LagenerosidaddeLuzMaría
F.JavierGarcíaAparicio
Amimadre,alasComunidadesNeocatecumenalesyalashermanitasdeBelén,
queayudaronamihermanaaencontrarelcamino
devueltaaCasa.
Escucha,hija,mira:inclinaeloído,olvida tu pueblo y la casa paterna;prendadoestáelreydetubelleza.
Salmo44
r
I
Porquéescriboesto
Guárdamecomoalaniñadetusojos;alasombra detus alasescóndeme
Salmo17
MihermanaLuzMaríamuriócuandotenía53años,laedadqueteníamimadrecuandoella, con 25, entró en el monasterio. Extraña coincidencia en dos mujeres que van aentregarsusvidassinvacilar,sinsospecha.
El que la llamáramos Chiqui le convenía a su forma de ser. La recuerdo en Salamanca conesas bufandas infinitas que se reliaba al cuello varias veces para no pisarlas, y esos jerséisqueellamismasehacíaconmotivosnaíf,comosupropiocarácter,decoloressinmezclaylíneassinambages.Unasflorecillastorpementetrazadas,laextrañasonrisadeHeidiycosas así eran los motivos permanentes. Sus simpáticas trenzas, sus guantes de lana ajuego con los siempre insólitos calcetines. Y, cómo no, sus chistes imposibles que hacíancorros de risas; su amable empeño en todo lo que emprendía, sus macetitas siempreagradecidas, la forma compasiva en que te miraba cuando le hablabas. Con esos ojosverdeextremeño.
Cuento esto, no para lo imposible de describirla en tan poco, sino para sonsacaros esasonrisa que producía de todas todas su aspecto adorable, y haceros así cómplices delcariño que inevitablemente rezumarán estas palabras. Son torpes a la fuerza. Pero de unatorpezaatrevidasabiendoquevandirigidasavosotros,losquelaconocisteis,y—casisesigue—losquelaquisisteis.
Las escribo, probablemente, a su pesar. Nada más lejos de su carácter el hacerse notar, elllamarlaatención,eldarseimportancia.EraChiqui,ysunombreleconvenía.(Aunque,seadicho,muriócomoLuzMaría).Sinembargo,apeloasugenerosidadparadejaroselrecuerdo de estos hechos transcendentales. Los considero su regalo póstumo a mi través.Paradójicoregalo.Sumuerte.Perono:eslaformaenquemurió,essuempeñoenquehasta su muerte fuera amable y sugerente para todos los que la compartimos. Y ahí quieroincluirosavosotrostodos,pormediodeestaspalabras.QueellameasistadesdeelCieloquelaguarda(«comoalaniñadesusojos»1).
1Eraelsalmoquerezabalapuertadelaceldaqueocupómuchosañosensuprimermonasterio:«Guárdamecomoalaniñadetusojos».Elveranodespuésdesumuertevolvíaaquelmonasterioenelquepasóveinteaños,conlaintenciónderecobraremociones.Yomismohabíaestadoallímuchasveces.Aunqueagnóstico,presentía algoinsólitoenaquellugarcercadeldesierto.Las celdasenlasquevivíanellasentoncessehabíanconvertido ahora en hospedería. Es por eso por lo que la casualidad me llevó a esta, la que fue suya durantemuchotiempo—melocontabalahermanitaquesecercioró—.Unasimplecama,unamesa,unlavabo,yunsencillooratoriodondeellasereclinaríatantasveces,dondeellapediríapormí—suhermanoperdido—tantasveces…¡Mehabíanasignadoporazar—aunqueyoprefieroimaginarfuerzasmástrascendentes—laceldadeLuzMaría!Meconmovió,laverdad.
Viendoentonces,trassumuerte,elsalmoquecolgabadeaquellapuerta:«Guárdamecomoalaniñadetusojos»,penséemocionadoque,verdaderamente,¡sehabíacumplido!
UNAACLARACIÓN:
Tengo que decir que este es un relato escrito desde el asombro del recién llegado.No es propiamente un texto escrito desde la mirada de una religiosidad madura sino,más bien, desde la frontera, desde el umbral de una fe propia de un cristianito recientequesoyyo.Esto,queaalgunosospareceráundetrimento,permite,amiparecer,unrelatomásabiertoycomprensibleparalosquenosoiscreyentes.Seacomosea,todoscoincidimos en el cariño hacia mi hermana, y este es el único presupuesto que necesitasulectura.2
2Quizátengasestelibritoentrelasmanosy,sinembargo,noconocierasaLuzMaría.Larazónesque,finalmente,decidimos"abrirelcírculo"deaquellosalosquevadirigido.Nohequerido,apesardetodo,cambiarestaintroducciónporfidelidadalrelatooriginal,ytambiénporque,dealgúnmodo,creoqueconocer supropósito inicialpuede ayudara entendermejor estamodesta crónicade hechostanextraordinarios.Solomeatreveríaapedirte,simelopermites,quenodejesquelaluzdesutestimonio
«quede bajo elcelemín».
II
Lakénosis
Enverdadosdigoquesinoosconvertísyos hacéis como niños, no entraréis en elreinodeloscielos.
Mateo18,2
Apenasdossemanasantesdemorir,fuimosaverlaalmonasteriomimadre,mihermanaPilar y yo. La habían traído del hospital. Ella quería estar allí, en su casa, decía, y losmédicosaccedieron.
«Cuandolleguéalmonasteriolaprimeravez»,nosdecía—larecuerdosentadafrenteanosotros, rodeada de cojines, junto a su madre, a la que parecía sostener sujetandodulcemente la mano, ya pálida, ya muy delgada por la enfermedad—, «la hermanitapriora», siguió, «me dijo que no había ido allí para crecer, que había ido allí paraempequeñecerme»… Tras la fragilidad que mostraba su cuerpo se presentía el coraje y ladeterminacióndeunamujerquesabíaquiénera…«SéquevoyairalCielo»,continuó,
«porque se lo he dado todo a Dios. Ya no tengo nada, mamá… Sigo siendo unacalamidad,peroDiosmequiere»…Mihermanaestabamirandoalamuertealacara,sinmiedo.SedejabacaeraojoscerradossobrelosbrazosdeDios.«Llevoveintiochoañospreparándome para la muerte, estoy lista, mamá… Bueno, tenéis que rezar por mí, pero…vamos…quevoyairalCielo»…ParecíacomosiestuvieraorganizandolascosasaDios,porsituvieraalgunaduda.Asíeraella.
Enpocaspalabras,sinaspavientos,mihermanahabíaexplicadoelsentidomásprofundodelaespiritualidadcontemplativa,lapobrezaylaobedienciaabsolutasrecogidasenun
«selohedadotodoaDios».Mihermanarepresentaba,ensusencillez,eldesprendimiento total, la kénosis de la que hablan los místicos. «Yo le di de hecho / a mísindejarcosa»,escribeSanJuandelaCruz.Elvaciamientodeloqueeres,omejor,detodo aquello que no te deja ser quien estás llamado a ser. «La curación está precisamenteen morir —decía también Kierkegaard—, morir a todas las cosas terrenas». «Me heempequeñecido», nos dijo ella aquella mañana. Hacerse como niños, volver a lasimplicidaddelorigenparaencontrarseconDios.Esaeslapromesaqueserealizabaenella.Moríacomohabíavivido.Sellamaautenticidad.
MihermanahabíadejadodeserChiqui.Bajosufrágilapariencia,bajosuconmovedorasencillezserevelabaahora,enelmomentodelaverdadmáspalmaria,unagranmujer.MihermanayanoeraChiqui,eraLuzMaría.Representabaantelamuerte,anteDios,atoda su comunidad, a su familia monástica. Era la patencia encarnada de la autenticidaddeunaformadevida.
La luz de noviembre a mediodía le caía de costado. Su palidez, su delgadez extremaaparecían ahora, en la atmósfera conmovedora que habían creado sus palabras, como unaexpresión de algo inusitado, transcendente, divino… Parecía una mujer transfigurada.Todosquedamoscallados.Nadaparecíaquepudieramejorarelsilencio.
III
Sonreíralamuerte
Jesúsledijo:"Yosoylaresurrecciónylavida: el que cree en mí, aunque hayamuerto,vivirá;yelqueviveycreeenmí,nomorirájamás.¿Creesesto?"
