnóstico de nuestro tiempo y cómo hemos llegado hasta aquí, debemos pasar a plantearnos como hacemos efectiva esa actitud de contracultura que se nos exige para purgarnos de esta bilis cancerígena.
Para ello quizá convenga comenzar diciendo que la correcta interpretación del texto bíblico que ve al hombre como un "señor del universo", consiste en verlo como un "administrador responsable", tal como lo expresaron las Conferencias Episcopales de Asia de 1993. O, como habría dicho el filósofo Martin Heidegger: "El hombre es el pastor del Ser", quien debe dejarse guiar por él en contra de la idea del dominio y del poder destructor. Se trata de comprender que la realidad de la naturaleza es un misterio que nos sobrepasa a nuestra razón cientifizante. Por supuesto, como nos recuerda el Sumo Pontífice, no se trata de volver a las cavernas. Sino que cada vez que intervengamos en la naturaleza nuestra actitud sea de "acompañar… plegarse a las posibilidades que ofrecen las cosas mismas… y de recibir lo que la realidad natural de suyo permite como tendiendo la mano".
Una vez que obtenemos esta actitud procedemos a una subversión en clave de revolución cultural que se nos reclama. Para ello es interesante recordar el ejemplo de San Benito de Nursia. El filósofo neo-tomista, Alasdair MacIntyre, en su ya clásica obra Tras la virtud de 1980, había escrito en su último y conclusivo capítulo que, haciendo un paralelo con la Edad Media, vivimos nuevos tiempos de barbarie y oscuridad. Algo que el pensador italiano Umberto Eco también habría llamado 'la nueva Edad Media'. Pero que, a diferencia de la anterior, escribe MacIntyre que "en nuestra época los bárbaros no esperan al otro lado de las fronteras, sino que llevan gobernándonos hace algún tiempo". Pero, al igual que en aquellas épocas, debemos esperar a San Benito, es decir, "construir formas de comunidad para continuar la vida moral" en estas nuevas épocas oscuras.
De la misma forma, el Papa Francisco ahonda en este punto para ponernos el principio benedictino del "ora et labora" que practicaron los monjes y que consistió en buscar la santificación compenetrando recogimiento y trabajo. De tal forma que esta actitud del trabajador "nos vuelve más cuidadosos y respetuosos del medio ambiente". Y a esto lo llama "un sentido espiritual revolucionario". Así que se trata de reorientar el trabajo, organizándonos primero como comunidades dentro de la sociedad civil, reconociendo el valor espiritual de lo que hacemos y reduciendo la sobreproducción y el despilfarro. Sólo así el trabajo puede significar una realización de la dignidad humana en el mundo.
A partir de allí, habría que comenzar a denunciar todas las formas inadecuadas de relación con la naturaleza que destruyen la vida humana comenzando con la denuncia de la eliminación de las especies y el maltrato a los animales no humanos. En ese sentido, una de las más importantes frases del Papa Francisco señalan que: "Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho". Repetimos: "No tenemos derecho". Y, así mismo, nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2418 que "es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas".
El mensaje es claro excepto para el que no quiere oír. Por una parte, cada especie animal tiene su sentido dentro del orden de la naturaleza que Dios ha creado. Así que cada una de ellas tiene su papel como parte de la glorificación de Dios y nosotros no somos nadie para acabar con ellos. Recuerden, acabar con una especie es eliminar una fuente de alabanza a Dios. Mientras que, por otro lado, la casa común que compartimos con estas otras especies animales fue pensada como dentro de una armonía paradisiaca. Y el hombre no se realizará plenamente sino consigue religarse con la naturaleza que es parte de religarse con Dios y con uno mismo, a la vez que con todos, lo que incluye también la religación entre el varón y la mujer.
Sin embargo, alguien podrá objetar: ¿De qué clase de mensaje hablamos por parte de las otras especies animales? A lo que hay que responder: ¿Y cómo lo vamos a saber si nos dedicamos a eliminarlos de nuestra casa común? Y eso es lo urgente que hay que denunciar.
De la misma forma, deben denunciarse y eliminarse también todas las manifestaciones que pretendan justificarse bajo una malhadada cultura de sufrimiento y tortura tales como las corridas de toros, las peleas de gallos o de perros sólo para la diversión morbosa si considerar lo que sienten nuestros hermanos menores. Y, disculpen que se los diga, pero no hay nada más contradictorio que premiar al que sacrifica torturando innecesariamente a los toros con un escapulario del Señor de los Milagros. Deben saber que la mayoría de psicópatas asesinos comenzaron matando animales siendo niños. Y así queda claro que el maltrato a los otros animales trae como consecuencia la corrupción de la propia alma.
