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Uxori dilectissimae, in memoriam. A Julia Pérez, Carlos Díaz

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Querida Julia (Pérez Ramírez), esposa de nuestro amigo Carlos Díaz: Te vas como siempre has vivido, tan discreta, tan de puntillas, "en una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, saliste sin ser notada, estando ya tu casa sosegada" como en la foto que nos acompaña. Gracias por tu vida, gracias por tu don total, siempre, con todos, ¡hasta el Cielo!


 Uxori dilectissimae, in memoriam

 

Hoy, amor mío, mi esposa Julia, acabas de dejarnos a mí y a nuestros tres hijos. Te has ido sin molestar, sólo amando. Déjame que gracias a ti escriba estas palabras que siempre anidaste en ti para todos. La com/pasión es la respuesta a la prioridad del sufriente, quien sufre tiene prioridad: cuando alguien que no eres tú llora, tiene derecho sobre ti, por eso cuidar a un ser humano que sufre es lo más urgente. Esto significa que, lo quiera o no, yo he de ocuparme con mi prójimo. Por prestar atención al sufrimiento del otro, este otro deja de ser un él y se transforma en un tú. Esto se traduce en que el principio de individuación de uno es el sufrimiento de su tú. Si quieres responder a tan dura exigencia, tienes que cargar con el doliente. Obviamente, nuestra prioridad por el que sufre no ha de evitar nuestra cercanía respecto del que se alegra. La tarea ética no es ya, por lo tanto, la elaboración de hipótesis abstractas sobre posibles formas de humanitarismo, sino la de hacer desaparecer del mundo formas concretas de inhumanidad. Y, lo que, es más: el pecado propio sólo se supera asumiendo el dolor del tú doliente. Criterio de verdad: hacer sufrir es la única manera de equivocarse. Hasta que uno no se entera enteramente del ajeno dolor ignora quién es el propio sí mismo. Sólo el dolor es maestro de vida, porque pone en vilo todo nuestro ser, en carne viva. Hay en esta racionalidad cálida una enorme paradoja: el sufrimiento existe por la compasión.

Ahora bien, tu prójimo es uno como tú, pero ni él eres tú, ni él es tu tú; es igual que tú, pero no tú mismo. Tu yo/sujeto no es el tú/predicado por mi yo, el tú por mí predicado que nunca es el tú mismo que tú mismo eres. Eso explica que yo sea también tu adversario, o que pueda llegarlo a ser, y a la inversa. Henos aquí iguales, pero también desiguales e irrepetibles; somos todos, pero somos cada uno. De todos modos, este mi yo/no, este "yo no soy  tú", se plantea dentro de la relación interpersonal: "el otro en tanto que otro no es solamente un alter ego; es lo que yo no soy: es el débil, mientras que yo soy el fuerte; él es el pobre, él es la viuda y el huérfano. El forastero es la causa de que haya surgido el mandamiento del amor. El ser humano fue descubierto en el forastero. El motivo primordial del amor es el amor al forastero. Incluso en la guerra, el enemigo debe ser respetado como prójimo. Sobre esta figura descansa el derecho de gentes, que por cierto tampoco fue concebido sólo para los tiempos de guerra. El prójimo es el mapa mundo y la carta magna de la compasión, por eso "no basta con que yo sienta envidiosa alegría ante la desgracia del enemigo; tampoco vale con que me ponga el vano pretexto de que su odio me da derecho a vengarme; tampoco con que me diga a mí mismo que el derecho ha sido violado y que no soy yo, sino el derecho en mí, el que se está vengando; tampoco con que siempre me muestre dispuesto a evitar lo que lo daña y a promover lo que le aprovecha y que, al hacerlo, me cuido de respetar y no herir su honor. Todavía tengo que preocuparme positivamente por su honor y por promover su prosperidad moral. En la medida de mis limitadas fuerzas debo preocuparme por su mejoramiento moral"[1].

 El corazón distingue al hombre de la bestia. Es la manifestación del espíritu y de su conciencia. No le guardarás odio a tu hermano en tu corazón. Porque perderías tu corazón. El odio no tiene justificación. Ésta es la palabra más profunda que pueda pronunciarse sobre esta aberración del psiquismo. No hay motivo ni razón para odiar. Cada aparente motivo es un error y una aberración. El hombre existe para el amor. Y, cuando odia, echa a perder su existencia. Sólo la dialéctica satánica es la que le presenta el espejismo del derecho a odiar y le distorsiona el psiquismo para el odio[2]. La reconciliación, por ende, es una conciliación perdurable: "cuando un ser humano es declarado culpable convicto conforme a los hechos, y ya no es capaz de valerse por sí mismo en la correlación más estrecha de ser humano y ser humano, en esa situación sumamente crítica brota entonces el problema de su yo, y la correlación más amplia de Dios y el ser humano representa la única posibilidad de auxilio que le queda"[3].