Juan 11,25
Mi hermana murió un lunes; era el 30 de noviembre. El viernes anterior llegamosalarmadosalhospital,desdeCáceres,mimadre,mihermanaPilar,misobrinoDavidyyo.
Elcolonlamatabaysuhígadometastatizadoladebilitabaeimpedíalaintervenciónquepudiera darle alguna esperanza. Colon e hígado parecían así confabulados en un acuerdomacabro.Pasamos,sinembargo,todoeldíahablando,rezandoytambién,porextrañoqueparezca,riéndonos.
Elhospital,todoelhospital—nosdijeron—murmuraba,hablabaconincredulidaddeunamonjita —por supuesto ella siempre llevaba puesta su cinta y su velo— de la plantasegundaquellevabasemanasdesahuciadayque,sinembargo,tratabaatodoelmundocon una sonrisa, a todos hacía bromas y a todos consolaba. Unas monjas agustinas quecuidaban a uno de los suyos tuvieron también inquietud por conocer a esa hermanitaextraordinaria… Igual quedaron impresionadas por su radiante cordialidad: «Nos ayudamuchoeltestimoniodesuhija»,ledijeronamimadre.Lafielconfianzaquetransmitíaen que no iba hacia un final sino hacia un tránsito, emocionaba también a aquellasmujeres consagradas. ¡Mi hermana daba testimonio —qué palabra tan apropiada— deunaverdadquesalvabadelamuerte!
Avosotrosquelaconocisteisnoosextrañaríatampocosiosdijeraqueestuvocontándonostodalamañanadeaquelviernesquellegamoselmismochisteabsurdo…
«¡Sí,peroamísemepasa!,decíaelborracho».Nosviollegartanasustadosqueseempeñabaenhacernosreír.Alosquelaconocisteis—séqueahorasonreísrecordándola
—seguroquenoosextrañaría,peroesque…¡seestabamuriendo!
Las enfermeras, las médicas internistas que la llevaban, el oncólogo… no podían creerque esa monjita —siempre digna con su cinta y su velo, eso sí— tan pálida, tan poquitacosa,conlahorriblehiperdistensióndeesehígadoindiferente,conesecolonquenoladejaba comer ni dormir, y a poco más de unos días para morir, no mostrara ni un sesgo dedesánimo,nileasomaraunlamento,nitansiquieraunalevesombradedesesperanza.Esto no puede ser. Y ella, dale, se reía con el oncólogo al que amenazaba con unapiedrecita santa que guardaba bajo su almohada: «¡Como me hagas daño con esas agujas,te tiro con la piedra! ¡Cuidadito!». Qué horror de agujas. Qué trastornos para alguien quesoloqueríayavolveracasa,volveralPadre,comodecíaella.
Como prueba de lo que digo os cuento algo sorprendente que, sin embargo, nocomprendí en el momento. Estando en el entierro, junto al claustro mayor del monasterio,mientrasechábamoslatierraenlatumbaqueseabríaenelsuelodeljardíndeclausura
—esaesotrahistoria—,allí,todosapretujadosyemocionados,derepente,unachicaque
había a mi lado —yo no la conocía— me cogió la mano y la mantuvo apretada un buenrato…En aquel tumulto emocional no me sorprendió excesivamente, pero ¿quién eraaquellamujer?Mimadremeloexplicóaldíasiguiente:¡unadelasmédicasinternistasque había tratado a Luz María!… Poco que decir. ¿Sabéis de algún caso de un médicoque, sin conocer previamente a la paciente, haya ido a su entierro y se aprieteafectuosamenteconsusfamiliares?…Yono.
Nunca nos habló de su colon irritable, una enfermedad que llevaba años incomodándola;nunca nos habló tampoco, en aquellos meses, de dolores o miedos… Solo muy al finalempezaron a sedarla. Llevaba 28 años sin tomar apenas medicamentos —qué digomedicamentos, sin tomar un simple café— por lo que los analgésicos más suaves le dabansuficientealivio.Pudoasímantenersuconcienciaclaracasihastaelfinal.
Elhospital,todoelhospital—nosdijeron—rumoreabaquehabíaunamujerextraordinaria,unamonjitaalparecer,enlaplantadeoncología.
Tantoesasíqueesepuebloentrereligiosoysupersticioso—comoesnaturalenunlugardemarinosypescadores—acabóenunpispásconesecestitoderosarioshechosamanoque trajeron las hermanitas —«¡qué ocurrencia!», había pensado yo, «¡rosarios!»— y quepusieron («para el personal y el que lo quisiera») en el mostrador de enfermería… Unpispás es mucho tiempo.Cuenta mi madre, que yo no estaba en la habitación —mihermanayadormidaporlasedación—quesepresentóun…«esosdelacabra»,diceella,
«¡un legionario!, ¡eso!… Lleno de tatuajes por los brazos… Un mozarrón». Decía quehabía sido legionario y que era muy religioso. «Mire uzté, zeñora» —mi madre malexagera el acento andaluz… Bueno, pues resulta que, no sabe dónde, había perdido elrosariodeteladelashermanitas,yestabaapuradísimo.«Yoesquezoymuyreligiozo»,decía, «zi pudiera tené otro rozario de zu hija», contaba mi madre. La hermanita queestabaallí sequitó el quellevaba en lamuñeca y, sinmás, selo alcanzó.Yel mozote,
«gracia, mucha gracia, zeñora, hermana»; grande y ya cincuentón, emocionado, secuadra golpeando los tacones, hace el saludo militar y se marcha. Mi madre se ríe cuandolocuenta…
…Porquemequedatodavíahablardemimadre.
IV
LasúltimaspalabrasdeLuzMaría
Jesúsledijo:`Teaseguroquehoyestarásconmigoenelparaíso´.
Lucas23,43
Lapartedeesterelatoquemeresultamásdifícilesunaparteesencial.Enellamegustaríamostraros,delaformamásrespetuosa,sinintervenirenloposible,unhechoextraordinario. Un hecho que, de por sí, justifica mi empeño en contar esta historia paravosotros,losquelaconocisteis,losquelaquisisteis.Esdifícil,ynoquierotraicionarconmis palabras el alma de aquel acontecimiento. Quisiera que estas fueran sencillasventanas, cuya esencia consistiera en ser, precisamente, ese espacio vacío que nospermiteasomarnosasutravés.Lomejorseríaelsilencio.Aellalegustaría.Porquemihermana fue hija del silencio. Lo mejor sería presenciarlo y callarse. Dejarse hacer por elmisteriodeaquelloshechos…Peromuchosdevosotrosnoestuvisteisallí,ycreoquelahistoriadebesercontada.ElCielomeasista.
La escena es conmovedora desde el principio. Las hermanitas, que habían venido delmonasterio hasta el hospital, que habían cruzado el umbral de su clausura paradespedirsedesuhermanaLuzMaría,quehabíanidoasomándoseasonreírleduranteesatarde,dedosendosparanoabrumarla,sefueroncolandoenlahabitación.Meparecerecordarquelaventanadejabapasartodavíaalgodeluz,algodeesaluzrespetuosadelas tardes de noviembre. Fueron entrando silenciosamente, como es natural en ellas. Todami preocupación era si cabríamos en esa estancia donde dos camas ocupaban casi todo elespacio. Allí estábamos mi madre, mi hermana Pilar, mi hermano Jorge y su mujerCristina, mi sobrino David y el obispo que, en aquella habitación, parecía todavía másgrande de lo que ya era. También se colaron las dos médicas internistas y una monjita, lahermanaPura,queacostumbrabaavisitaralosenfermos.Amableelobispoquevinoacelebrar la última misa de mi hermana, de la hermana Luz María. Creo que eran quizáveinte hermanitas. Y se fueron acomodando como en un amable milagro en aquellospocos metros cuadrados. Esa es la escena: todos alrededor de la cama de mi hermanaque,aratos,nossonreía.Selaveíacansada,muycansada.Seestabamuriendo.
Creo que fue antes de que el obispo empezara la celebración a los pies de su cama,delantedeunabrevemesita,cuandomihermanallamólaatencióndelapriora.Algolesusurró que solo ella sabe. Y luego, cerró los ojos. Mi hermana se moría, pero en unsublime acto de obediencia y de pobreza preguntó a su priora —estoy casi seguro— ¡sipodía cerrar los ojos durante la eucaristía! ¡Pedía, casi, permiso para morirse!…Y luego,loscerró.