Y no sólo se trata de denunciar el maltrato delos otros animales y la extinción de las especies, sino también de hacer algo sobre la casa común que compartimos con ellos. Así, citando al Patriarca Bartolomé, afirmamos lo siguiente: "Que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados" ya que "un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios".
Como pueden darse cuenta, estas frases nos afectan particularmente a nosotros como peruanos. Los "bárbaros", como diría MacIntyre, que nos gobiernan hace tiempo, proponen internacionalizar la Amazonía para servir a intereses económico de corporaciones internacionales como denunció la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en el Documento de Aparecida del 2007. Como en muchas otras partes del mundo se presiona a las comunidades de aborígenes para que abandonen las tierras para proyectos mineros que no ponen ningún interés en la desaparición paulatina del Amazonas, uno de los pocos pulmones del mundo que nos quedan. Esas mineras destrozan los árboles, contaminan los ríos y acaban con nuestros humedales en beneficio siempre de los intereses económicos privados alimentados por el egoísmo del afán de lucro.
Y esto sin mencionar la red de prostitución infantil que se genera alrededor de estas mineras. A los bárbaros que nos gobiernan debería caérseles la cara de vergüenza al permitir tamaña infamia contra nuestra casa y contra la persona humana. Pero, ya sabemos: sólo les interesa su beneficio político y no tienen sangre en la cara. Para purgar revolucionariamente y espiritualmente este país, sin duda, también habrá que purgarse de ellos. Recuerden, se trata de una revolución espiritual de contracultura. Y una vez que echamos en marcha este proceso, podemos comenzar a desarrollar recién la instancia de la Iluminación que es nuestro segundo punto.
II.- La belleza de la creación rumbo a la perfección
Para comenzar esta parte, quisiera hacer mención a algo que, de pasada, nos recuerda el Papa Francisco. Y es el hecho de que, cuando nos enamoramos auténticamente de una persona, lo que nos suele nacer espontáneamente es ponernos a cantar. Y así también San Francisco de Asís lo hizo cantando el "Loado sí oh mi Señor por todas las criaturas". Así, nuestra relación más elevada con el mundo no es científica o matemática. Es poética. Como repetimos varias veces con Hölderlin, "poéticamente habita el hombre en el mundo". Y es la belleza el sentido de ese habitar. La iluminación que conseguimos al cambiar de mirada respecto del mundo que no rodea. Viendo la belleza que nos rodea, no como algo que expresa una regla estética de las corrientes de moda, sino como algo que manifiesta la belleza espiritual del misterio invisible en el mundo visible de animales, plantas, amaneceres y auroras, en la lluvia, la luna, las estrellas, las montañas y el océano.
Pero, una vez más, no se confundan. No es un romanticismo barato y superficial como el que se nos está acostumbrado a presentar en los reductivismos economicistas de San Valentín, o en la propaganda de Coca Cola de Navidad o en el imperioso regalo de una refrigeradora por el día de la madre. No. Se trata más bien de reconocer la hermosura del misterio divino de la belleza en la naturaleza. Y este reconocimiento nos llevará a reorientar nuestra vida para rodearla de paz, arte y belleza.
En ese mismo espíritu Marcuse, el filósofo de la contracultura había expresado en una de sus últimas conversaciones antes de morir que "es más bella la naturaleza cuando no hay un edificio de sesenta plantas junto al mar". Y es que vivir disfrutando de la belleza del medio ambiente no se puede hacer ciudades como Lima donde cada vez más estamos rodeados de puros adefesios, perdón, edificios. Para comenzar, el caos del transporte de combis y otros contaminando tóxica y acústicamente la ciudad crean uno de los peores ambientes para vivir la vida buena. Se destruyen parques para hacer estacionamientos o edificios que terminan por consumir los recursos de agua y energía que poco a poco van escaseando. Es sin duda una alienación del hombre por una ciudad que ya fue bautizada hace años por el autor peruano Salazar Bondy como "Lima la horrible".