 

El ser humano fue descubierto en el forastero. La palabra amor pierde su sentimentalismo gracias al forastero[4]. Desde esa actitud el proceso de co/rección"no debe uno considerar aisladamente la culpa del otro, sino a la luz de la debilidad humana universal. No debes cargar la culpa sobre él solo, sino que debes tomarla también sobre tus propios hombros y sobre los de la condición humana universal. La humildad no observa exclusivamente al pecador a la hora de la injusticia, sino que hace co-responsable a toda la colectividad de los errores del individuo. Y esto constituye también el único medio efectivo de borrar de la faz de la tierra el concepto de enemigo: que uno aprenda a reconocer y a entender en qué red de seductoras tentaciones están enredados el débil hombre y todas sus fuerzas a causa de la casualidad de su cuna y de la necesidad de su situación social, de tal manera que ningún ojo terreno pueda ver dónde termina la fuerza ciega del destino y dónde comienza la libertad de su voluntad. Y no sólo en general y en teoría se ha de reconocer esto; sino que en cada caso se ha de meditar y ponderar muy a pecho, y esto es mucho más difícil todavía de conseguir, que nadie tiene derecho a llamar malo a ningún ser humano. Sólo tenemos derecho a distinguir lo bueno de lo malo, pero no al bueno del malo. En cuanto borremos al malo del léxico de nuestra conciencia nos veremos libres del fantasma del enemigo. Y sólo con esta humildad podremos practicar la corrección que requiere el amor al enemigo"[5].

Si todo eso existe, entonces el odio no: "el odio es inexplicable. El odio no sólo no puede tener una razón falsa, sino que no tiene razón alguna. Cualquier razón para odiar es falsa. Cualquier razón para odiar es nula y vana. El odio es siempre odio inexplicable. La única forma de alejar el odio del corazón humano es decir que no tengo enemigo alguno; que oír y saber que alguien es mi enemigo, que me odia, me resulta tan incomprensible, que no queda registrado y desaparece de mi conciencia, como la idea de que yo mismo pudiera odiar a alguien. Todo odio es en balde. Todo odio no es más que ilusión, deformación y disimulo de la mediocridad humana, constituida por la avaricia y el egoísmo, y la afectividad de ambas: la envidia"[6].

El amor es el nombre de la persona. El principio fue el tú me amas, me nombras con amor, y entonces yo existo a partir de la posición que es deposición del yo soberano, la cual es su responsabilidad para con el otro. La responsabilidad es lo que, de manera exclusiva, me incumbe y que humanamente no puedo rechazar. Suprema dignidad del único, yo no soy intercambiable, soy yo en la sola medida en que soy responsable. Yo puedo sustituir a todos, pero nadie puede sustituirme a mí. Tal es mi identidad inalienable. Nadie es nadie hasta que no es querido por alguien. Amado Nervo: es para mí una cosa inexplicable el por qué se siente uno capaz de ser bueno al sentirse amado. Toda la vida para poder decirnos lo que tú nos has dicho y hecho: te amo, no morirás. Amar a otro es decirle: mientras yo viva tú no has de morir, pues te llevaré siempre conmigo; más aún, cuando yo muera, ambos seremos rescatados para la eternidad amorosa divina. Pues, así como en la tierra es ya el amor lo que nos constituye y salva, el Dios Amor garantizaría la eternidad amándonos más allá deltiempo: desde siempre, para siempre, por los siglos de los siglos. adiós, amor de mis amores. El Señor te nos dio, el Señor nos la quitó. Gloria al Señor.

 

https://www.elimparcial.es/carlos-daz/autor/473/



[1] Levinas, E: De l'existence à l'existant. Vrin, Paris, 2004, p. 162.

[2] Cohen, H: El prójimo. Ed. Anthropos, Barcelona, 2022, pp. 78-83.

[3]El justo es el fundamento del mundo(Prov. 10,25).

[4] Cohen, H:La religión de la razón desde las fuentes del judaísmo. Ed. Anthropos, Barcelona, 2000, pp. 12-13.

[5]Ibi, pp. 78-82.

[6]Ibi, p. 350.


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