Entoncessolomeemocionó.Luego,alrepasarloenmimemoriamerecordóaalgoquemehabíaimpresionadodeella,noimportaquecuandoateoocuandoluegomeconvertí:si entrábamos en la capilla, siempre se inclinaba hasta tocar el suelo con la frente con ungesto de sumo respeto, como si Dios, el innombrable, el creador de todo lo que existeestuviera, cómo diría, estuviera realmente allí. Siempre lo entendí como un signo deautenticidad, como un signo de verdad. Si era que exponía para mí, para mí solo, elSantísimo,enlacapillitadelasantiguascuadras,entonceshacíasusgenuflexiones,y
cantaba.CantabaparaeseDiosquesedejabaexponeranuestramirada.CantabacomosecantaaDios.
Lo que iba a pasar allí, en aquella pequeña habitación de aquel pequeño hospital deaquella pequeña ciudad, era para ella algo inmenso. Una hierofanía, un momento en queDios iba a dejarse tocar, iba a abajarse para venir a salvarla de la muerte que laapremiaba,ibaapresentarseenesahabitaciónhacinadapararecogerasuhijaamada…
«prendado está el rey de tu belleza»… Ella, muriéndose, pidió permiso para cerrar susojosagotados,yluego…loscerró.
Sin embargo, todavía teníamos que asistir el obispo, todas las hermanitas, mi madre y mifamilia, la hermana Pura, las médicas, todos los que allí estábamos, a un acontecimientoextraordinario, un acontecimiento que removería en mí, desde entonces, la forma en queentiendo las cosas. No puedo decir más. Mi hermana mantenía los ojos cerrados. Enrealidad no sabíamos si todavía estaba allí con nosotros, si tan siquiera nos oía… Creoque fue en el momento de la homilía, porque me sorprendió, cuando el obispo, másbruscamente de lo que yo hubiera querido, se dirigió a mi hermana y le espetó: «¡LuzMaría!, ¿quieres decir algo?…» «¡Cómo se le ocurre! —pensé— ¡pobrecita!»… Entoncesella se removió, abrió los ojos un poco superada por la situación —siempre fue muytímida, ya sabéis— y, sin mediar un instante, mientras colocaba su pelo —en un últimoactodedignidadyderespeto—pordebajodelacintaquesujetabasupálidafrentedijo:
«QueDiosesbueno».
¡Que Dios es bueno, dijo! ¡Se estaba muriendo! ¡Un cáncer le rompía el hígado ybloqueaba mortalmente su colon, y ella decía ¡que Dios es bueno! ¡ Mi hermana dabagracias a Dios!… Y fueron, de hecho, sus últimas palabras. Sus últimas palabras no fueronde lamento, no fueron una queja, ni un deseo, ni una protesta, ni un grito… fueronpalabras de agradecimiento: «Dios es bueno». En ellas se adormeció su alma en elcaminodevueltaalPadre.
Y ese Diosbueno, intermediado porsu amadamadre, laVirgen,a laque cuántasveceshabría rezado: «ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte», le dejóquedarseenpaz,tranquila,«conlacasasosegada».Yasísedurmió.SequedódormiditaenbrazosdeDios.Asímepareció.
La verdad, sería mejor callarse. A ella le hubiera gustado el silencio, el humilde silencio;comoeldel«susurrodeunabrisasuave»,como«lavozdeldesierto»alqueDioslahabíallevado para hablarle al corazón. Ese silencio preñado donde, si estamos atentos,descubrimos el sentido de las cosas… Pero me ha tocado contar esto. Y quiero hacerlo apesar de que sé que el intento de apresarlo con palabras es vano, casi contraproducente.Anteelmisterioesmejorcallarse,vaciarseparadejarsellenar.Comosupohacerella.
Losquenoestuvisteisallí,lamayoríadevosotros,imaginadlaenaquellacama,rodeadade todos los suyos, ya tan delgada, azorada por los últimos empujones de una enfermedadque la agotaba; imaginadla abriendo los ojos, colocando su pelo bajo la cinta comoúltima manifestación de su escrúpulo, de su respeto definitivo a la forma de vida quehabía elegido, y diciendo con esa mirada limpia, transparente y asombrada que tuvosiempre,«queDiosesbueno».
Allí, en aquella tarde que ya anochecía como en una reverencia, rodeada de todos lossuyos,mihermananosdiosuúltimoregalo.Fuegenerosahastaelfinal.Diosesbueno.Nopasanada.Notengáismiedo,queDiosesbueno.
r
V
LagenerosidaddeLuzMaría
Nadie tiene amor más grande que elque da la vida por sus amigos.
Juan15,13
Me quedé atónito… ¿Qué había descubierto mi hermana en estos veintiocho años? ¿Quémagníficosecretolepermitiómiraralamuerteconungestodeagradecimiento?¿CómoDioslahabíavaciadodesímismaylahabíallenadodeesteamor,deestacompasiónydeestapaz?¿Quénosvoceabamihermanadesdeelumbraldelamuerte?
Yo creo que Luz María fue generosa también para morir. A mí me parece que murió,tambiénunpoco,parasalvarnos.Parasalvarme.Quenosayudóacreyentesydescreídosa entender eso de la cruz, eso del dolor, eso de la muerte. De algún modo, esa niñatímida y apocada, Chiqui, se había ido vaciando, despojando de sí para convertirse enuna mujer nueva, en Luz María, una hermanita capaz de sonreír a la muerte, capaz de dargraciasenesemomentoenqueloentregamostodo.
Ya no volvió a abrir los ojos. Pero no murió, ante el asombro de los médicos: «¿¡Cómoaguantatodavíaestamujer!?»,selesoyódecirtodoaqueldomingoquesiguió.Nopodíamorirse: estaba esperando a mi hermano Nacho y a Marta que venían, en un viajedemencial de veinticuatro horas, desde China. Dejaban allí, además, como testimonio deabsolutaconfianza,asusseishijos.Lamayortenía11años.LosdejabanenChina.
Temprano en la tarde del sábado, yo entraba y salía nervioso del cuarto, como si cambiarde sitio fuera a modificar las cosas. Ella me reñía amablemente mientras me cogía lamano y me miraba con dulzura: «¿Dónde estabas?»… «Hablaba con Nacho; viene conMarta. Que les esperes»… «¡Vaya cosas que le digo!», pensaba yo sobre mis palabras…Solo queyo sabíatambiénque aellaeso delosmilagros leparecíade lomásnatural…
«¡Claro!», dijo como dándolo por hecho, y se sonrió. Recuerdo como si fuera ahora sudelgada y cálida mano en la mía, y sus ojos, cansados pero risueños y consoladores, sobrelosmíos.«Nopasanada,todoestábien»,medecían…
Llegaron a las dos o las tres de la madrugada del lunes. Los recogí en la calle. Si hacíafrío, no lo sé. Nos colamos en el hospital y recorrimos tristes pasillos, apenas iluminados,conunaíntimaurgencia,hastaquealfinllegamosalahabitación…RecuerdoqueNachose arrodilló ante ella y lloró. Lloró todo su dolor, lloró su agradecimiento. Y Marta lehabló, y le pidió… Habló al alma entera, al alma viva y generosa de mi hermana. Y sé queella los escuchaba y los consolaba en lo profundo. Era el día de san Tadeo Liu, santo ymártirdeChina.Quientengaoídosparaoír,queoiga.3
3SanTadeoLiu(1773-1823),presbíteroymártirdeChina.Casualmente,enlaciudaddelaquevenían,seconservaunareliquiasuya.
r
VI
Tresmujeresyunacruz(1)
JuntoalacruzdeJesúsestabansumadre,la hermana de su madre, María, la deCleofás,yMaría,laMagdalena.
Juan 19,25
Amisojos,estosacontecimientosqueosrelatorevelaronladeterminaciónylafortaleza
—ellas dirían que prestadas— de tres grandes mujeres. Ya vengo hablando de una de ellas,mihermana.Laotramujerfuertedeestahistoriademostrótambiénuncorajeyunalucidezextraordinarias. Y, aunque ella no querría aparecer en este relato, la menciono porque susaber entender y hacer, la fuerza de su íntimo convencimiento fueron transcendentales enla forma en que pudimos vivir estos acontecimientos. Y además porque como madre, comopriora, trae al sentido de esta narración algo que resulta fundamental para entenderla: lapatenciadeesaunidadamorosaqueconstituíaestacomunidaddehermanitascontemplativas; una intimidad en la que, por otra parte, también nosotros nos sentimosabrigados.