En consonancia con ello, la Encíclica Laudato Si dice: "No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza" (escucharon señores alcaldes). Así que primero debemos encontrar el espacio para disfrutar de la naturaleza en alabanza con Dios y así alcanzar la Iluminación de la belleza; y segundo, debemos proponer también una arquitectura urbana que brinde espacios de belleza visual pensando más en hacer obras de arte que en mega-construcciones asfixiantes que sólo sirven a intereses económicos de las grandes inmobiliarias que no tienen ninguna responsabilidad social.
Será claro que no se trata de condenar todo avance tecnológico, sino de reencaminarlo en función de valores más elevados que son los valores morales y espirituales. De hecho, bellas películas como extraordinarias obras musicales han sido el resultado del desarrollo de la tecnología al servicio del arte. Y así el ser humano puede reproducir la belleza a través de la tecnología si se conecta con el Espíritu que está detrás de la materia. Por ello también el Papa Francisco afirma que "en la intención de belleza del producto técnico y en el contemplador de tal belleza se da un salto a una cierta plenitud propiamente humana".
En esa medida se debería construir, no casas en serie que reflejen la monotonía de la vida posmoderna totalmente desesperanzadora o departamentos de cincuenta metros cuadrados publicitados con la expresión "vive como te mereces", sino crear algo bello para la contemplación y que considere también los espacios de adaptación a un medio ambiente natural para que se dé también el adecuado compartir inmediato de las redes del dar y recibir entre las personas. Esto nos lleva al último punto que es el de la búsqueda de la perfección en el amor.
Si hemos entendido bien lo que significa la catarsis de nuestro tiempo, la purgación de este mundo de corrupción relativista, economicista, cínica y posmoderna. Y si hemos cambiado de mirada al contemplar la belleza tanto en la naturaleza como en las auténticas obras de arte, entonces estamos listos para tomar ese contacto personal del amor generoso que incluye: "el contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal". Lo cual significa también aprender a valorar lo propio del cuerpo en su femineidad o masculinidad "para reconocerse en el encuentro con el diferente". Se trata de esta manera que la contemplación de la belleza, que incluye la belleza de nuestra naturaleza corporal, nos encamina a la realización de la perfección del amor.
Finalmente, se trata de entender que todo está conectado y que hay que aprender a asociar la actitud de amor hacia la naturaleza con la ayuda al desvalido, al pobre, al enfermo, al anciano, y en general al vulnerable de nuestra sociedad y de nuestra tierra. Y por eso les pido, para terminar, que me acompañen, si pueden de pie, en la lectura de la oración que el Papa Francisco nos propone para nuestra tierra al final de la Encíclica Laudato Si. …
Gracias a todos por su atención
EL DIVINO ROBAPAN de ALFONSINA BARRIONUEVO

Reflexiones al Viento. Un camino a la santidad, por el P. David Pacheco
Reflexiones al Viento. Un camino a la santidad, por el P. David Pacheco
Agradezco al P. David –a quien acabo de conocer- por invitarme a comentar su estupendo librito y a todos ustedes por su presencia.
Al contemplar este bellísimo panorama del Pacífico y disfrutar de la brisa del viento me vienen a la memoria los versos del gran poeta José María Pemán en la obra "El Divino Impaciente" sobre san Francisco Javier –fiesta del día, y presente por la vecina parroquia jesuítica de Fátima:
Soy más amigo del viento,
Señora, que de la brisa
El bien hay que hacerlo aprisa
Porque el mal no pierde momento.
Sí, no estamos para perder el tiempo. El mal avanza y muy deprisa. Por eso, hay que multiplicar el bien como está haciendo el P. David con su libro.
Reflexiones se titula y no está mal porque "está el mundo mal por falta de alguien que medite en su corazón" dice la Biblia. Qué poco se reflexiona; el mundo parece que vive del ruido y para el ruido. Como Pedro Morandé, pensador chileno, comentó: El drama de nuestro tiempo es llevar varios celulares y que nadie te llame. Problema de la comunicación, de dar mensajes positivos.
Qué bien este manojo de cien reflexiones para ayudarnos a ser personas, a ser más, a llevar lo mejor de nosotros a los demás.
Pero yo veo que más que reflexiones son "Meditaciones" al Viento ( leamos "Espíritu Santo").
En su lectura he encontrado respiración, alimento, alma, vida.
Me ha encantado por su transparencia, su coherencia, su fuerza vital.