EldomingohabíamosaparecidoalarmadosenelhospitalporlasupuestainminenciadelamuertedeLuzMaría.Recuerdoelapresuradorecorridodesdelacasaenlaquedormíamos, apenas unos cientos de metros que me parecieron interminables, como lospasillos excesivos de aquel hospital antiguo. No me sentía preparado. El pulso en lassienes. Todo parecía más rápido de lo que mi alma podía acompasar. Recuerdo llevaraquella agitación a la habitaciónde mi hermana.Yrecuerdo que, de repente,se transformóencalma.Fuecomoungolpedeluz,ungolpehondoyamable,quetransfigurótodosmissentimientos…
La escena era sobrecogedora.La luz entraba por la ventana sin apartar los ligeros visillos;entraba generosa desde aquel cielo del sur, en aquella luminosa mañana de domingo.Todoshicimoscorroalrededordelacamademihermana.Asuladoestabalahermanitapriora, sentada junto a ella, reclinada sobre ella con una biblia abierta en la mano. Le leíadulcemente, casi en un susurro, versículos que hablaban de esperanzas y promesas, deencuentro con el Padre, de vida eterna… Mientras, acariciaba su frente con los dedos,como si con ese gesto quisiera acompasar el amable sentido de aquellas palabras quehabríaelegidocuidadosamenteparaayudaramihermanaaldefinitivodesprendimiento.4
Laescenameparecióluminosa—meatreveríaadecirqueatodosnosparecióasí—peronoporlaluzqueveníadefuera,sinoporesaotramásintensaqueirradiabalabellezadeaquellas dos almas entrelazadas: la de una madre que consolaba y la de una hija queadormecidaescuchaba—estoyseguro—mientrassedesprendíadelopocoquetodavíalequedaba.
4Era laOración deJesús del evangeliode S.Juan. La transponíaamablemente parahacerla oración demihermanaLuzMaría.
Viendoallíalahermanitapriora,mientrasleíaaquellassagradaspalabrasalalmaabiertade par en par de mi hermana, todos nos sentimos aliviados. Yo pensé, tengo que decirlo,que también querría una muerte así, querría morir como moría mi hermana. Acariciada porla voz de su madre, por la palabra de Dios; segura de su destino, mecida por el sentidoprofundo de lo que había sido su vida…. Eso sentí, me cuesta decirlo: una especie deconsoladoraenvidia.
El relato de esta escena —elegida entre otras— quiere ser también una expresión denuestro profundo agradecimiento. Esta hermanita —tan poco cosa, en apariencia—gestionó, sostenida por una serenidad y una fuerza que parecían transcenderle, toda laenfermedad y los últimos momentos de la vida de mi hermana,la conmoción de sufamilia monástica y el dolor de su familia natural. Sabia y amorosamente, supo entrecruzartandelicadoshilosparaurdirlatramaque,sinduda,lehabíadictadoelCielo.Quedaennuestrocorazón.
VII
Tresmujeresyunacruz(2)
Ungranseñalaparecióenelcielo,unamujervestida de sol con la luna bajo sus pies y unacoronadedoceestrellas.Estáencintaygrita
conlosdoloresdedaraluz
Apocalipsis12,1
La tercera mujer fuerte de esta historia es, sin duda, mi madre. Durante todos estosacontecimientos, desde el momento en que mi hermana nos contó, sin suavizarlo, que semoría, mi madre mantuvo una serenidad que nos impresionó a todos.Iba a decir que nossorprendió a todos, pero esto no sería realmente cierto. Esta mujer, de aspecto distraído,nosteníaacostumbradosasulucidezyfirmezaenlassituacionesdifíciles.
Yo, que vivo con ella, doy fe de que esta serenidad extraordinaria que mostró en público,la mantuvo también en la intimidad. Estuve especialmente atento durante este tiempotemiendo que se derrumbara. Nada de esto. No lo hizo durante la enfermedad de LuzMaría,nolohizocuandosumuerte,nitampocodespuéseneltiempodeduelo.Guardólacalmay,nosoloeso,supotambién,sabiamente,mantenerseenunsegundoplano––como lo hizo su venerada Virgen María—, aceptar con humilde obediencia el gobierno delosacontecimientosporpartedelashermanitas.
La situación no era al uso. Mi hermana era monja contemplativa. No podíamos bajar aestar con ella, a acompañarla en sus últimas semanas de vida, sencillamente porque vivíaen clausura. Había sido su elección. Y ningún asomo de rebeldía por nuestra parte,ningúnamagodequererimponernuestroderechodeparentescopodíanidebíacambiaresto.
Mi madre se mantuvo serena durante la terrible enfermedad de su hija. En muy pocasocasiones la vi, ya en casa, echar unas lágrimas o hacer pucheros. Enseguida serecomponía.Comosiunafuerzamisteriosalesusurrarapalabrasdeconsuelo.Suhijaseiba al Cielo. Así lo vivía ella de verdad, con el convencimiento sin fisuras de que era lavoluntaddeDios.Igualmantuvolacalmaenelhospital.Igualdespuésdesumuerteparaasombrodeextraños.
Recuerdo una situación, ante la visita a casa de unos familiares, los días inmediatamentesiguientes. Muy amablemente vinieron a darnos el pésame. Pero enseguida se les notócierto desconcierto. No encontraron en mi madre el desconsuelo que, naturalmente,cabíaesperar.Unachica,primaenalgúngrado,—erajovencitaensudescargo—llegóadecir que «bueno, claro, no es lo mismo que se te muera una hija con la que vives queuna hija con la que no tienes un roce cotidiano…». La pobre, torpemente, trataba deencontrar justificación a lo que era incapaz de entender… La interrumpí un pocoabruptamente, tengo que reconocerlo. Pero recuerdo que me llamó la atención la calmacon que lo tomó mi madre. En todas estas situaciones mantenía, ¿cómo diría yo sintraicionaralaverdad?,unaespeciedeorgullosaprestancia,unciertoaire,nopresuntuoso,sinomásbienrecogidodefortalezamoral.Nosésilogroexplicarme.Ensu
serenidad insólita se revelaba una íntima complacencia en estar al resguardo del dolor; ensuscalladosgestos,queesafuerzaqueirradiabanoerasuyasinoqueleveníadeloalto.Así, su sorprendente calma, se convertía en un lacónico testimonio de su fe, de suabsolutaconfianzaenquesuvidasesosteníaenalgomuygrandeymuyverdadero.
Pero el testimonio más sorprendente que tenía que dar mi madre, todavía no lo hecontado.
Eralatardedeldomingo5.HabíamospasadotodoeldíacantandoalrededordelacamadeLuzMaría,leyéndolesalmosconlashermanitasqueestabanallí,queestuvierontodoel rato al cuidado de mi hermana, sin dormir apenas, desplazadas del recogido mundoquehabíanelegido,zarandeadasporelsufrimientodesuhermanitadesahuciada;perosiempre sonrientes, siempre atentas a ella, siempre atentas a nosotros… como ángeles. Niunaqueja,niunmalgesto,ningunaimpacienciapornuestrosjustificablesnerviosdeaveces…Vocacióndeamorconvertidaenhechos.
Mi hermana dormitaba sedada, pero se resistía a morir, como ya he contado. Le quedabaporcumplirunapromesa.
Fue aquella tarde de domingo cuando, cordialmente, se presentó a visitarnos el obispo deCádizenelhospital.Nospropusoquerezáramosvísperas.
Recuerdoamimadresentadajuntoalacabeceradelacamademihermana,enunodeesos sillones bajos de hospital que la hacían parecer aún más pequeña, sujetando conempeño la mano inerte de su hija. En un momento de la celebración, el obispo lepreguntó delicadamente si quería decir algo… ¡Ay, preguntar esto a una madre junto a suhijamoribunda…!Hevistoamadresdestrozadasporlarabia,amadrespreguntarseporqué su hija siendo tan buena, madres que reprochaban a Dios por qué no se las llevó aellas, a madres preguntando al cielo qué habían hecho para merecer tanto castigo… Y mepareció natural: una madre no debería ver, de ningún modo, morir a sus hijos… «¿Quieresdecir algo?», se arriesgó a preguntar el obispo a mi madre… Y aunque siempre se hatenido a sí por poca cosa, en estas situaciones que a cualquiera nos bloquearían, apareceunmujergrande,unamujercapazdedecirjustoloquequieredecir.Noheredéyoestode ella. Y así, sin mediar pensamiento, sin decidirlo, como si fuera lo profundo yverdadero de su alma lo que hablaba, va y dice: «Quiero dar gracias a Dios… porhabermedadoaestahija…durante53años».
«¡QuierodargraciasaDios!»…¿Quésepuededecir?…Otravez,lomejorseríacallarse.Lomejorsería,otravez,elsilencioquenospermitieraaproximarnosalmisteriodeestoque sucedía allí, delante de nuestros ojos, como un cercano milagro: mi madre, igual queeldíaanteshabíahechosuhija,¡dabagraciasaDios!Ylequitoalpárraforeferidoamihermanasuspalabrasysussentidos,porquedelmismomodo,conelmismoEspíritu,laspalabrasdemimadre«nofuerondelamento,nofueronunaqueja,niundeseo,niunaprotesta,niungrito….».Mimadre,juntoasuhijaquesemoría,dabagraciasaDios.
5Mi madre dice que fue el sábado, durante la Eucaristía. Yo creo que Luz María estaba ya definitivamentedormida;quefue,pues,eldomingoporlatarde.Va,nocambiaennadaelsentidodeloquequierocontaros.
VIII
Tresmujeresyunacruz(3):lacruz
LacruzgloriosadelSeñorresucitadoeselárboldelasalvación.
Cantoneocatecumenal
Mepermitoestadigresión,dirigidaespecialmentealoscreyentesentrelosqueleenesto
—los demás podrían, simplemente, obviarlo sin menoscabo del sentido general—,porque me parece que presenta aspectos de mi experiencia frente a la muerte de mihermanacrucialesparamiconversiónque,sinembargo,puedenparecermuyextrañosparalos«nocreyentes»6.
El impacto de la experiencia de la muerte de mi hermana, esa vivencia compartida,esencialmente comunitaria pero también, y sobre todo, íntima abrió mi corazón a lacomprensióndealgunosmisteriosteológicosquehastaentoncesmehabíansidovedadosyquequiero,muybrevemente,presentarosaquí7.
FueenelGranSilenciomonásticodelasBatuecasdondeempezóaocurrirloquequierocontaros. Meses después del fallecimiento de Luz María, en la Semana Santa posterior, seme reveló —si se me permite decirlo así— un sentido más profundo del significadoteológico de esa escena, supuesta naturalmente, de la Virgen con su hijo en brazos tras elDescendimiento…
HabíaestadovariasvecesenlabasílicadeSanPedroenRoma,ylabellaescultura—quesoloahorameparecesublime—deLaPiedaddeMiguelÁngelhabíapermanecidomuda.Claro está: el profundo misterio que quiere representar es «invisible a los ojos», comotodoloesencial.
Peromiratúque,añosdespués—comosihubierapermanecidolatentecomosemillaentierraseca—,habríadesobrevenirmelaimagendeestarepresentaciónmagníficade
6 Si puede hablarse en estos términos. Porque, como decía Ratzinger en Introducción al Cristianismo —parafraseo—:todossomoscreyentes,unoscreemosqueDiosexisteyotroscreenqueno…Elespaciodelohumanoeslacreencia,nomecabeduda.
7 Exagero literariamente cuando ligo los términos «comprensión» y «misterio», sencillamente porque losmisterios no se comprenden, más bien «nos comprenden». (Gabriel Marcel, en El misterio del ser, lo explicamuchomejordeloqueyovoyapoderhacerlo.Seadicho).Alcontrarioquepasaconlossimples
«problemas», no los solucionamos, no se resuelven sino que, si se me permite, nos disuelven, es decir que nopodemos agotarlos. Con el misterio —esta es mi experiencia— es más un dejarte ver que un verlospropiamente. Mientras que el problema se esclarece de pronto y definitivamente, el misterio puede ser, siestás atento, si estás abierto, una fuente continua e inagotable de revelaciones… En definitiva, el misterio escomounagujeronegro:nopuedeversehastaqueteengulle.
Me gusta esta idea de «ser engullido» por el misterio. Es solo metáfora, claro está: al fin y al cabo estamos enelterrenodeloinefable,esdecir,másalládelaspalabrasquedelimitanloquepodemoscomprender.Poresoelámbitopropiodelmisterio,sumedionaturales,sinduda,elsilencio.
Miguel Ángel. Fue en medio de los ritos que reavivan —dicho literalmente— aquellosarcanos acontecimientos de la Pascua de Jesús, en aquel antiguo monasterio carmelita. VinítidalaimagendeMaría,ladolienteyserenagenerosidadensurostroentregandoasuHijoalPadre.Semefiguró,depronto,eseamorquetransciendenuestraanimalidad,laresistente biología que nos subyace; ese amor que nos permite, incluso, superar lahumanidad que se resiste a encajar esa pérdida que habría de matarnos… Y pude «ver», yestoesloquequierocontaros,porquesobrelaevocacióndeaquellaimagensublimedeMiguel Angel que se me venía, sobre aquella conmovedora escena teológica querepresenta,sesobreponíaenmicorazón,comouncalcopreciso,esaotraimagendemimadre dando gracias a Dios, acurrucada aquella tarde en el amor de su hija que semoría… Allí,enelsilenciodeaquelsantomonasterio,semeregalóestavisiónsobrecogedora, se me mostró la naturaleza y el poder de ese amor confiado que permite aunamadreentregarmásquelavida:lavidadeunahija.
Lacruzmismasellenóesatardedeunsentidonuevo,inusitado,quemeremovióenloprofundo en aquel silencio del monasterio del Carmelo. Cuando entonces la miraba,cuandodesdeentonceslamiro,puedodecir,veo—enelsentidobíblicodeltérmino—lagenerosidad extrema de Jesús dando su vida para salvar a mi hermana… Y esa sencillarevelaciónsuscitaenmí,desdeentonces,unaextraordinariasensacióndeagradecimiento, un agradecimiento desconocido hasta ahora, profundo y conmovedorquemesosiega.
Tambiénvi,ydesdeentoncesveo,clavadaenellaamihermana.Nolaveoperdiendosuvida, la veo entregándola —un poco también por mí— con la cara iluminada por la luzdel Cielo que en ella se complace. Muriéndose, pero con sus generosos brazos abiertosotra vez de par en par como cuando se consagraron. Veo su «hágase» y a través de él, esaVerdadquesalvadelamuerte.
IX
Laesperaeneltemplo
Oíunavozdelcielo,quedecía:"Escribe:
¡Bienaventurados los muertos, los quemueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu,que descansen de sus fatigas, porque susobraslosacompañan".
Apocalipsis14,13
«Se lo he dado todo a Dios»… Aquellas palabras, que mi hermana nos había dicho unaspocas semanas antes, resonaban en mi cabeza viéndola allí, al final de esa gran navebarroca, sobre aquella sencilla tabla de madera. La habían colocado en el antepresbiterio,más allá de los magníficos sitiales renacentistas del coro de los padres, casi a los pies delretablo cuya exuberancia parecía dispuesta para subrayar la delicada sencillezde mihermana, allí, ataviada con su humilde hábito de invierno que parecía más blanco aquellatarde,casiradiante,comosiestuviera«vestidadesol»;conlasmanoscruzadassobresucuerpo,sujetandotodassusposesiones:unrosariodetelaycuentasdemaderaqueellamismasehabríahecho.SelohabíadadotodoaDios.
Con la fuerza de su silencio y su pobreza, con las armas de su renuncia, se habíaenfrentado a la muerte, y había salido victoriosa. Ahora, tendida cara al cielo, conaquellosbrazoscruzadossobresí,mesobrevinolaimagendetiempoatrás,cuandoesosmismosbrazosseabrieroncontraelsuelo,comounacruz,ensuconsagración.Entoncesinvocabalaayudadetodoslossantos.Ahoraparecíadecirnosquesuofrendahabíasidocumplida.Aquellosbrazos,abiertosencruzdesdeentonces,seplegabanahorasobresícomo sello de su vaciamiento, de su callada y definitiva entrega. San Juan de la Cruzescribía: «Y yo le di de hecho / a mí, sin dejar cosa», y mi hermana vivía consumadosesos versos con su muerte. Aquella simple tabla de pino era el carro de su victoria.Aquellos salmos, recitados amorosamente por sus hermanas, eran las trompetas de sutriunfo.
Enlanochedichosa,
ensecreto,quenadiemeveía,niyomirabaotracosa,
sinotraluzyguía,
sinolaqueenelcorazónardía.