Cuando uno lee una enciclopedia busca algo…aquí lo abras por donde lo abras te encuentras una fuente, un surtidor, un alimento que colma, que te llena, da sabor…
¡Qué bien el subtítulo! "camino de santidad": Camino…en medio de tantos vericuetos, senda…Caminante SÍ HAY CAMINO, se hace camino con SANTIDAD
Profundidad, mar adentro, duc in altum, la medida es amar sin medida, así es el amor, el ES, la santidad
Muy útil. Comienza siempre con la palabra de Dios. Lo importante no es amar sino ser amado y termina con la alabanza, aquí estoy, acción. Ora-acción. Contemplativo en la acción y acción contemplativa. Esto nos da seguridad, certeza; termina con algo práctico, operativo, concreto…
Es un auténtico libro de bolsillo por su cómodo y útil tamaño que se convierte en consejero, brisa, hoguera, aliento, sal, sol, frescor, vitamina…
Ideal para la oración personal y grupal (familia, clase, parroquia)
Es una auténtica BENDICIÓN, como nos dice en el número 55. No he logrado articular, sintetizar su contenido, porque al igual que la vida es imposible aprehenderlo, apresarlo…por esta razón se me ha ocurrido seleccionar diez de los cien acápites, aquellos que formarían un acróstico con las palabras PADRE DAVID.
PERDÓN, 8, 76
ACTORES, 9, protagonistas
Dios basta, 4, 11 Dios en mí
Resucitar, 13
Eucaristía 99
Dejar el ego, 69
Alegría, 10
Virtudes 95
Idioma del hombre, idioma de Dios, 66
De qué te vale…50
Felicito al P. David, le agradezco, y le animo a que siga contemplando, orando, ante el Señor y que nos comparta su vivencia.
JAB
Inauguración de la QUINTA DE LOS LIBERTADORES en el Museo Nacional de Pueblo Libre
Nueva exposición
LA QUINTA DE LOS LIBERTADORES
Lugar: Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú
Conmemorando la Batalla de Ayacucho, que selló la independencia del Perú, el Ministerio de Cultura a través del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú inaugurarán la exposición de "La Quinta de los Libertadores" el 9 de diciembre y abrirá sus puertas al público este jueves 10 de diciembre. La muestra da a conocer un poco más de la vida de Don José de San Martín y Simón Bolívar así como de la coyuntura por la que atravesó el país durante su independencia.
Bajo la curaduría de la Dra. Scarlett O'Phelan y del arquitecto Yoshio Cano, se ha implementado cuatro ambientes que recreanel dormitorio, despacho y comedor de Simón Bolívar (basados en el único inventario de mobiliario dejado por el Libertador, en 1826) y el "Salón de las tertulias" donde se escenifica las conversaciones culturales y políticas propias de aquellas épocas. Los otros espacios están asociados a Don José de San Martín y su plan de gobierno.
Para esta remodelación se expone un centenar de piezas de la colección de Historia del MNAAHP, entre las que destacan el escritorio de Don José de San Martín, la Orden del Sol del Perú, la espada de Jamaica que perteneció a Simón Bolívar, además de un costurero atribuido a Manuelita Sáenz.
Asimismo, por primera vez la casona dispondrá de videos sobre la participación de los sectores populares en el nacimiento de la república peruana (representados por una rabona y un montonero) y la trascendencia de Manuelita Sáenz. Por otro lado, se incluyen pantallas táctiles con material interactivo donde el visitante podrá conocer más sobre dos destacados artistas peruanos: José Gil de Castro y Pancho Fierro, quienes retrataron a la élite político-militar del país y las costumbres de Lima y sus personajes, respectivamente.
Cabe señalar que este proyecto de inversión pública ha sido financiado por el Ministerio de Cultura, con un presupuesto de un millón de soles aproximadamente lo que ha permitido hacer trabajos de conservación de más de dos decenas de bienes pertenecientes a la colección de Historia del museo y el mantenimiento preventivo de la infraestructura, así como la adquisición de más de un centenar de piezas que complementan la ambientación de la casona.
Historia
Edificada como casa de retiro del virrey Pezuela, pasó a ser ocupada por Don José de San Martín quien residió en ella de 1821 a 1822, luego Simón Bolívar la habitó de 1823 a 1826, y en 1881 fue sede de gobierno del presidente Francisco García Calderón.
Con el pasar del tiempo la propiedad fue modificándose, así durante el Oncenio de Leguía fue convertida en Museo Bolivariano con motivo del centenario de la Batalla de Ayacucho. En 1992 se unió este museo junto al de Arqueología para convertirse en lo que actualmente es el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.
Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú
Pueblo Libre - Lima 21