Aquestameguiaba
másciertoquelaluzdelmediodía,adondemeesperaba
quienyobiensabía
enpartedondenadieparecía.
¡Ohnochequeguiaste!
¡Ohnocheamablemásquelaalborada!
¡Oh noche que juntaste,Amadoconamada,
amadaenelAmadotransformada!
Las hermanitas se turnaron junto a ella, cantilándole salmos durante todo aquel día. Habíamuertoamediamañana,comoparanomolestar,ellunes30denoviembre,cumpleañosde David, su querido sobrino. La habían llevado a «su casa» y puesto, delicadamente,entrefloresyluminarias,sobreaquellahumildetablaalfinaldelimponentetemplo.
Eraespaciodeclausuraperolashermanitas,sonrientes,veníananosotrosdecuandoencuando,tesusurrabanaloídosiqueríasacercarteytellevabandelamanohastadondeestaba ella. Descansaba tranquila, con «la casa sosegada». Parecía sonreír, como siquisiera revelarnos un arcano secreto, como si quisiera aliviar nuestro dolor con la fuerzaamableytranquilaqueirradiabasucuerpoyacente.
Nosimpresionóladelicadeza,ladevociónconlaqueseacercabanlashermanitasaella.Se arrodillaban a su lado, le hablaban, se reclinaban sobre su cuerpo, le cogían con mimolas manos… como si quisieran todavía despedirse del alma que se desprendía poco apocodelcuerpoexánimedeLuzMaría.
Yasí,custodiadapornuestrosrecuerdos,porlossagradosiconos,porlahumildeluzdelasfloresqueparecíanahoraquererdevolverleelcuidadoquehabíanrecibidodeella,descansaba su pequeñez, y pasaba la noche, y pasaba la mañana. Y, mecida por la vozininterrumpida deaquellos salmos que tantas veces había meditado, le llegó la tarde desu«encielamiento».
Esta foto apareció en Hermano Papel enjunio del 93,porvoluntaddesuqueridoPadrePacífico.
X
Elencielamiento
Yaentralaprincesa,bellísima,vestidadeperlasybrocado;la llevan ante el rey, con séquito devírgenes, la siguen sus compañeras: la traen entrealegríayalgazaras,vanentrandoenelpalacioreal.
Salmo 44
Laliturgiadel«encielamiento»,comolallamaronlashermanas,ylainhumación,fueronceremoniasllenasdesentidoquenosayudaronaaliviarnuestroduelo.Fueronextraordinarias no solo para nosotros. Mis antiguos compañeros del Instituto que sedesplazaron hasta allí, muchos de ellos descreídos, coincidieron sin embargo en decirmeque «la ceremonia había sido conmovedora», o que «no habían asistido jamás a unentierro tan emotivo», o que «les había parecido algo precioso», así, literalmente… Y eraun funeral. En realidad, tengo que decir sin alegrarme, que he asistido a bodas más tristesqueaquelfuneraldemihermana.
Allí no hubo lágrimas, y si las hubo, no fueron en absoluto protagonistas, ni fueron dedesconsuelo sino, y puede costar creerlo, de una emoción gozosa, de una extrañaalegría…Asívilloraralobispoamiladocuando,durantelainhumación,cantábamosLaCruzGloriosa.Memirósinescrúpuloentresuslágrimasyconlavozquebradamedijo:
«¡Loquesepierdenlosquenocreen!».Aquellaceremonianofueunfuneralaluso:lassonrisas de las hermanitas, sus miradas cómplices y confiadas,los cantos de esperanza yagradecimiento,laspalabrasquehablabandevidaeterna,deunapromesaqueparecíacumplirse,queparecíarealizarseallímismo,delantedenosotros,comoenuníntimoyamablemilagro.
Todoaquellorezumabaautenticidad.Laverdadparecíaemanardetodaslascosas,comosiunnimbodeluzlasenvolviera;sepresentíaentodosaquellossignosquedispusieronsabia y cuidadosamente las hermanitas: los venerables iconos y las preciosas imágenes demaderaquesolíanavivareltemplo,lasvelasylasfloresqueiluminabanenderredorelcuerpo dignísimo de mi hermana, y el altar donde se ofrecería el sacrificio.Todo hablabasencillamente, sin alardes, de verdad, como si el misterio hubiera decidido hacersepalpable.
La iglesia rebosaba de gente, cosa que sería sorprendente si no conocieras a mi hermana:era monja contemplativa y llevaba solo unos pocos años en aquel monasterio. Pero es quea Luz María era fácil quererla —y sé que se os escapa una sonrisa de asentimiento.Apenasnecesitabasungestosuyodeconsuelo,unamiradadesusojosiluminados,susmanosdándotelapazenmediodelaEucaristía….Yhablotambiéndeexperiencias,enlas que no me detengo por escrúpulo, de personas que han venido a contarme luego,emocionadas, agradecidas, o transformadas en algunos casos… A mi hermana era fácilquererla.
De este modo, aquel templo barroco, aquel martes frío del final de noviembre, rebosabade gente. Llenaban la entrada de los visitantes, antes de la enorme reja, llenaban el corode legos, los bancos, las sillas auxiliares y los antiguos sitiales que lo flanqueaban; yocuparon,traselmurodeentrecoros—espacioquehabitualmenteeradeclausura—,elcoro de los padres, ocuparon las sillas —que habían colocado las hermanas— y algunos,pocos, se atrevieron a sentarse en sus labradísimos sitiales de madera noble que llegabanhasta el antepresbiterio donde presidía, humildemente, el imponente silencio del cuerpoyacentedemihermana,queparecíaallíiluminadodesdedentroporlaverdad,labondadylabellezaquehabíaencarnado.
Ytranscurrióaquellahermosaeucaristíacomounafiesta,laqueanunciabaun
«encielamiento»,entrecantosypalabrasesperanzadas.
MeimpresionóluegocómotantagentedesfilóparaacercarseadespediraLuzMaría.Seveíaensuscaraselsignodelamorquehabíasembradoenellos.Algunosnossaludaban,besaban a mi madre… los que la conocían, porque otros la buscaban, como ya os dije,sin encontrarla… ¿Dónde estará la desconsolada madre?… Allí no, desde luego. Allí nohabía ningún desconsuelo. Solo la paz, la serenidad que irradiaba el cuerpo transparentedemihermana.
XI
Eldescendimiento
Osaseguroquesielgranodetrigonocaeen tierra y muere, queda infecundo; perosimuere,damuchofruto.
Juan 12,24
Yembriagadosporlabellezaylaverdaddeaquellaceremonia,todosnosdispusimosaseguiralas hermanitas que levantaron el cuerpo de Luz María sobre aquella tabla de madera blanca.Procesionamos tras sus delicados cantos con las velitas encendidas, trazando un mistérico caminode luces temblorosas a través del claustro menor, que pisábamos por primera vez. Luego cruzamosel magnífico claustro mayor. La casi total oscuridad permitía solo intuir su belleza pero, por otraparte,ledabaunairedesolemnidadymisterioqueparecíadispuestoparamostrarsuacuerdoysu respeto a ese último paso de mi querida hermana. Toda la exuberante hermosura de aquelclaustroparecíaahorajustificada.
Yporfinsalimosaljardíndeclausura.Dejamosanuestraizquierdalasanónimascrucesblancas,subrayadasporlaoscuridad,queseñalabanellugardondedescansabanantiguosmonjescartujosy sus antiguas y recogidas pasiones. Y llegamos al sitio donde mi hermana había dispuesto susepultura… «Hay que cortar este seto… aquí estaría muy bien»… Nos lo contaron luego lashermanitas. Mi hermana, con la naturalidad de quien prepara un viaje tranquilo a un puertoseguro,lohabíaorganizadotododurantesuenfermedad8:«Quieroquemecanten—Daviddafede que lo dijo delante de él poco antes de morir— el Ave María rociera9, en la iglesia y luegojuntoamitumba».Yasíseharía.
Benditanaturalidad,benditomododetrataralamuerte.
Perdonadme que me desvíe en este punto y me detenga un momento en esto, porque ronda laesenciadeloquequierocontarenesterelato.
Dicenquelosmonjescartujosteníansiempreensusceldasunacalavera.Losbudistastambiénmeditanrecurrentementesobrelamuerte.Benditasabiduríaqueyapresentíanlosgriegosclásicos,saber soteriológico, saber que nos salva… Meditatio mortis,que decían los grandes maestrosmedievales.TodavíaMontaigneenels.XVIdicequefilosofares«aprenderamorir».Benditalasabiduríaquenospermitemorirenpaz.Malsanaculturalanuestraqueporelcontrarioocultalamuerte…Laúnicapuertaporlaquepasaremos,contotalseguridad,todoslosvivos.
Cultura es la forma en que una comunidad histórica ve el mundo y se apaña con él. Y por ello,claroestá,todaslasculturashantenidounamaneradeapañarseconlamuerte.Sololanuestra,me atrevo a decir, la que resultó de una Ilustración mal entendida, la que dio a luz al materialismoy al fisicalismo ingenuos del XIX al XX, es incapaz de encajar la muerte. Y es porque, desde susgroseraspremisas,lamuertesignificalapérdidadetodo.Yesonohayquienloencaje.
8MecuentaMartaquecuandohablaronporteléfonoconellaleshabíadichoasí,sinmás,quenoteníamiedo,queeracomo«cambiardemonasterio».
9SereferíaalAveMaríadeSchubertenclaveflamenca,queyaleshabíacantadounamigodelacomunidad.Habíaidoaverlaalhospital.Allímismoselopidió…Semoría,perodisponía«lafiestadesupascua».
Decíaunreputadomaestroquelapróximarevolución,laqueestabaporvenirdespuésdetodaslas precedentes:la industrial, la comunista, la sexual, la cibernética…, era la revoluciónespiritual.Y estoyde acuerdo.A miparecer, solouna tal revoluciónpuede salvarel mundo10.
Pido otra vez disculpas por bordear el relato. Antes de continuar donde lo dejé, quisiera ilustrar loque digo con una experiencia que tuve no hace mucho, y que iba a ser, me atrevo a decir,reveladora.
Setratadelrecuerdoclaroytranscendentedeunatardenocheenque,mimadreyyo,fuimosavisitaramistíosdeArroyo.Empujamoselportónqueseabríadedosvecesynoscolamosenlacasaconaquél«¡AveMaría!».Aparecíasenunaentradarelativamenteampliaqueinvitabaaunpasillodegranitobienlargo,demásdediezmetros,porelquerecordabapasabanhacetiempolos mulos para ir a las cuadras. Me venían a la memoria, como si fuera entonces, las pisadasmetálicasydefinitivasdelasbestiassobrelapiedra.Recordabatambiénalasmujeresarrodilladas,cepillorecioenmano,frotandoconsosaaquellaantiguaynoblecanteríahastasacarlelosbrillosalcuarzo.Villegarotravezamitíodelantedesusmulas,consusseronescargadosdesandías,con el brío y la franqueza recia de la gente de campo, el trajín de sacos de cereales, mi tíaavivandolacocina…Olíaa lumbre,acampo,a matanza,atrabajo…Aquellacasahabíaestadollenadefuerzaydevida.
Sobre esto, que estaba entrañablemente grabado en mi alma infantil, tenía ahora que sobreponerlaescenaquequierodescribiros.Decíaquenoscolamos,mimadreyyo,enaquellaantiguacasade muros increíbles. Aquel largo pasillo atraía la mirada y los pasos. A su final, una luz mortecinaque caía de una triste bombilla. Y a su triste amparo, en una pequeña camilla que justificaba unbrasero eléctrico, mi tío y mi tía deprimidos, enfermos… Mi tía que si el azúcar y ya casi ciega; mitío enjuto, sin luz en los ojos, apenas puede mover las piernas… ¡con lo que había sido! La escenamepareciósombría:parecíanestaresperandolamuerte.¡Conloquehabíansido!
Aquel día, bajo la luz taciturna de aquella bombilla, en aquel saloncito robado al patio, queparecía tristemente sacado de otro tiempo, vi a mis tíosapagándose de pena…, vi la enfermedad,ladepresión,vilamuerteesperandosuturno…Nopuedeser,pensé.Lavidanopuedeseresto.Una película que acaba mal. Una mala película, de esas que evitamos. No puede ser… Aquellapatética escena me removió definitivamente; fue para mí como una revelación que me acompañadesdeentonces.11
Perosigamosconmihermana.Oshablabadetodoestoapropósitodelainusualnaturalidadconque gestionó su propia muerte. Y es que su historia no corre con la decadencia de los tiempos, noes la historia de una negación ni tampoco, ¿cómo lo diría?, a pesar de la enfermedad, el dolor y lamuerte,esunahistoriaqueacabemal.Asídesencillo.
Alfinllegamosallugardonde,comodigo,mihermanahabíadispuestoquedebíaserinhumada.Lashermanitascolocaronaquellatablaquesosteníasucuerpoentredostablonesencimadelaprofundafosa.Nospusimostodosalrededor.Y,mientrascantábamos,cubrieronconunlevevelolacaradeLuzMaríayempezaronadescolgarlacontresgruesascuerdas.Recuerdomicorazónenunpuño.Unángelcuidabadequetodosalierabien.Erasolosucuerpo,perorepresentabalopalpable, lo sensible de todo aquello que estábamos viviendo.Y todo salió bien. Aquellas seishermanitashabíanbajadolentamenteelcuerpodeLuzMaríaaaquelfondoimponenteyoscuroquerepresentabalasentrañasdelatierra.
10 YodiríaquesanJuanPabloIIserefiereaestomismocuando,enMadrid,enCuatroVientos(2003)invitaalosjóvenesa«formarpartedelanuevaEuropaespiritual».
11Porjusticiaconellos,tengoquedecirqueestánahoramuchomejor,enunlugarmásluminosoalamableamparodesushijos.
Y empezamos a cubrirla. La tierra sobre su cuerpo, al modo cartujo. No digo que no nosimpresionara, porque ninguno habíamos vivido algo semejante, pero, finalmente, nos ayudó aentender en lo profundo que mi hermana no estaba allí. Que aquel cuerpoque dejábamos bajo latierra, a la espera de su resurrección, solo era una huella del paso que la imprimió, solo lascenizas del fuego que había sido, solo el rastro mortal de un alma que no había de morir, quetranscendía, en este acto, espacio y tiempo para llenar todo, para estar finalmente no allí, sino entodaspartes…Peroesoesotrahistoriaquetengoquecontar.
Cantamosycantamosmientraslacubríamosdetierra.LaCruzGloriosa,cantodelasComunidades Neocatecumenales, que en su día la habían rescatado de sus pequeñas muertes y lahabían ayudado a descubrir su vocación.Veo a mi hermano Nacho con la guitarra cantando avoz en grito. Veo el corro emocionado… Y cantaron, cómo no, la Salve con la voz desgarrada delflamenco por segunda vez, como ella dispuso; un guiño también a aquella tierra de Andalucía quelahabíaacogidotanamablementeenesosúltimosañosdesuvida.Cantábamosquelamuerteestá vencida. Y fue como una fiesta de sonrisas y abrazos. La médica que la atendió apretaba mimano sin conocerme. El obispo grandullón lloraba y me recordaba el privilegio de aquellaexperiencia.Cantábamosysonreíamosextasiadoslamuertedemihermana,porquenoeraunamuertesinoeltránsitoalaverdaderavida,alavidaeterna.
Luego, cuando mi hermana estaba ya cubierta por la tierra de la que provenía, se clavó una cruz.Unacruzblanca,cartuja, sinnombre.Asíde sencillo.Asídeprofundo.
Y sobre la tierra reciente desu tumba, plantamos todas las velas con las que habíamos iluminadola escena. Sus llamas vivas y parpadeantes anunciaban que el alma grande de mi hermanaascendíaalCielodelqueprovenía,alCieloquelaesperaba,alCieloparaelquehabíavivido.
r
XII
Mihermana está entodas partes
A ti te mando: "Despierta, tú que duermes, pues note creé para que permanezcas cautiva en el abismo;levántate de entre los muertos, pues yo soy la vidade los muertos. Levántate, obra de mis manos;levántate,imagenmía,creadaamisemejanza".
De una antigua homilía sobre el grande y santosábado.Librodelashoras.
Entrelascosasqueteníamihermanaensumesilla,encontraronestetextoqueospongoalfinal.Loincluyoaquíporquecreoqueexpresamuysencillamenteloque,deverdad,hemos sentido después de su muerte. No es, pues, una idea. Es una vivencia. Me refiero alas experiencias que tuvimos cuando volvimos al monasterio —como lo hacíamos cadaaño—.Mimadrefuelaprimeraendecir,sinsorpresa,quenonotabalaausenciadeLuzMaría, que no echaba de menos a su hija: le parecía verla, sentirla en cada una de lashermanitas;queteníalasensaciónclaradesupresencia.Esverdad,todoslateníamos.Las hermanas nos dijeron, también, que sentían esa presencia de modo rotundo ydefinitivo.
AlladodesutumbahabíanpuestolaestatuadeSanJosé.Esoporquemihermanadecíaantesdemorir:«vosotrospedidmeamíqueyoselopidoasanJosé».Eraunsantomuyqueridoparaella.Poresolegustaríaqueoscontaramihistoriaconél…
Volvíalmonasteriodondeestabamihermanaelveranodel93despuésdemiprimerañode profesor interino en Guareña. Aquel lugar santo ejercía una atracción misteriosa sobremíquemellevabaunayotravezhastaallí,comoaunperegrinoincumplido,apesardemiagnosticismo,apesardeladistancia.
Bueno,puesestandoallí,comodigo,despuésdemiprimeraexperienciacomoprofesordefilosofía,LuzMaría,porencargodelahermanitapriora,mepropuso—esunaformadehablarporqueamihermananopodíasnegarlenada—participarenlaprocesiónqueorganizaban. «¡Una procesión con las hermanitas! ¡Trágame tierra!», pensé. Y se trataba,precisamente, de enterrar medallitas de la Virgen en el huerto, en el espacio en el quequeríanconstruirlasermitassufuturomonasterio.
Y allí me pusieron a mí, abriendo aquella Santa Compaña. La hermanita priora —sin dudaun ángel en mi vida— me plantó un pesado icono de san José.Me encantaría verme lacara.Mihermana,porsuparte,seacercóamí,yconseguracomplicidadmesusurró:
«Aprovecha y pídele que te dé trabajo, tonto»… Vale, pensé, ¿qué puedo perder?Y hemeaquíque,sinningúnpudor,Javi,elprofesoragnósticodefilosofía,sosteniendoaquellasagradatabla—bienquenotabasupresencia—ledijeasanJoséquemediera«unañitomás de trabajo»… Y transcurría aquella santa procesión. Yo allí, empujado por sushermosos cantos, abriendo la amable comitiva… ¡Qué vergüenza, allí delante de todas lashermanitas, procesionando por el huerto! La hermana priora me instigaba de vez encuando y me decía sin palabras: «¡Arriba, arriba el icono!», y es que pesaba, pesabamucho.
CuandodesdeallífuiaSalamancameenterédequehabíaaprobadolasoposiciones.SanJosénomehabíahechocaso.Seexcedió,sencillamente.
Como decía, era un santo muy querido de mi hermana. Y, aunque para mí todavía esdifícil de entender, se comprenderá que no puedo menos que tenerle respeto y un cariñoreverente; así que, cuando fuimos el siguiente verano a visitar su tumba y nos loencontramos junto a ella, me evocó antiguas complicidades. «Vosotras pedidme a mí, queyoselopidoasanJosé».Juntoalaimagen,untarrodecristalllenodepapelitos,deseosysúplicasdelashermanitas.
Mi hermana seguía allí, en aquel monasterio12. Mejor, mi hermana parecía estar en todossitios.Esaeslaverdad.Entodaspartes.Asílosentimosdesdeentonces.
Ahí va el texto del que os hablaba al principio. Lo encontraron, como dije, entre sus cosasdespuésdesumuerte.
EmpecéaescribiresterelatoenelsilenciodelMonasteriodelaCartujadeJerezendiciembrede2017,aloídodemihermana.LoacabéenNavasdelMadroño,enabrilde
12Segúnnosdijoelobispo,nosoloestabasinoquecomoprimerahermanitaquefallecíaenélera,propiamente,"lafundadora"…Aellaleabrumaríatantadistinción.
2018, acogido por el amable silencio de las hermanitas franciscanas de la Comunidad deNuestra Señora Virgen de Guadalupe. Al Cielo, que la vida de estas mujeres me abrió, ledebemosesto…
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EXCURSUS
[Esto fue lo primero que escribí. Lo hice al tercer día de su muerte. Loescribí para mí… Lo pongo aquí porque creo que, en su inseguradiscontinuidad,reflejalavoráginedeemocioneseideasquesembrólamuertedemihermanaenmicorazón.Eslaexperienciadelcenáculotranscrita en tiempos y espacios a mi propia vivencia, y la simiente queluegoseconvirtióenesterelato].
Mi hermana ha muerto. Tenía poquito más de cincuenta años. Era monja contemplativa.CuandoacabóPsicologíaenlaUniversidaddeSalamancaingresóenunaordenreligiosa.Quéabsurdo.Yoeraateo.Loeradesdelosdieciséisaños:Diosesunacreacióndelhombreynoalrevés.LuegoconocíaFeuerbach.Vaya,dije,quélistosoy.
Todavía hoy me asaltan dudas sobre si Dios existe, pero, qué mala suerte, estosí lo sé concerteza:lamuertesí,vayaquesí.Sehaempeñadoenrecordármelo…Hacetresañossemuereunodemisamigosdeinfancia,luegomiprimo—alosmeses—y,después,pocodespués,unalumnodedieciochoaños.PoresasfechasmurióunacompañeradelInstitutomientras daba a luz a su hijo. También por entonces muere una mujer muy querida y, alpoco,supadrequemetratósiempremuybien…Hablodeunperiododedosaños,opocomás…Lamuertesíexiste.Vayaqueexiste.Semepresentóabocajarro.
Nietzsche construye toda su filosofía sobre la intuición profunda de que al ser humano leha sido imposible encajar la muerte en sus balbucientes intentos de explicarlo todo. Quélúcido Nietzsche. Y qué triste. Así habla del ser humano —o sea, de sí mismo— como delanimalmásdesgraciadoqueexiste.
Lamuerte,comoelamor,nopuedeexplicarse.Oseexperimentaoseescapaentrelaspalabrascomopecesenunareddemallasexcesivas.
Mi hermana se quedó al fin dormida. Habló hasta entonces con nosotros de lainmortalidad,delCieloqueleesperaba,delafelicidadde«volveracasa»,decía…Sushermanitaslapusieronenmediodelmagníficotemplo.Sobreunasimpletabla,conunsimplehábito,sosteniendoentresusdormidasmanossuúnicaposesión:unrosariodelanaconcuentasdemaderaqueellamismasehabríahecho.Yyopensabaqueconquépocohabíalibradolainexcusablebatalla.Yconquépocohabíavencido.¡Tanpequeña,tanfrágil,yenvidiadeemperadoresalosqueaterrorizólamuerte!
En1976,IngmarBergmanhizoCaraacaraaldesnudo.LivUllmanninterpretaaunahijaatormentada.Asílorecuerdo:desdeelumbraldelapuertadelahabitacióndeunhospital,contemplalaescena;supadreacariciaysusurraasumadremoribunda…Yentoncesuna
voz en off dice algo así… «Comprendí entonces que el amor lo puede todo, puede inclusoconlamuerte».
Bohr, uno de los padres de la física cuántica, decía que cuando hablamos de una verdadsuperficial, su contrario es falso. Pero que cuando lo hacemos de una verdad profunda locontrario,puedesertambiénverdadero…¿TeníarazónBergman?¿TeníarazónNietzsche?
¿Tenía razón Feuerbach? ¿Mi ansiosa alma adolescente? ¿Acaso mi hermana era la queestabaenlocierto?…
EscribióMontaigne:«Filosofaresprepararseparalamuerte»…¿Enquéconsistelasabiduría?¿Quéhaperdidolaracionalidaddeoccidente?¿Quéflancosvulnerableshadejado en nosotros el cientificismo fisicalista? ¿Hemos perdido las referencias, o nosnegamosaaceptarlasporincómodas,porbrutales?
Nosé.
Mihermanahamuerto.Fuedesdesiempreunamujersencilla;nuncasetuvoenvalor…Aunasí,seachicóhastanopodermás.Kénosis,lollamanlosmísticos.Aella,cómolollamaranlosmísticos,ledabaigual.
Pero,llegadalahora,ganólagranbatalla.Miróalamuertealacaraylesonrió,confiada,tranquila… Y yo vi La Verdad —tal vez me equivoco— en la bondadosa belleza de susmanosvacías.
Cáceres,3dediciembrede2015